• 04/04/2017 02:03

La democracia en América Latina

Quien quiera buscar rumbos serios y científicos para la orientación de nuestras actividades educativas

La solidaridad humana se basa en la igualdad natural de los hombres e impone, en principio, la instauración de los vehículos de fraternidad en las relaciones internacionales de todos los pueblos del planeta, sin distinción de razas, de civilizaciones o de latitudes. La historia o la geografía, con todo, han establecido nexos especiales entre ciertos núcleos humanos que, por ello, se hallan señalados para compartir más de cerca las vicisitudes colectivas hacia un destino común.

Tal es el caso de los pueblos del continente americano, cuya estrecha articulación en una gran familia internacional se basa en determinantes diversos, ya bastante conocidos, pero que no sobra destacar en la oportunidad.

La democracia no es una imposición de la ley sino una costumbre social. No basta que en el estatuto constitucional de un pueblo se consagre el fuero de los derechos ciudadanos para que tal fuero sea una realidad en la vida colectiva. La libertad de industria y comercio puede estar consagrada en la Constitución y abolida en la práctica por la tolerancia de los monopolios de hecho.

La libertad de voto puede hallarse consignada en la Carta entre los derechos fundamentales del ciudadano y ser anulada o desconocida por la coacción, la violencia o el fraude. Todavía más: en el supuesto de que el ejercicio de los derechos ciudadanos halle amplio campo de garantías, no se podrá afirmar que estos cumplen su fin esencial sino cuando emanan de una voluntad consciente.

Existe una tendencia entre los preconizadores de la democracia inorgánica a admitir que basta la expresión de la masa en la materialidad del sufragio para que éste se considere como el índice de la voluntad ciudadana. Pero no es el volumen como una masa cuantitativa lo que imprime sentido al sufragio, es la presunción de que la totalidad de los votos emitidos y cada uno de ellos representan la voluntad libre y consciente de los ciudadanos.

Si estamos, pues, en presencia de una presunción sobre la cual se edifica la institución del sufragio, el cual, a su vez, sirve de fuente para legitimar los títulos de los representantes de la soberanía nacional, nada más lógico que exigir que tal presunción se justifique en la realidad social.

Pero, ¿cómo podríamos justificar la presunción de conciencia del voto, si la gran mayoría de los ciudadanos no es capaz de dar un mínimum de explicación racional sobre el porqué de sufragar en uno o en otro sentido? Quebrado tan frágil cimiento, reaparecerá la barbarie anárquica, el dominio de la violencia, el imperio de la vindicta privada y, como consecuencia, para dominar el caos y someter el desorden, la dictadura en las formas habituales.

Quienes aprecian las culturas actuales de América por lo que ocurre en sus grandes centros urbanos en los núcleos intelectuales, y en los círculos de la alta clase social, están formándose una visión de superficie que no los llevará al conocimiento de la realidad americana.

Sobre un mismo territorio, englobados muchas veces en el espacio de una estrecha superficie, coexisten dos pueblos, dos tipos de cultura, dos núcleos humanos, ligados por vínculos de idéntica nacionalidad mas psicológicamente distanciados. Son dos pueblos, dos humanidades diversas: el hombre civilizado de las ciudades y el hombre elemental de los campos y barriadas.

Ya Domingo Faustino Sarmiento había anotado el fenómeno en algunas páginas de su ‘Facundo'. Pero el hecho tiene una trascendencia sociológica mucho mayor de la que le diera el gran estadista y educador argentino. El constituye, ya lo hemos expresado en varias ocasiones, la cuestión de fondo de la cultura nuestra, la razón causal de la mayor parte de todos los demás problemas, tanto de orden cultural como político y económico.

Quien quiera penetrar en el subsuelo de la existencia de nuestros pueblos, que vaya directamente hasta hallar este estrato profundo; quien quiera hallar la raíz más honda de los complejos mentales de nuestra gente mestiza, que remueva resueltamente este terreno sociológico. Quien quiera buscar rumbos serios y científicos para la orientación de nuestras actividades educativas, que capte en toda su capacidad acondicionadora de destinos este supuesto humano.

PEDAGOGO, ESCRITOR, DIPLOMÁTICO.

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