• 19/03/2016 01:00

Mujer y machismo: ¡las dos ‘M' de las discordias!

‘El comportamiento... de cada sexo no es ajeno a la estructura cultural transmitida en larga duración; (es) un proceso en el que no es antojadizo lo que se hace, (...) piensa (o) siente...'

P roblematicemos con el tema ahora que estamos en el mes que conmemora a la ‘mujer, sus luchas y aspiraciones'. Quizá incomodemos, pero son nuestras ideas que en nada reducen el legítimo derecho de género. Porque además consideramos muy válidas las reflexiones que sitúen dónde están los factores que dan sustento, por ejemplo, al incremento espantoso del femicidio. Y no solo en Panamá, este es un flagelo de alcance regional, para no ir más allá. Nuestro punto es que la crueldad en su modalidad del femicidio tiene, en sí, un componente cultural.

Una mirada a la situación actual confirma los avances logrados, sobre todo en los reclamos de los derechos políticos, aunque aún perduran obstáculos. En otro ámbito, el machismo o el ‘cuasi machismo' sigue imperando e institucionalizado con sus garras nefastas. Pero, ¿es esta conducta deliberada de un mal comportamiento, o más bien es un patrón de conducta, cuya superación conllevaría a la reorientación de la base cultural sobre el que se justifica? Creemos en esto último.

Ahora bien, la lucha por los derechos de la mujer no deja de tener un sustrato material. Ellas son, al igual que los niños, las que más sufren la miseria, en donde los dos tercios de la población mundial en pobreza tienen menos de quince años, y dos de cada tres pobres son mujeres. Pero, valga aclarar que la persistencia de ese tipo de estructura (que discrimina) no margina a la mujer sencillamente por ser mujer, aunque también por eso. Es el sistema social, incluido el valor cultural, en su conjunto, el que, en todo caso, establece roles que hacen que la mujer, genéricamente hablando, conviva en desventajas y obstruida en sus aspiracion es.

La vida cotidiana, habría que decir, está influenciada y, hasta determinada, por los valores culturales. De esto colegimos que la ‘visión del machismo' está por encima del ‘decisorio individual', tocando, más bien, el mismo tejido ideológico de la sociedad. Para entender, entonces, el dilema de los roles de género, tenemos que distinguir entre el ‘hombre cultural' y el ‘hombre per se' (por sí mismo) y no confundirlos, como por lo general se hace.

Los patrones arraigados en la conducta social, de una y otra parte, hacen que se mantengan formas y modelos tradicionales que se repiten generacionalmente provocando mucho daño. El machista sigue su machismo y la mujer no termina de apadrinar (como acto inconsciente) su propia subordinación. Pero ni uno ni otro de los comportamientos es antojadizo.

La inaceptable discriminación a la mujer va más allá de la mala fe de un sexo sobre el otro, para ubicarse en el terreno de las visiones culturales predominantes. En efecto, si la mujer ha sido, y aún es marginada, ello no es ajeno a la evolución de las sociedades donde el régimen de propiedad, en sus distintos estadios, definió una función social a cada sexo.

El comportamiento individual de cada sexo no es ajeno a la estructura cultural transmitida en larga duración; se trata de un proceso en el que no es antojadizo lo que se hace, lo que se piensa, lo que se siente. Cada una de estas manifestaciones, incluidas las formas de relacionarse las parejas, transita a través de un proceso de educación que emerge desde las mismas entrañas de los grupos humanos. Es ahí, en el marco de esta complejidad, donde se construye y se justifica el contexto de las desigualdades.

PRESIDENTE DEL PARLACEN.

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