• 10/07/2017 02:03

Semántica, derechos y libertad

El matrimonio entre dos personas del mismo sexo trata de garantizarles los derechos a ciudadanos que han mantenido una relación de pareja

No acostumbro tratar temas que considero que otros profesionales y ciudadanos que opinan en el escenario público hacen muy bien. He dejado eso claro varias veces. Instruyen e ilustran con argumentos más claros y validados. No hay que ser redundante, si no hay aportes significativos que eduquen, eleven el nivel del debate o agreguen valor. Dicho eso, quiero referirme brevemente al tema del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Brevemente, porque opinar sobre este tema con la intención de educar, puede llenar varias cuartillas. Hay un intento con el fin de discutir esto con seriedad, pero tengo la sensación de que prevalece la ignorancia malsana; desde las posiciones más insensatas y crueles, hasta las más ridículas y peligrosas, y la intención real y el fondo del asunto queda en la incertidumbre e imprecisión.

Ni más ni menos, el matrimonio entre dos personas del mismo sexo trata de garantizarles los derechos a ciudadanos que han mantenido una relación emocional de pareja, de amor, compañerismo y solidaridad, pero a quienes el presente sistema no les reconoce esos derechos. Me desagradan las cosas enredadas, cuando, a simple vista, pueden ser sencillas y para los fines de este artículo, esa es una definición sencilla y práctica, lejos de los tecnicismos legales o el misticismo.

Respeto a los que honestamente practican su fe y personalmente doy ese espacio sin críticas ni cuestionamientos, pero tampoco veo el mundo a través del prisma de las supuestas leyes divinas ni religiosas. La religión es un asunto de fe, sin mayores y comprobados registros históricos sobre eventos, personajes y seres divinos.

Apoyados en esa fe, suficientes y demasiados son los ejemplos que hay y han existido que dejan evidencias de la manipulación que las organizaciones religiosas y muchos individuos (pastores) hacen de sus seguidores en beneficio propio. Enriquecerse desmesuradamente a costillas de otros.

En eso de las cosas simples y poco enredadas, hay un problema de semántica, por ejemplo, un freno innecesario con el uso del término ‘matrimonio', si lo que buscamos, al fin y al cabo, es la protección de los derechos de estas parejas como expuse arriba. Pero igualmente, y para ser justos, nadie tiene el derecho inalienable sobre el uso del término a la hora de definir uniones. Definir su unión como ‘matrimonio' es un asunto de libertad: la misma con que otros se denominan ‘apóstoles'.

El otro día varias personas que quiero mucho y que evidentemente rechazan la legalización de matrimonio entre personas del mismo sexo, colgaron en algunas de sus redes sociales un breve video de miembros de la comunidad LGBT realizando actos un tanto ofensivos en público; con algo de exhibicionismo y libertinaje. Exagerado y bochornoso ese comportamiento diría yo. Con ese video como ejemplo, justificaban su rechazo aduciendo malos ejemplos a la comunidad, la niñez, y por consiguiente su desacuerdo con la unión de estas parejas en matrimonio. Reducir y encerrar un tema o discusión a ese nivel y con ese argumento me parece poco razonable. Me queda la interrogante si, esos actos en el video, hechos por heterosexuales bajo las mismas condiciones, serían aceptables.

Me desagrada tener que justificar el valor de un ser humano, eso nos ha pasado a la comunidad negra por siglos. Que somos capaces: doctores, profesores, científicos, investigadores iguales o mejores que cualquiera. Pero al final, soy un ‘negro de mierda'. He tenido la fortuna de poder trabajar, compartir e intercambiar con individuos, de varias naciones y culturas, estratos sociales, particularmente en el mundo académico y cultural en universidades y centros de investigación y enseñanza en varios países. En todas las comunidades están los que tienen otras preferencias sexuales y los aportes de estos seres humanos al desarrollo de la humanidad, no son menores que los de ningún otro grupo.

Este tema tiene muchas aristas que, por donde sales con un argumento a favor, te aparecen varios en contra, con rabia e inquina. Al final, para este servidor, se trata de algo muy sencillo, como ya expresé. Lo que yo sí quiero dejar bien claro, con la responsabilidad de mi firma en esta columna, es que, cuando hablamos de los miembros de la comunidad de LGBT, lo primero que ven muchos en sus mentes limitadas es un acto sexual; yo veo a seres humanos que tienen derecho, al igual que tú, a su libertad.

COMUNICADOR SOCIAL.

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