• 14/11/2018 01:01

Un ojo en las entrañas del periodismo moderno

Posiblemente la profesión que más polémicas —teóricas, lingüísticas, de fondo y de forma— ha generado en los últimos dos siglos es el Periodismo.

Posiblemente la profesión que más polémicas —teóricas, lingüísticas, de fondo y de forma— ha generado en los últimos dos siglos es el Periodismo.

Aquellas interminables discusiones forjadas en los calderos del intelectualismo del siglo XVIII, respecto al valor del Periodismo como género literario; pasando —en el siglo XIX— por los enfrentamientos conceptuales por aquella teoría que proponía que solo se trataba de un oficio, y las discrepancias semánticas entre aquellos que cuestionaban su validez como ciencia y como arte; o los encarnizados debates que hoy en día se dilatan en torno a la existencia o no de la especialidad del Periodismo de Investigación, son solo tenues ejemplos.

Al parecer, siempre habrá quien busque una razón, en ocasiones inverosímil, en otras obtusa, para minimizar el valor intrínseco e histórico que en defensa de las democracias, las libertades y los derechos ciudadanos, ha representado la profesión del Periodismo. A pesar de ello, en los círculos teóricos no hay espacio para debatir —por lo menos por ahora— ninguno de los temas antes enunciados.

En este momento, la intranquilidad de los ‘grandes pensadores del Periodismo' va en dirección hacia la posible desaparición de la profesión, como resultado de la masificación de las redes sociales y el Internet, y su complicidad en la transformación en el llamado Periodismo ciudadano.

El Internet es la conexión del mundo; el nuevo enlace de los conocimientos y las opiniones, y como tal, ha provocado que el mundo de la información marche a pasos agigantados de la mano con la constante actualización de contenidos, creando una nueva especie de periodista: aquel empecinado por la rapidez y la inmediatez, ese que prefiere presentar la información antes de investigarla o explicarla.

Pero el Periodismo ciudadano es simplemente el derecho que tiene todo individuo de acceder, por los medios a su alcance, al intercambio comunicativo, producto de recoger y difundir información de forma independiente, con el uso de las herramientas del ciberespacio. Y en muchos casos, es consecuencia del sinsabor de boca que genera la desmedida —en apariencia— concentración del poder informativo de los medios de comunicación; situación que muchos sectores de la sociedad —equívocamente— consideran como una mordaz violación al derecho universal de informar.

Hay quienes pronostican un escenario dantesco respecto al contraste que genera el Periodismo ciudadano y la imperativa necesidad de encontrar nuevos métodos de gestión informativa para los contenidos editoriales, a fin de ofrecer al receptor de la información un mejor producto editorial, y otorgar un valor agregado al principal rubro del Periodismo: la credibilidad.

Otros ‘alarmistas' ven al Periodismo ciudadano como una amenaza, cuando en realidad, es un apoyo más a la responsabilidad social que tiene el Periodismo. Si se analiza con corazón calmoso, esta modalidad abre una monumental oportunidad para la obtención de datos, informaciones, conocimientos, opiniones y críticas de fuentes informales, que bien evaluadas pueden servir al profesional del Periodismo como ruta o como elementos iniciales del mapeo informativo.

Al margen de todo esto, este nuevo estilo informativo ha sido provocado principalmente por algunas erradas tendencias profesionales que, como periodistas, hemos desarrollado con el transcurrir de los tiempos.

Lamentablemente, como periodistas tenemos la nefasta tendencia de buscar los defectos, pero nos resistimos a enaltecer las virtudes. En ocasiones, tramitamos la información sin medir las posibles afectaciones que puede provocar. Algunos justifican esta degradación profesional con sembradas conveniencias económicas o ideológicas.

En muchos casos, los periodistas nos hemos convertido en cajas de resonancia, en entes repetidores, en escuetos mensajeros, en simples traductores de la información o lo que es peor... en protagonistas de la información, sin que medie entre nuestras prioridades profesionales un verdadero interés por investigar, indagar y profundizar; lo que da pie a que se cuestione la profesión.

Alucinar con lo urgente o lo escandaloso, suele ser más tentador que investigar y dominar el tema. Privilegiamos la polémica sobre el diálogo; la violencia sobre la ecuanimidad y la mesura; el conflicto sobre el bienestar, y sin darnos cuenta, solemos perder la perspectiva.

No nos detenemos a analizar que, al ejercer con estos desviados valores, estamos subestimando la capacidad de nuestro público receptor. Así las cosas, ¿cómo es posible orientar con profesionalismo? ¿Podemos informar con seriedad y compromiso sin indagar a profundidad los problemas y sus posibles soluciones? Me parece que no.

Es por ello que ese público afligido, en su búsqueda por nuevas opciones informativas, encontró en el Periodismo ciudadano una salida a sus preocupaciones e insatisfacciones informativas. Lo que nos brinda la oportunidad de abrir los ojos y ver hacia nuestros adentros para mejorar nuestro producto informativo final.

EL AUTOR ES PERIODISTA Y EXDIRECTOR DEL SEMANARIO EL PERIÓDICO.

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