• 26/05/2017 02:03

Lencho Jaén, un panameño diferente

La sociedad panameña vive un caos existencial, la institucionalidad del Estado está en manos de los mediocres. 

La sociedad panameña vive un caos existencial, la institucionalidad del Estado está en manos de los mediocres. Los corruptos hacen del juegavivo una norma cotidiana, carecemos de ejemplos ciudadanos, la amoralidad es una actitud colectiva.

Panamá tiene seres fundacionales, arquetipos que pueden orientar a la juventud con valores éticos, cívicos y patrióticos, pero los medios de comunicación lo banalizan todo, hacen un espectáculo de las acciones delictivas de los rufianes de la clase política y empresarial empeñados en saquear los bienes públicos con impunidad e inmunidad. El tener sin escrúpulos caracteriza la conducta ciudadana.

Laurencio Jaén y Jaén, es uno los seres luminosos que nos pueden salvar de ese mar tormentoso de la corrupción que asedia a Panamá, su vida la dedicó a hacer Patria.

Heriberto Torres Acosta y Ricardo Arturo Ríos Torres, dos institutores, llegamos a Penonomé como profesores del colegio Ángel María Herrera en la década de 1960. Allí conocimos a Lencho, un hombre diferente, con pensamiento crítico, de espíritu cristiano, pero fundamentalmente un contestatario.

Laurencio Jaén, era profesor de Artes Industriales, sencillo, de mirada directa, de convicciones vanguardistas para la época.

Militó con nosotros en todos los movimientos sociales, educativos y patrióticos. En la gran huelga docente de 1965 promejoramiento económico, fuimos detenidos por la policía por órdenes del gobernador, recorríamos las calles de Penonomé en su vehículo invitando a las marchas que se daban en la ciudad de Panamá. La presión de los educadores obligó a las autoridades a ponernos en libertad. Lencho se solidariza con la lucha de los campesinos de los altos de Coclé; igual con la protesta contra el alto coste de la luz, en ese movimiento obligamos a David Samudio, como director del IRHE, a concurrir al mitin celebrado en el parque de Penonomé.

El 9 de Enero participa en el Comité de Defensa de la Soberanía y en la toma de la base militar estadounidense de Río Hato el 11 de enero de 1964.

Lencho apoya a los campesinos de la comunidad del Coco cuando se enfrentan a los latifundistas de la región. Los gamonales organizan una golpiza contra Lencho, la cual provoca la reacción inmediata de la comunidad, en especial de los docentes y estudiantes del Ángel María Herrera.

La unidad de acción contra la explotación antihumana de la época nos permite conocernos. Lencho, al inicio, lo vimos como un representante de la sociedad clasista apoyada en un cristianismo ritualista; la comunidad nos cuestionaba de ateos o comunistas. La desconfianza se disipa en el debate por la superación del hacer escolar y luego en la lucha social. Lencho, en la praxis supera el catolicismo de púlpito y es congruente con la militancia que acepta a todos los seres sensibles, así tejemos una sólida amistad.

Lencho, como cristiano, evaluó su religiosidad con nuestro actuar contestatario; aceptación que nos llevó hasta su familia-hogar y observar hechos que ilustraban un cristianismo liberador del ser humano.

Heriberto, al dirigir el colegio Ángel María Herrera, designa a Lencho como consejero de los graduandos; función que ejerce con la visión de formador de valores. Lencho, al conocer la renuncia de Heriberto al cargo de director, propone que un pequeño grupo, realice una excursión a Darién.

La selvática región lo impacta y se va a vivir con su esposa, Teresa Conte, a Jaqué, allí dirige cursos de Ebanistería para enseñar a la comunidad a ser independiente. Lencho se integra a la Universidad Popular de Darién como docente y gestor de empresas en el uso de la madera, ya venía con la experiencia de fundador del Centro Universitario de Penonomé con Olmedo Domingo.

Teresa es una mujer comprometida, ajena al matrimonio convencional y con Lencho hacen una pareja excepcional.

El arribo a Jaqué es de novela, llegan en un barco cargado de herramientas y se alojan en una casa frente al mar, allí llegan sus hijas, familiares y amigos, están en la tierra donde Balboa con Panquiaco avistó el Mar del Sur.

Lencho organiza una empresa para el uso de la madera, capacita a 32 lugareños, es tal el entusiasmo que renuncia a su salario como docente en beneficio de la cooperativa. Teresa, orienta a las mujeres para ser útiles en la comunidad. Jaqué se beneficia con tres talleres de ebanistería y una escuelita para parvularios.

Lencho y Teresa después de tres años de compartir con la comunidad de Jaqué, siguen su peregrinar en otras latitudes y sin ceremonias protocolares se despiden. Las huellas ejemplares de dos penonomeños quedan en Jaqué y en el alma nacional.

EDUCADORES JUBILADOS.

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