• 01/02/2017 01:03

Paseos

Nadie se ocupó de limpiar el paraíso que poco a poco asumirá la apariencia de un infierno contaminado

El aroma de las flores del marañón sobre la resequedad del aire y las briznas del viento, anuncian que estamos en la temporada seca. Las lluvias que desaparecen y la luminosidad solar sirven de escenario para aventurarse al campo, gozar las corrientes fluviales, aprovechar del tranquilo ir y venir de las olas playeras. Se alcanzan así mayores grados de satisfacción, pues siempre se deja atrás la sordidez citadina.

Es cambiar la rutina; trasladar el tranque callejero hacia la carretera los fines de semana. Experimentar las salidas para excursiones. La naturaleza es el anfitrión y posibilita el contacto con el bosque, la montaña, cobijarse bajo los árboles a la espera de sus frutos y el sabor ácido-dulzón que altera el paladar.

Oleadas de familias se posesionan de parajes bajo la sombra de los coposos troncos. Otros, aprovechan los ranchos sobre las arenas costeras. Pasan la jornada y extienden la dinámica hogareña a estos sitios diferentes, estimulados por el aire cálido de la época y sobre todo permitirse soltar el espíritu con la desaparición de las cuatro paredes que diariamente encierran y protegen.

Entonces el fuego se improvisa para calentar el arroz, los macarrones y el guiso preparado en la víspera. Luego del baño en las frescas aguas, los platos se llenan con las ensaladas de papa, inundadas de mayonesa y tamizadas con la rojiza tonalidad de las remolachas. Todo esto debe presentar una ‘presa' que protagoniza el almuerzo campirano momentáneo; un pollo en salsa criolla, carne de res encebollada u otra opción que completa el banquete.

‘Tenemos que aprender a utilizar esos espacios y mantener su condición para que puedan hospedar a otros. Es sencillo, solo hay que limpiar y dejar todo como se encontró'

Este deleite invita a ser opíparo. Si no, el instante pierde su valor y la cerveza no tendrá motivo.

Luego del obligado espacio de la siesta, se vuelve a las corrientes y el fragor de las crestas del oleaje para continuar la diversión; ahora en su fase vespertina. Según los usos, menores y hombres retornan al baño; mientras, las mujeres atienden los trastos y lavan los enseres de la comilona para proceder a empacar lo que regresa a la casa.

El grupo evalúa la vivencia y se alegra del lugar que se encontró propicio para el rato de esparcimiento que ha gustado a todos. Si alguien descubre algunos tamarindos que cuelgan de las delgadas ramas, o ciruelas de esas corraleras, entonces depredarán y ‘secarán' los ‘palos' del área.

Se prepara el regreso. Los viajeros suben cansados, agobiados por las bebidas a los vehículos y allí dormirán, mientras uno u otro niño, dando rienda suelta a sus personajes imaginarios, continuará con cualquier tipo de entretenimiento hasta que le piden que se ‘aquiete' para no molestar a quienes roncan exhaustos sobre los asientos del autobús y retornan a la urbe.

Atrás, donde hubo el campamento improvisado, quedarán las cenizas del fogón, platos, vasos, botellas de plástico y el reguero de los desechos, como muestra fehaciente de los invasores que durante una jornada alteraron las condiciones tranquilas del lugar. Las servilletas y bolsas serán esparcidas por el viento. Otros materiales sólidos quedarán semienterrados o en el cuello o pico de diferentes animales.

Nadie se ocupó de limpiar el paraíso que poco a poco asumirá la apariencia de un infierno contaminado, único producto de un día de esparcimiento de estas familias típicas. Como nadie obliga, no es una conducta seguida por aquellas personas que solas, en pareja o grupos se encamina

N al disfrute de un día brillante en un punto singular de esta geografía ístmica.

Poco a poco se acaban estos rincones acogedores. Tenemos que aprender a utilizar esos espacios y mantener su condición para que puedan hospedar a otros. Es sencillo, solo hay que limpiar y dejar todo como se encontró. Así los demás podrán sacarle igual provecho, obtener los servicios y hacer posible que también se emocionen.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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