• 23/09/2016 02:03

La convivencia pacífica ciudadana

Gracias a estos patrones y sus valores, la vida de los pueblos es más pacífica y llevadera

La convivencia pacífica ciudadana está regulada por patrones culturales, tales como los hábitos, normas de conducta y comportamientos éticos y morales que las personas adquieren y practican en su vida diaria. También está regulada por la Ley. Si no hubiera patrones establecidos que articulen cívica y legalmente dichas actuaciones, las relaciones sociales serían de confrontación y no de cooperación. Gracias a estos patrones y sus valores, la vida de los pueblos es más pacífica y llevadera.

Sin embargo, estas normas no necesariamente son compartidas por todos los grupos sociales. En italiano existe una palabra, Incivile , para referirse a las personas cuyas conductas y falta de tolerancia son violatorias de la convivencia ciudadana. La situación económica y social del país, sumada a las influencias foráneas negativas, ha provocado un deterioro de los patrones de convivencia, con comportamientos desviados de los estándares compartidos por las grandes mayorías nacionales. Los medios publican más los comportamientos de los sectores menos favorecidos económicamente que los de las clases pudientes.

Ninguna sociedad es homogénea. Pero casi siempre comparten modelos que son transmitidos de una generación a otra, como parte importante de una herencia cultural del grupo. De manera casi general, es a través de la educación que se realiza esta transmisión generacional. Pero los cambios culturales son de gran inercia. Cambiar conductas humanas toma mucho tiempo. Su restablecimiento, en una sociedad más madura, es una tarea cultural que debe reforzar el tema del civismo y educación en valores, en las escuelas y en todos los ámbitos de acción de la sociedad. Por eso, solo teniendo consistencia y profundidad en la educación cultural, sería viable transferir los modelos de conducta que viabilizan la convivencia pacífica entre ciudadanos. Además, hay patrones culturales y reglas, escritas o no, que se complementan entre sí y se concatenan unas con otras.

Las normas de la convivencia ciudadana proscriben el uso de la fuerza y conductas impropias, que son las que más nos afectan y ponen en riesgo la seguridad colectiva ciudadana. La creciente conducta de peleas y enfrentamientos entre estudiantes y de ciudadanos entre sí, grabadas y puestas en Internet, demuestran el grado de intolerancia y confrontación a que hemos llegado. Se dan frecuentes manifestaciones y cierres violentos de calles, debidos a la inconformidad por problemas de vieja data. Obviamente, muchas veces motivados por las hipocresías de quienes no cumplen sus promesas electorales, pero aparentan hacerlo.

En épocas de crisis, muchas generadas por la acción o inacción de los Gobiernos de turno, las desviaciones hacia conductas no permitidas se hacen más evidentes. Los índices de la criminalidad y su violencia se elevan, según las situaciones vividas. Las condiciones imperantes en los años ochenta, constituyeron en Panamá un trastorno entre la cultura social anterior y las vivencias generadas por la realidad emergente. Así, desaparecieron muchas prácticas de convivencia pacífica nacional.

En los procesos de mejoramiento de las relaciones ciudadanas, la atención a las necesidades más sentidas de la sociedad desempeñan un rol trascendente. En la medida en que la solidaridad aparece para paliar —realmente y no demagógicamente— la crisis, y el sufrimiento humano es mitigado, así mismo las conductas sociales y las actitudes delictivas devienen en menos violentas y tienden a su reducción.

En el proceso de transmitir noticias y sucesos, los medios de comunicación e información, la prensa, la televisión, la radio y otros, juegan un papel muy importante. Pero cuando se trata de transmisión de normas de conductas y de patrones éticos y morales, no necesariamente lo juegan. Series de crímenes, violencia, sexo, drogas y narcotráfico, son prolíferas en dichos medios.

Para restablecer la armonía entre las culturas sociales, se deben redefinir las políticas de convivencia pacífica y de seguridad ciudadana. Las redes sociales lo hacen de una manera muy ágil. Ello ayuda a promover una cultura de participación de la ciudadanía en las actividades preventivas para fortalecer la concordia.

Algunas iniciativas incluyen fortalecer la participación de la Defensoría del Pueblo en el rol de consolidación de la armonía democrática ciudadana y la protección de los Derechos Humanos. Por otro lado, estimular la transparencia en las instituciones del Estado y el acceso a la información respecto al fortalecimiento de la convivencia y seguridad ciudadana.

Finalmente, la participación de los medios de comunicación social en la difusión de valores cívicos ciudadanos es una labor vital que no debe fallar, que permita fortalecer y desarrollar la conciencia sociocultural panameña. Ellos deben recibir el apoyo requerido para enfrentar esta tarea. Así sea.

ABOGADO

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