• 18/09/2019 00:00

El país de los tránsitos solapados

El tránsito real y el virtual. Nuestros lectores se confundirán al leer el título afirmando que, en este país de exclusiva vocación canalera, podría haber otro tránsito que no sea el de la faja ístmica, esa que desde la colonia condicionó una economía de trasiego de riquezas de uno al otro mar

El tránsito real y el virtual. Nuestros lectores se confundirán al leer el título afirmando que, en este país de exclusiva vocación canalera, podría haber otro tránsito que no sea el de la faja ístmica, esa que desde la colonia condicionó una economía de trasiego de riquezas de uno al otro mar. En este análisis reconoceremos que dicha condición solo cambió de origen: desde Portobelo a Panamá, desde el Chagres a Panamá o desde Colón a Panamá, ya sea en tránsito de mula, o en botes, o por ferrocarril, o finalmente de navíos por el Canal mismo. Siempre la misma conectividad de mar a mar; solo cambiando los protagonistas y beneficiarios del tránsito: una vez los colonialistas españoles y la última vez los neocolonialistas estadounidenses. ¿Siempre fue así y siempre será así? Acompáñenos y verá que no fue en el pasado y no necesariamente ha de ser en el futuro.

El tránsito precolombino.

Un exjesuita me contaba que conocía que los guaraníes habían constituido una poderosa cultura mercantil: Los jesuitas tienen por qué saberlo; no en vano constituyeron una poderosa presencia monástica en tierras guaraníes en los vastos territorios del Paraguay, el suroeste del Brasil, el norte argentino y el sur de Bolivia, conocidas como las misiones jesuíticas. Aquella presencia se fundaba no solo en oferta técnica de artesanías, telares y musicales, sino también en la indagatoria del pasado guaraní. De aquello concluía que los guaraníes eran una cultura que había desistido de formar imperios como el azteca, la confederación maya o el del Tahuantinsuyo de los incas. Más bien eran como los fenicios en el Mediterráneo, viajantes de comercio que ocasionalmente formaban alguna base de intercambios. Como viajantes, los guaraníes recorrieron toda la costa oeste de Sudamérica penetrando en los territorios de Centroamérica, siempre intercambiando conocimientos, y productos. Su presencia puede rastrearse por el uso del artículo posesivo “che” que significa “mi”. Ese uso permanece como rutina diaria en los países del “cono sur”: “che amigo” significa eso: “mi amigo”. Después la expresión se apocopó hasta quedar en “che” como forma de abordar fraternalmente a una persona.

Aquellos comerciantes precolombinos pasaron por Panamá y su presencia pudiera rastrearse en toponímicos que ubican lugares como mi cerro, mi casa, mi, etc. De ahí podría inferirse que múltiples lugares y poblados en Panamá que empiezan con che o variaciones como chi o cha, pudieran albergar el recuerdo de la presencia de tránsitos de mercaderes por nuestro suelo.

Podrá o no refutarse la genealogía lingüística de la toponimia aludida, pero lo que se revela detrás de ella es la inobjetable presencia de un eje de tránsito horizontal en territorio panameño que servía de integrador norte sur del continente americano. Ese es el fondo: la función de tránsito no fue nunca exclusiva del eje bioceánico; no lo fue antes y no tiene por qué serlo siempre.

El tránsito que es coyunda y el tránsito liberador.

Aquel tránsito era de integración y no una coyunda colonial; quienes se oponen al desarrollo ferroviario horizontal sin verle importancia, giran en la órbita de dependencia neocolonial, no viendo que el canal es importante para el país, pero aun más para los intereses neocolonialistas, subordinando la importancia del tránsito horizontal. No admitirlo es mantenerse ofuscado por la dependencia que Omar Torrijos quiso disolver y que hoy regresa con fuerza.

El torrijismo real.

Era una representación política no basada en partidos, sino en el empoderamiento de representantes de circunscripciones, extrapartidarias, cercanas a la población, haciendo centro en lo rural en un país dominado por el transitismo. Es la mirada profunda lo relevante en el torrijismo, ella comprende el fomento de organizaciones campesinas como instrumento para regular la propiedad agraria y promover al campesinado.

Aquella mirada requería de la entrega coordinada de salud y reforma educativa, para cerrar la brecha entre los dos países; la promoción de la cultura como cemento integrador de la panameñidad, igualmente requería de un frente de trabajo diplomático, oficial y no oficial, que gestaba una corriente internacional de simpatía hacia nuestras demandas nacionales.

Detengámonos en esta enumeración y aclaremos que aquel Gobierno de liberación contenía dos frentes de trabajo:

Hacia el interior del país que es expresada en las enumeraciones anteriores o personalidad interna del torrijismo.

Hacia la comunidad internacional que expresaba la personalidad externa del Estado que no se constreñía en las relaciones de bilateralidad con los Estados Unidos.

Vistas así las cosas, entenderemos que el torrijismo como expresión de una política de Estado que aspira a emanciparse, ya ha sido excluido como doctrina generadora de acciones dentro del partido del Gobierno; lo encontremos abundantemente en el movimiento social y en los escasos remanentes que quedan en aquel partido.

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