• 30/05/2019 02:00

Niveles de la discusión

Pero es esencial rescatar aquí, además una tendencia que asumen los grandes temas de discusión de la ciudadanía

Hace poco, publiqué en este diario un artículo sobre un joven biólogo panameño que se presentó como candidato a alcalde de la ciudad de Florencia, en Italia. Al parecer, la historia suscitó el interés, a juzgar por la cantidad de lectores que hicieron comentarios en el ámbito correspondiente de la versión digital del periódico. Quizás, lo singular de la nacionalidad de este político fue determinante para tal reacción; sobre todo por tener escenario en Europa.

Al leer los aportes y señalamientos de parte de la audiencia, llama la atención dos detalles relacionados con el diálogo, producto de este referente; uno en torno al aspecto al que se dirigieron los puntos de vista y el otro, la forma que adquirió el debate y las eventuales enseñanzas que se pueden derivar de un intercambio como este. Pero es esencial rescatar aquí, además una tendencia que asumen los grandes temas de discusión de la ciudadanía.

Varias décadas atrás, la posibilidad de que los destinatarios de los medios de comunicación pudieran reaccionar ante un mensaje publicado o transmitido —retroalimentación—, constituía una teoría o un evento casi irreal. Era el único aspecto no tangible del proceso; al menos no coexistente en el tiempo. La tecnología ha permitido en este siglo superar esa incapacidad y hoy las redes sociales reaccionan casi simultáneamente ante los hechos noticiosos.

Cada medio ofrece una plataforma para que su información o materiales de opinión puedan ser comentados; así, el público se acerca y brinda datos o simplemente, expresa su parecer, su propia sensibilidad ante el contenido del suceso o de la forma de análisis que cualquiera haya expresado. El derecho a la información posibilita esto y abre nuevas perspectivas ante los principales acontecimientos que vive la sociedad.

Cada cultura define las modalidades como se manifiesta el público y el contexto en que surgen los diálogos o el debate. Curiosamente, en el artículo sobre la campaña política en Florencia, la mayoría de los aportes se refería a la particularidad de doble ciudadanía del aspirante a alcalde. Muchos cuestionaron su condición de haber crecido en Panamá y ahora ser una opción política en otro país.

Ciertas personas dejaron constancia de desconocer la forma como se adquiere el estado de nacional y la norma constitucional que lo consagra. Algunos no saben que se es panameño a través de una de dos opciones; en primer lugar, por nacer en el territorio ( ius soli ) y también por ser hijo de un panameño, no importa donde se nazca ( ius sanguinis ). El otro motivo de disputa, fue la doble nacionalidad.

En esta lluvia de consideraciones, se debe resaltar la manera como ciertos interlocutores se tratan y reaccionan a las consultas y acotaciones de otros. Son plurales las ocasiones en que la denostación, el menosprecio y la agresión verbal son inferidos hacia algunos que han dejado constancia de su parecer en la bandeja del medio. En otros casos se adoptan actitudes que denotan la desigualdad de quienes intervienen en la lid discursiva.

Acabamos de salir de una campaña política en que múltiples propuestas entraron en la palestra para que el público tomara una posición y por tanto alcanzara su derecho electoral. De esa atmósfera de encontradas ideologías que entran en conflicto; es necesario rescatar que la democracia requiere precisamente alcanzar formas de acuerdo para hacer aflorar la esencia de contradicciones; pese a que los intervinientes no coincidan en los argumentos.

Se requiere recuperar un valor básico y es la capacidad de generar espacios para la libre participación en que cada uno se sienta respetado y considerado como igual a los demás. Este principio de convivencia —además de hacer resplandecer la verdad— pone de relieve uno de los principales perfiles de la cultura política que debemos preservar.

PERIODISTA

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