• 23/06/2019 02:02

En busca de una Política de Seguridad Alimentaria Nutricional

Una Política de Seguridad Alimentaria Nutricional tiene ocho propósitos distintos, todos directamente relacionados con la salud pública

Al inicio del Gobierno de Martín Torrijos se creó la Secretaría Nacional para el Plan de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Senapan), adscrita a la Presidencia de la República. Luego con Ricardo Martinelli se trasladó al Mides y allí Juan Varela terminó de defenestrarla. Hoy, más que nunca, el país requiere de una Senapan con carácter técnico y nuevamente adscrita a la Presidencia, para rescatar su enfoque original y crear una Política de Seguridad Alimentaria Nutricional.

En 2016, el Minsa realizó un Censo de Salud que arrojó una cifra conmovedora: 66 % de la población adulta sufre de sobrepeso y obesidad. Este año terminará la Encuesta Nacional de Salud y se esperan cifras de los niveles de grasa, hierro y demás parámetros nutricionales. Definitivamente, la ausencia de una Política de Seguridad Alimentaria Nutricional se ilustra mejor por la gran cantidad de personas afectadas por los tres problemas más frecuentes en la salud pública: desnutrición, sobrealimentación y cambio climático. El hambre y la malnutrición afectan a más de 300 mil personas, dos millones tienen sobrepeso y obesidad, y toda la población está sujeta al impacto de la producción de alimentos en el cambio climático.

La forma en que el sistema alimentario afecta la salud pública es un asunto de intenso interés actual. La totalidad de los procesos a través de los cuales los alimentos se producen, transportan, venden, preparan, consumen y desperdician comprende un sinnúmero de actividades que están atomizadas en diferentes instancias gubernamentales, sin responsables ni fiscalizaciones, lo cual es la antítesis de cualquier enfoque para mejorar un sistema.

Una Política de Seguridad Alimentaria Nutricional tiene ocho propósitos distintos, todos directamente relacionados con la salud pública.

• Apoyo agrícola: El MIDA es responsable de apoyar a los agricultores aprobando proyectos de ley que determinan qué cultivos se cultivan y cuánto subsidio se les asigna, sin importar los métodos de producción, su contribución a la contaminación o las emisiones de gases de efecto invernadero.

• Asistencia alimentaria: El Minsa, Senapan y Meduca se turnan en llevar programas asistenciales a poblaciones de bajos ingresos. Los programas de Foris y Nutrivida se realizan con préstamos del BID principalmente para atención en zonas indígenas.

• Educación sobre nutrición: el Minsa establece las pautas dietéticas. Punto.

• Investigación sobre alimentación y nutrición: la Encuesta de Salud del Minsa debe darnos una radiografía no solamente de la ingesta de alimentos sino también de niveles en sangre de nutrientes.

• Monitoreo de la nutrición: el Minsa descubrió en el Censo 2016 información suficiente para vincular los padecimientos típicos de cáncer, hipertensión, obesidad y diabetes con los alimentos y la dieta que comemos.

• Reglamentación de productos alimenticios: la pelota se la tiran entre el DEPA del Minsa, el MIDA, la Aupsa y la Digenti del MICI.

• Seguridad alimentaria: Aún faltan crearse las cadenas agroalimentarias y definir los rubros de exportación.

• Comercio de alimentos: la interface entre el Minsa, MIDA y MICI es tan confusa, que durante la campaña se habló hasta de cerrar la Aupsa.

Estos ocho puntos muestran una realidad que explica por sí sola el porqué se necesita urgente una Política de Seguridad Alimentaria Nutricional coordinada. Aunque todos los funcionarios llegan entusiasmados a las instituciones para resolver el problema, en el fondo no entienden que la salud pública solo mejorará a través de una Política racional que incentive la calidad nutricional de los alimentos. Por ejemplo, no tiene sentido cuando los productos licitados por el Programa de Asistencia Nacional (PAN) y demás instancias del Gobierno solo toman en cuenta el precio como criterio de adjudicación y se olvidan de la calidad nutricional (recuerden las sopas deshidratadas).

Si bien durante la pasada campaña el hambre ocupó parte de los discursos políticos de candidatos, ninguno se refirió puntualmente al mayor problema de salud que tenemos como país: la obesidad y sus consecuencias. El hambre existe dentro de los bolsones de pobreza en muchas áreas del país, pero lo más predominante es la obesidad y el sobrepeso, incluso en áreas indígenas, siempre asociadas con la mala nutrición por el déficit de nutrientes que causa la alimentación exagerada de productos procesados altos en azúcar, grasas saturadas y sal.

Por tanto, es hora de adoptar una Política que aborde el hambre, la obesidad y los efectos de la producción agrícola en el cambio climático de forma simultánea. Y para tal propósito, una dieta basada en plantas, en gran parte, pero no necesariamente de forma exclusiva, cumple los tres propósitos, y todas los programas de alimentos, incluido el de Senapan, deberían apoyarlo. Así las distintas actividades que comprende el sistema alimentario servirán no solamente para darnos de comer, sino también para fomentar salud pública y hacernos un mejor país.

EMPRESARIO, CONSULTOR EN NUTRICIÓN Y ASESOR DE SALUD PÚBLICA.

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