• 26/07/2017 02:03

Ya Venezuela no da para más

Ojalá, llegado el momento y la posibilidad, logren reconstruir el país, lo más pronto posible.

Todas las informaciones que nos llegan de Venezuela nos traen el mismo mensaje, sean noticias oficiales del Gobierno o reportes de la oposición, la historia es la misma; ella nos lleva a una ineludible conclusión: el país es ya ingobernable. Si no, ¿cómo se puede propiciar el bienestar y desarrollo nacional en una sociedad en permanente zozobra, intranquilidad, desafío a las autoridades, gases lacrimógenos, tiroteos, detenidos, muertos y heridos que se cuentan por cientos y miles? No se puede tapar el sol con un dedo ni siquiera con una o varias manos.

Quienes vivimos entonces, recordamos el Panamá de finales de los 80 y sabemos lo que se siente y se experimenta en esas circunstancias. Algo muy parecido nos sucedió cuando nuestro pueblo y la Cruzada Civilista decidieron tomarse las calles, poner el pecho, repudiar el régimen dictatorial y a, riesgo de su libertad y de su propia vida, gritar ¡Basta ya! Que nadie ose asegurar que la invasión fue pedida por algún compatriota desquiciado porque no hay nada más alejado de la verdad, aunque alguien se atreva a aventurarlo. Sin esa invasión y con el repudio general, el régimen muy pronto hubiese caído por su propia incapacidad de sostenerse, sin piso que lo soportara.

Lo que sucede en Venezuela es una reedición del libreto panameño, proporciones guardadas por el tamaño de la población. Pero el salvajismo y la saña con que se reprimen las manifestaciones de la oposición y se aúpan y financian las manifestaciones del oficialismo, son muy parecidas. El valor del pueblo venezolano hoy día es equivalente a la valentía y decisión del pueblo panameño de hace escasamente 30 años.

Prácticamente toda la América, al unísono, está insistiendo en el fin de las hostilidades. La Organización de los Estados Americanos, OEA, que en el caso de Panamá resultó ser tan ineficaz, ha tomado una clara posición con su secretario general al frente. La OEA no está dispuesta, como sucedió con nosotros, a tomar una posición blandengue y timorata que no produjo ningún resultado.

Como en nuestro caso, el problema no estriba solo en el jefe supremo del Gobierno sino en el grupo que lo rodea. Si se llega a entendimientos sobre su futuro y su seguridad personal y de su familia, nada garantiza que quienes constituyen el grupo íntimo que lo rodea en sus acciones de desgobierno y caos vayan a recibir igual trato y garantías personales. Son, a no dudar, quienes más se habrán de oponer a una salida negociada pacíficamente.

Pero el problema no acabará con la salida del grupo gobernante, cualquiera que sea. Indiscutiblemente que habrá necesidad de integrar un Gobierno transitorio encargado única y exclusivamente de organizar el camino hacia la recomposición del país. No debería hacer nada más en el corto tiempo con el cual contaría para entregar el poder permanente a quienes el pueblo venezolano libremente escoja.

Y salvado ese nada fácil e importante escollo, queda por delante que los grupos que hoy se unen en la lucha por la libertad, se pongan de acuerdo en el camino a seguir en lo tocante a la política, la economía, lo fiscal, lo moral y la justicia a aplicar. Esos serán temas difíciles y espinosos en la agenda nacional, si no logran acordar un Plan Básico de Reconstrucción Nacional y eviten que afloren ambiciones partidarias, personales o económicas que hoy pudieran estar adormecidas o disimuladas porque la lucha es una, frontal contra un enemigo común. Ojalá presagios así no se cumplan. Ojalá, llegado el momento y la posibilidad, logren reconstruir el país, lo más pronto posible.

EXDIPUTADA

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