• 27/09/2019 07:00

Omar Torrijos, teoría y práctica de su legado

“[...] cuando veo y escucho a “seguidores” de su doctrina apoyar dictámenes intervencionistas y avalar procederes que van en contra de la autodeterminación de los pueblos, me convenzo de que para seguir su ejemplo hace falta blindarse de patriotismo y tener la entereza de rechazar cualquier posición que denote entreguismo a nivel nacional e internacional”

Mucho se ha escrito en las últimas décadas sobre el general Omar Torrijos Herrera, cuyo peregrinar ha tenido grandes defensores y detractores. No obstante, consideramos que su trayectoria en este país no se puede negar u ocultar, tal como quiso hacer de una forma antihistórica el jefe de Gobierno anterior en un acto público relacionado con el Canal.

El liderazgo político de Torrijos nació dentro de los sucesos del golpe de Estado de 1968. Su personalidad le permitió ganarse el apoyo de las tropas, algo que no era frecuente en los componentes armados. Ello tenía que ver no con el “rango, sino, con la jerarquía”, como lo definió en su momento. Al respecto, Fernando Sabsay en el libro “Protagonistas de América Latina”, cita a su amigo Michele Labrut cuando decía que: “Omar desde el primer año, fue un buen estudiante. Observábamos, sobre todo, nosotros sus compañeros de promoción, su liderazgo innato en él dentro del grupo. Lo veíamos cuando tomaba la palabra o hacía recomendaciones. Era un hombre de gran sensibilidad humana, siempre humilde, pero carismático”.

Hubo al inicio una fuerte resistencia a su mandato por sectores políticos y sociales que habían sido reprimidos tiempo atrás por la Guardia Nacional, tomando en cuenta que en la América Latina gobernaban militares sanguinarios de derecha apoyados por los Estados Unidos y su aparato de inteligencia.

Una vez consolidó su poder político después del 16 de diciembre de 1969, Torrijos le daría un giro al modo de gobernar oligárquico que había prevalecido en el país desde 1903, donde el elitismo, los fraudes electorales, los juicios políticos a mandatarios, el nepotismo, la persecución, y actos de corrupción, eran la constante en el Panamá republicano.

Lo primero que hizo Torrijos fue integrar, por primera vez en la historia, a un equipo de asesores e intelectuales críticos al militarismo y que habían liderado la lucha por la descolonización, entre estos: Jorge Illueca, Rómulo Escobar Bethancourt y Materno Vásquez. Incorporó, consecuentemente, a líderes juveniles y profesionales de izquierda que enfrentaron a los uniformados en distintas jornadas. Todo este esfuerzo de unir y atraer sectores populares le dio fortalezas a su mandato, permitiéndole retomar el camino de la lucha patriótica generacional por la reversión de la Zona del Canal y la Vía Marítima, que tuvo su máxima expresión con la firma de los Tratados Torrijos—Carter.

Un aspecto que siempre llamó la atención fue su lenguaje público caracterizado por la sencillez, profundidad y sentido filosófico que no era propio en un militar. El pueblo entendía su mensaje y sabía identificar los niveles de franqueza en cuanto a lo que exponía. Debemos recordar que sus padres fueron maestros y que forjó su juventud en Santiago de Veraguas, cuna de docentes y luchadores tenaces.

Procuró estar siempre con el pueblo, no parecía estar mareado con el poder, se le veía rodeado de indígenas, campesinos, trabajadores y estudiantes. Los gobernantes, hasta el año 1968, solo iban a los campos y comunidades populares del país en época electoral, su prioridad era mantener complacidos a las castas oligárquicas.

En los países que he visitado, Torrijos es un referente del patriotismo latinoamericano y se le recuerda por su lucha internacional en pro de la recuperación del Canal. Llevó este objetivo a grandes escenarios mundiales, como la ONU, la OEA y los Países No Alineados, estableciendo relaciones con los principales gobernantes del planeta por medio de una diplomacia que no ha sido superada.

Sus seguidores le decían “El Viejo”, por cariño y admiración, pero al momento de morir de forma aún hoy no esclarecida, solo contaba con 52 años. Su liderazgo chocaba con los intereses imperiales de la nación del norte en la región. El propio Gabriel García Márquez, dijo en una ocasión que: “Siempre tuve la impresión de que Torrijos corría muchos más riesgos de los que podía permitirse un hombre acechado con tantas amenazas”.

38 años después de su muerte su recorrido sigue siendo objeto de debate político, no obstante los desatinos que puedo tener como cualquier gobernante o ser humano, ha perdurado su legado nacionalista a favor de las reivindicaciones históricas del pueblo panameño. Esto ha quedado evidenciado en los últimos años, cuando aquellos que cuestionaban la eficacia de los Tratados, aceptan hoy día que su puesta en vigor fue un paso significativo en el camino correcto de la descolonización.

El ideal torrijista, más que discursos y lucidez teórica, debe convertirse en práctica permanente. Por ello, cuando veo y escucho a “seguidores” de su doctrina apoyar dictámenes intervencionistas y avalar procederes que van en contra de la autodeterminación de los pueblos, me convenzo de que para seguir su ejemplo hace falta blindarse de patriotismo y tener la entereza de rechazar cualquier posición que denote entreguismo a nivel nacional e internacional.

Abogado e historiador.
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