• 13/02/2017 01:03

El camino del escepticismo

Pero lo que quería atender hoy, y advertirles nuevamente, es que aquí no va a pasar nada. Ojalá me equivoque, eso sería bueno

Me preocupa sobremanera algo que observé el jueves 9 de febrero. Cuando el exministro consejero del presidente Varela hacía sus acusaciones públicas y los medios de comunicación resaltaban el tema, con tantos corresponsales y equipo tecnológico (particularmente los medios televisivos más grandes), obviaron cubrir una multitudinaria manifestación de los representantes de Frenadeso (Frente Nacional por la Defensa de los Derechos Económicos y Sociales de Panamá) y del Suntracs (Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Industria de la Construcción y Similares). Esa selectividad de cobertura de eventos que afectan a la sociedad es un tanto sospechosa, por decir lo menos.

Pero lo que quería atender hoy, y advertirles nuevamente, es que aquí no va a pasar nada. Ojalá me equivoque, eso sería bueno. Unos días antes de la toma de posesión del presidente Varela en 2014, sugerí que tomáramos las ‘previsiones para que no pequemos con la intensidad de nuestros deseos y exagerar nuestras expectativas'. Eso de ‘caiga quien caiga' es una utopía que comparto, pero la realidad es otra.

Un año antes, en 2013, reflexioné sobre el comunicado de la Conferencia Episcopal de Panamá, producto de su Asamblea Anual Ordinaria, en el que los obispos señalaban que: ‘Constatamos que nuestra población ve el crecimiento económico, las grandes obras de infraestructura (…) Pero sigue quejándose de decisiones inconsultas, ausencia de diálogo que trajo graves consecuencias, incumplimiento de promesas y pérdida de credibilidad, falta de valores y corrupción en la sociedad, acciones paternalistas, debilitamiento de la institucionalidad, desconfianza en la administración de justicia, aumento del costo de la vida, mayor inversión económica en la capital que en el interior. Como consecuencia, se nota una creciente decepción social: un aumento del estrés, de la agresividad, del miedo, crispación política y una pérdida del valor de la vida'.

Este señalamiento de los obispos de la Iglesia Católica (la institución de mayor credibilidad en todas las encuestas nacionales) se da en el quinquenio del Gobierno de Cambio Democrático. Poco ha cambiado en tres años.

Pero, tengamos presente que lo que sucede hoy tiene sus raíces desde que los militares fueron depuestos, aquel 20 de Diciembre de 1989 en la masacre que representó la invasión de los Estados Unidos. Los grupos políticos y económicos que asumieron el poder en ese entonces obviaron la necesidad de hacer cambios estructurales profundos y significativos en el ejercicio del poder en Panamá. Faltaron luces largas. Faltó decisión, faltó un sentido general de reestructuración de todo el sistema político y social que necesariamente apunta a cambios fundamentales en lo educativo y cultural. Se concentraron en lo económico y se perdieron por ese camino.

Todos los sistemas políticos experimentan momentos de corrupción y períodos que han significado para ellos algún grado de retos para su supervivencia. Si nos preguntamos: ¿dónde estamos después de 27 años de la invasión?, la respuesta la estamos viviendo en tiempo real y nos debiera dar vergüenza habernos dejado llevar por este camino que nadie, a ciencia cierta, puede predecir cómo va a culminar.

Tiene vigencia lo señalado por los obispos cuando subrayan que: ‘Sigue predominando la visión de ‘desarrollo' solo como crecimiento económico (reflejada en el uso de indicadores para medir el progreso y la situación de un país (PIB, tasa de inversiones, ingreso...), olvidando la dimensión social y la redistribución de la riqueza. Durante varias administraciones, ha habido mayor preocupación por el crecimiento de los índices económicos que por la construcción de la sociedad'.

A la hora de señalar que el Gobierno está cumpliendo con el pueblo desde la misma tribuna paternalista de siempre, este sol de verano, que iluminó a Ramón Fonseca Mora el jueves pasado, alumbra con igual intensidad las tareas inconclusas que el Gobierno dejó de realizar para adecentar el país, de una vez y por todas, especialmente tomando en cuenta lo que se vivió en el quinquenio anterior.

Como hombre de fe, el presidente debió haber tomado nota de lo señalado por los obispos y entregarse en 2014 a corregir el rumbo en su momento más objetivo. Eso toma valentía hacerlo. Esa corrección, le hubiera devuelto a la ciudadanía el sentido de respeto a las instituciones y confianza en los procesos, le hubiera reservado un lugar especial en la historia nacional; tendría el respeto de la ciudadanía y nos hubiera liberado de seguir por este incierto camino.

COMUNICADOR SOCIAL.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus