• 14/02/2017 01:02

¡Más de un siglo de educación republicana!

En más de un siglo de educación republicana (1903-2017), una de las características indiscutibles de la vida cultural de Panamá

En más de un siglo de educación republicana (1903-2017), una de las características indiscutibles de la vida cultural de Panamá ha sido la intensa preocupación nacional por los problemas de la educación. Ello se ha reflejado a lo largo de más de una centuria de quehacer educativo, no solo a través de debates que apasionaron y alguna vez hasta dividieron a la opinión pública sino también de realizaciones positivas indiscutibles.

La inauguración del Teatro Nacional, en 1908; el Instituto Nacional, en 1909; la Universidad de Panamá, en 1935; la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena, en 1938; el Colegio Abel Bravo, en 1942; la puesta en vigor de la Ley Orgánica de Educación, en 1946, constituyen obras de primerísima importancia cultural, que son testimonios y dan fe de la experiencia educativa de Panamá, sus proyecciones y logros en las primeras siete décadas del acontecer republicano.

A pesar de los progresos innegables que la nación panameña ha hecho y sigue haciendo, es preciso reconocer que el estado actual de nuestra educación dista mucho de responder a las necesidades de la época y del acelerado proceso de cambios sociales y económicos que vivimos. Así lo sugiere la creciente insatisfacción del público por el desajuste que se percibe entre la orientación y estructura de los servicios escolares en todos los niveles y las crecientes necesidades educativas del país.

La mayor parte de las dificultades que estamos en trance de superar, se pudiera resumir así: la rigidez y la uniformidad de los programas de enseñanza, orientados selectivamente hacia la Universidad; la insuficiencia y la relativa ineficacia de la escuela básica y media y de la enseñanza vocacional y técnica; las deficiencias en la formación de los maestros y profesores, y la separación que existe en las diversas ramas.

Los hechos señalados no son más que otros tantos síntomas de una situación que se agrava día a día y que es urgente remediar; porque se trata no solamente de problemas aislados sino de una profunda crisis del sistema escolar en todos sus aspectos y todos sus niveles: nuestra educación no está reaccionando en forma coordinada ni eficaz, a las exigencias de la etapa de desarrollo en que vivimos ni en la previsión de las nuevas exigencias que ésta traerá consigo, en materia educacional. Se trata de una verdadera mengua en la política educativa, que ha permitido algunas iniciativas aisladas o parciales, pero ha hecho imposible abordar hasta ahora en su integridad y en su conjunto los problemas educacionales, de cuya solución depende el futuro de la nación panameña.

Esta profunda crisis se debe en el fondo (como lo sabe todo el que no quiere echarse tierra a los ojos), a la improvisación, las opuestas posiciones doctrinarias, fundadas en consideraciones muy respetables, pero parciales y a veces anacrónicas, que con respecto a la educación han predominado durante los últimos 50 años en la vida política nacional. Además, la controversia inútil que mantienen, desde hace años, el Ministerio de Educación (Meduca) y los gremios magisteriales, ha contribuido a profundizar aún más la crisis educativa.

Es preciso comprender que la educación es un problema nacional que no puede ser patrimonio de ningún grupo, sector o partido; que para satisfacer las aspiraciones de ciertos grupos que se juzguen legítimas en una democracia, hay caminos menos costosos que el que ha llevado a casi la parálisis de nuestro sistema educativo. En un país maduro en lo político, la educación interesa, con razón, a todos los sectores nacionales, y las grandes líneas de su orientación deben reflejar un entendimiento razonable de los diversos puntos de vista de un consenso fundado en las consideraciones superiores del futuro de la Nación.

Estos requisitos indispensables de una política educativa eficaz suponen tener en cuenta, por una parte, las aspiraciones comunes de todos los sectores de la opinión pública en lo que a la educación de sus hijos se refiere y, por otra, realizar una estimación objetiva del estado actual y de las perspectivas de desarrollo de todas las regiones del país. ¡He ahí la necesidad de una Planificación Integral de la Educación!

PEDAGOGO, ESCRITOR Y DIPLOMÁTICO.

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