• 16/10/2019 18:43

El moscardón murió; resuena su zumbido

“Disfrutó de transferir el conocimiento, producto de sus investigaciones. El zumbido de este moscardón es un tesoro que queda a quienes se comprometen profundamente con los destinatarios noticiosos”

Son tiempos complejos para el periodismo. El nuevo siglo trajo de repente una transformación tecnológica que ha modificado todos los paradigmas del oficio en el conjunto de sus componentes. Los viejos modelos parecen caer en desuso y su teoría no termina de formularse para explicar el panorama que emerge con fuerza inusitada; mientras la arquitectura que caracterizaba los esquemas de la noticia se desvanece.

Se hace más complicado porque las sociedades experimentan procesos que redefinen sus patrones y es necesario recoger los datos y hacerlos públicos de una manera eficiente a una audiencia que evoluciona. ¿En qué ha quedado el siglo de la información? Se preguntan muchos y precisamente, la apertura a un estadio donde compiten otros actores no tradicionales, ha cambiado incluso la práctica noticiosa que se conoció por siglos.

Javier Darío Restrepo —quien falleció hace unos días— concibió esta nueva dimensión del escenario periodístico. “Los contenidos ya no podrán ser los mismos. Estábamos demasiado acostumbrados a una cosa fácil que era la estructura de la noticia que casi tenía un esquema igualito”. Él como muy pocos, concibió el verdadero significado de la evolución que a escala universal se producía en la industria de la prensa.

Su fructífera experiencia lo demostraba. Fue redactor en varios importantes diarios y la televisión de su país, Colombia, y columnista en El Espectador, El Tiempo, El Colombiano y El Heraldo. Escribió más de veinte libros sobre aspectos técnicos de la profesión y se involucró con pasión en el ámbito de la ética, sobre la que teorizó en múltiples trabajos.

Restrepo fue director del Consultorio Ético de la Fundación Gabo y ejerció la docencia en varias universidades; entre ellas la Javeriana, Los Andes y la Universidad Internacional de la Florida. Fue expositor del Centro Latinoamericano de Periodismo (Celap) y recibió múltiples reconocimientos por su incansable labor para hacer comprender las implicaciones de la profesión.

Lo encontramos hace algunos años en un seminario internacional en San José, Costa Rica, y conversamos sobre los nuevos umbrales de la actividad periodística. “La tecnología digital tiene entre sus características la supresión del tiempo y del espacio”, aseguró y luego opinó que “… eso determina entonces unos conceptos éticos mucho más intensos en lo que se refiere a la responsabilidad de los mensajes que emite”.

Hablaba de los ideales que se convierten en capital con el trabajo de redacción del acontecer; “la democracia, de la igualdad entre las personas, la pasión por la búsqueda de la verdad” son esos valores que permiten, según él, la participación en grupo y el logro de plasmar la realidad con precisión y que evitan la intervención de quienes utilizan la norma para restringir esta función documental.

Desde su Consultorio Ético en la Fundación Gabo (antes Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano, FNPI) dilucidó complicados dilemas que aparecen en la cotidianidad y en la relación con diversos personajes que inciden en los relatos mediáticos. “El periodista es alguien que ni se vende ni se compra”; porque, necesita independencia y sobre todo transparencia.

El compromiso de los principios axiológicos es permanente y la inserción de una metodología novedosa no afecta para nada. “En realidad la ética sigue siendo la misma. Solo que tiene unos énfasis que en parte son inducidos por la naturaleza de la tecnología nueva”, afirmó para esbozar esa sonrisa permanente que le era propia, incluso en los más encendidos debates.

No descansó en la faena y exposición de sus ideas; incluso con la nueva atmósfera que envolvía las salas de redacción. “... conceptos éticos mucho más intensos” en torno a la responsabilidad, planteó. Disfrutó de transferir el conocimiento, producto de sus investigaciones. El zumbido de este moscardón es un tesoro que queda a quienes se comprometen profundamente con los destinatarios noticiosos.

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