• 11/06/2018 02:00

El progresismo de Robert Kennedy

 En aquel junio de 1968 se produce el funeral de una década impregnada por el idealismo de la juventud estadounidense posterior a la II Guerra Mundial.

El 6 de junio se cumplieron 50 años del asesinato de Robert Francis Kennedy, ocurrido durante la era turbulenta contra los líderes de la Norteamérica liberal. Revueltas estudiantiles contra la guerra de Vietnam, protestas campesinas dirigidas por César Chávez y los disturbios raciales provocados por los recientes asesinatos de Martin Luther King, dos meses antes, y el de Malcolm X en 1965. En aquel junio de 1968 se produce el funeral de una década impregnada por el idealismo de la juventud estadounidense posterior a la II Guerra Mundial.

Muchos recuerdan a Robert Kennedy como un icono del progresismo izquierdista estadounidense, aunque lo cierto es que vivió una vida de camaleón en la que cambió en ocasiones sus principios políticos. Durante el macartismo se presentó como un guerrero anticomunista de la Guerra Fría, ubicado claramente a la derecha del espectro político y acabó siendo un modelo para los liberales al estilo de Barack Obama.

Trabajó como consejero del senador MacCarty durante la época de la ‘cacería de brujas' contra los acusados de comunistas. Pero a partir de 1961 como fiscal general de su hermano, combatió a la mafia y al sindicalismo, pero también intervino las comunicaciones del reverendo King y apoyó a la CIA en sus planes para matar a Fidel Castro.

Fue receptor y propulsor de los cambios que se produjeron en la sociedad estadounidense, apostando contra una sociedad opulenta, pero injusta.

En su último discurso el 5 de junio de 1968, luego de asegurar la nominación por el partido Demócrata en Los Angeles, abogó por un cambio de dirección política de los EE.UU. Habló de abrir un diálogo ‘sobre lo que vamos a hacer en las áreas rurales de este país, lo que vamos a hacer para aquellos que siguen pasando hambre, lo que vamos a hacer en el resto del mundo o si debemos continuar con las políticas fallidas en Vietnam'.

Su vida política camaleónica le rodeó de gran cantidad de amigos, pero también de enemigos. Su relación con Israel pudo acelerar su asesinato. Efectivamente, Robert Kennedy había establecido una íntima relación con Israel y un apoyo claro e integral al Estado judío, quien un año antes había ocupado Jerusalén y otros territorios palestinos.

Durante el juicio a Bishara Sirhan, declarado su asesino, este trató de explicar el crimen en su contexto político. ‘Cuando trasladas a un país y a un pueblo entero, cuando los arrancas de sus casas, de sus tierras, de sus negocios... Eso es muy injusto, es lo que me hizo arder por dentro. Lo hice por mi país'.

A pesar de que quienes han investigado el asesinato concluyen que ‘el papel de Sirhan acabó siendo el de señuelo en el truco de un mago', lo cierto es que el palestino disparó ante la presencia de testigos con un arma de solo cuatro tiros cuando se supone que Kennedy recibió más de cinco.

Es muy probable que no se sepa con claridad lo que ocurrió, porque la mayoría de los actores están muertos. Lo cierto es que Sirhan sigue en la cárcel a sus 74 años. Y que Robert Kennedy es historia desde hace medio siglo, la historia de lo que EE.UU. pudo ser si hubiera llegado a presidente. La historia de un hombre notable, pero no exento de matices que inspiró a millones de personas en la época más tumultuosa de los estadounidenses.

PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE PANAMÁ.

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