• 25/02/2018 01:03

Lo que es bueno para el ganso

A mi manera

Diariamente leo publicaciones nacionales y extranjeras y de diferentes tendencias. En el diario El País, España, de 17/2/2018 leí ‘La epidemia de la soledad' de Andrés Oppenheimer sobre los adultos mayores y el aislamiento de los jóvenes que viven enganchados en Facebook y otras redes sociales; su escrito lo motivó que la ministra británica Theresa May nombrara una ministra de la Soledad; como a él, noticia tan peculiar despertó mi interés. Las autoridades británicas consideran la soledad una epidemia, sobre todo en adultos mayores, y para atenderla están preparando programas para incorporarlos a actividades de trabajo voluntario de servicio social, entretenimiento, etc. Me causó alegría saberlo y hasta pensé en que eso deberíamos hacer en Panamá sin crear el ministerio por razones conocidas (solo vea los zafarranchos en el Ministerio de Ambiente). Pero en otros diarios una noticia sobre la vejez me puso ‘los pelos de punta'. ¿Cuánto valgo yo, doñita pasadita en años, para el Fondo Monetario Internacional (FMI)? Creo, después de leer varios documentos sobre el lastre que les represento, que resienten que esté sobregirada en años y gastos que afectan sus proyecciones financieras. Según descarnadas declaraciones de la no jovencita, Christine Lagarta (perdón, Lagarde), directora del FMI, ‘Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo ya'. Esto lo planteó en 2012, 2015 y en 2017; es un riesgo que la gente viva más de lo esperado, así que propone recortar las pensiones, aumentar las cotizaciones y la posibilidad de que los Estados contraten con aseguradoras privadas la cobertura de ese riesgo…'. ¡Qué manera de tratar de aniquilarnos sin mandarnos a tomar cianuro!; o a campos de concentración a pan y agua; u ordenar a las farmacéuticas no fabricar más medicamentos para los que superen la edad que el FMI considera productivos para los intereses que representan. Se me ocurre, también, que para acortarnos años de vida podrán proponer que nos den ocupaciones riesgosas para la salud y la integridad física, tales como fumigar sembradíos con pesticidas tóxicos ¡sin mascarilla!; vender lotería o trabajar en tiendas de chinitos en Tocumen, la 24 de Diciembre, San Miguelito, Pedregal, etc., donde reinan las armas; o cortar el pago de jubilación para que, por inanición, les aliviemos la inútil carga económica que somos. ¿Crueldad? No más que las medidas que tienen en mente los señores que exigen que los Gobiernos reconozcan que subvencionar el gasto del envejecimiento les puede crear un serio problema en el futuro y que ‘es un riesgo grave para las grandes empresas'.

La mayoría de los países están amarrados con las recomendaciones (órdenes) del FMI y como hemos sido tan obedientes a lo largo de todos estos años, vayan pensando lo que podría pasar cuando lleguen a la edad que el FMI considera tope razonable; porque las propuestas son aumentar edad de jubilación, recortar el monto de las pensiones y de gastos sociales (no incluyen jugosos salarios para ejecutivos del FMI ni de altos funcionarios estatales que tienen que reunirse con ellos volando en primera clase y hospedándose en lujosos hoteles).

En el trío macabro, compuesto por Lagarde, el español José Viñals y el japonés Taro Aso, este último dijo, sobre la alarmante situación de los viejos que no nos morimos a voluntad de ellos, (no sé si por mala traducción como quisiera pensarlo) que el problema sustancial del aumento del gasto destinado a pensiones públicas ‘no se resolverá a menos que se den prisa a morirse los ancianos'. ¿Qué sugiere para su país, Japón, donde parte de su población tiene 65 años o más? Se estima que para el 2025 unos 3.1 millones de residentes de Tokio, solo, tendrán 65 años, de acuerdo con el Ministerio de Salud. ¿Llevarlos a una isla y bombearles aguas contaminadas de la central nuclear Fukushima? En diciembre 1991 Lawrence Summers, economista jefe del Banco Mundial, en memorándum que se filtró: ‘Creo que la lógica económica detrás del vertido de una carga de basura tóxica en el país de menor salario es impecable, y debemos hacernos cargo de eso'. Lógica cuando de ‘economía' se trata.

Como mis años me permiten ignorar el lastre que soy para el FMI, este escrito es para que se tenga claro que los poderes hegemónicos económicos tienen en sus mercantilizadas mentes que el ser humano debe ser desechado cuando no rinde ganancias a la caja registradora de los que manejan el mundo detrás de la fachada del FMI. Lagarde tiene 62 años, pero dudo que esté dispuesta a renunciar al salario de casi $480 mil anuales sin impuestos más otros aderezos y una jugosa jubilación. Con ella no va el refrán ‘Lo que es bueno para el ganso, es bueno para la gansa'.

COMUNICADORA SOCIAL.

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