• 10/06/2017 02:00

Panamá en Colombia. Memoria y Nación

Entre 1850 y 1859 aparece de manera súbita el tema Panamá bajo la narración de Ciencia y Progreso. 

Es Bogotá, tres de noviembre de un año cualquiera. Cubierto bajo la opaca atmósfera de sus cielos nublados, me apuro a las escaleras del Museo Nacional de Colombia con la expectativa de encontrar referencia panameña —en las exhibiciones que reconoce— dentro del imaginario de la sociedad bogotana, el territorio panameño. Memoria y Nación es la última exhibición renovada del Museo Nacional de Colombia, iniciativa resultado de la reflexión de los colombianos, emprendida por este y que viaja por ‘los derroteros de uno incluyente y vinculante, reflejo de una diversidad y complejidad de la Nación'. Así, mientras se recorren las salas subsiguientes de historia republicana que cuentan la historia de la Colombia de finales del siglo XIX y principios del XX, la propuesta lo hace mediante una mirada transversal, donde el referente de Panamá está ausente.

Pasando por los antecedentes coloniales que compartieron los territorios de Panamá y Colombia como parte de los Virreinatos del Perú y de Nueva Granada, la ausente memoria y la relación entre el puerto negrero de Cartagena y su cercano Portobelo persisten. No hay referencia ni relación entre el tráfico de la mano de obra esclava desde Cartagena a Portobelo, y de esta a las sociedades de Suramérica —vía camino Real o Cruces— por la ruta de Panamá. La historia pasa por alto el ataque de corsarios y piratas y el acoso de las fortificaciones del Caribe: Cartagena, Portobelo y el célebre San Lorenzo Real de Chagres, tomadas por Henry Morgan, como también asediado por Vernon y Drake. La relación comercial y militar entre Cartagena y la ciudad de Portobelo en Panamá no se encuentra en las exhibiciones del Museo y del contexto de la región del Caribe occidental.

Siguen ausentes en la memoria de Colombia los antecedentes que comparte con Panamá y que están relacionados con las plantaciones de banano y plátano —que saltan desde Santa Marta y Barranquilla— sobre la historia de Bocas del Toro en Panamá. En la historia del banano no hay memoria ni referencia de Michael Theodore Synder y Minor Keith por allá por 1890. Para ese entonces éramos colombianos y temporalmente, se organizan las primeras plantaciones de banano por la United Fruit Company en Panamá. La historia del banano en Colombia solo recuerda a Rafael Reyes y olvida a José Manuel González y las semillas de banano que él lleva desde Panamá para la primera plantación de ese cultivo en Ciénega, Colombia.

Entre 1850 y 1859 aparece de manera súbita el tema Panamá bajo la narración de Ciencia y Progreso. Hay un atisbo en la visión de la construcción de un canal de comunicación entre los océanos Pacífico y Atlántico. Se destaca, y no es casual que para 1831 aparece en la iconografía del escudo de la Nueva Granada el istmo de Panamá, los dos mares y sendos navíos.

Panamá se muestra nuevamente y de manera más extensa y desarrollada en la narrativa museística bajo el contexto de la Guerra de los Mil Días. La influencia favorable por parte de los Estados Unidos al partido Conservador, que apoya a las elites locales para lograr finalmente la separación de Colombia... ‘la entrega del Canal y la propia tierra'. Hay una referencia al Tratado Herrán-Hay y se reproduce en las exhibiciones un diálogo entre Hay y Roosevelt que no vale la pena transcribir.

El papel de los museos en la lectura de la historia de las sociedades es importante. El Museo Nacional de Colombia y las exhibiciones que narra su historia republicana entre los finales del siglo XIX e inicios del XX es importante para entender dónde convergen los caminos de nuestra común relación. La interpretación museística del Museo no avanza sobre un vacío histórico y no reconoce la relación entre los territorios de Panamá y Colombia. La siguiente pregunta y que sería hecha por el abogado del diablo ¿tendría que contar esa visión de la historia? Mi respuesta sería sí, y es aquella que dimensiona la interpretación integral de la historia mediante las exhibiciones del Museo, como aquella que no debería obviar importantes vínculos y relaciones entre las dos naciones. Panamá y Colombia pertenecieron a los mismos virreinatos, compartieron el comercio de esclavos, el asedio de piratas y corsarios durante los tiempos coloniales y finalmente las expectativas —truncadas— de la construcción de una ruta transoceánica bajo la Gran Colombia.

La adhesión de Panamá al proyecto de la Gran Colombia está ausente o no queda claro. Panamá y su geografía aparecen en el escudo de la Nueva Granada y persisten en la versión de Santander para negar el propio territorio en la historia que cuenta el mismo Museo. Parece interesante la contradicción que nos presenta esta institución para entender o interpretar la relación de Panamá en la construcción e interpretación de una historia común. Cierro para preguntar bajo la visión de esta propuesta de interpretación, ¿si Panamá alguna vez perteneció a Colombia?

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