• 16/11/2019 00:00

Confusión y reforma constitucional

“[...] nuestro problema es más de moral política y de ética en general y a diversos niveles, que de disposiciones generales sobre la organización de los tres Poderes u Órganos del Estado [...]”

Como una especie de ineludible obligación profesional me hubiese agradado participar en el presente debate nacional a este respecto, pero mi larga ausencia del país, tras la persecución política, prudentemente me aconsejan no hacerlo en estos momentos.

A la distancia, me parece notar la ausencia de constitucionalistas nuestros en el debate, por demás innecesarios durante tantos años, cuando nuestra Carta Magna solamente era pisoteada y nunca respetada por quienes en todas partes prefieren los Gobiernos absolutistas y llamados “de mano fuerte”. ¿Y qué decir de quienes en nuestros países latinoamericanos, una vez llegados al poder, adoptan el lema supuestamente “maquiavélico” de que lo más importante es mantenerse indefinidamente en él?

Grupos diversos han participado en el debate, como debe ser, pero también como simple causa y efecto de quienes comenzamos repitiendo que “La Ley se acata, pero no se cumple”. No es el caso de un profesional de las Leyes a quien conozco y al cual el G-2 le vandalizara sus oficinas, por oponerse, durante importante encuentro en isla Contadora, a la eliminación de la preferencia constitucional de 1946 en el gasto educativo… con la adicional amenaza a su vida.

Tema fundamental este de la educación, sobre el cual nos hemos permitido, después, expresar lo siguiente al final de un soneto escrito lejos de la Patria:

Que el comienzo de la República, con amplio saldo de verdadera expectativa y esperanza.

En nuestra hasta entonces ausente educación pública, nacionales y extranjeros nos han dado.

Ese noble y ancho horizonte, con ética y disciplina, magnánimo y ofrecido a manos llenas.

Después de la traumática y violenta experiencia de isla Contadora, hube de acogerme al exilio tras reiteradas amenazas, incluida la decapitación, por haber impedido una extorsión millonaria, proveniente de los cuarteles de la entonces avenida A, a un cliente extranjero de mi oficina de abogados.

Aún en el exilio, he sido acusado por la indebida distribución del precio de la venta de una importante isla en el Archipiélago de las Perlas, próxima a la isla del Rey, como si, en Panamá, los abogados distribuyésemos los dineros provenientes de las ventas de bienes inmuebles.

Igualmente lejos del terruño, hemos podido mantenernos estudiando y escribiendo, entre otros libros, en español e inglés, “La democracia enjuiciada: alegato de la defensa”.

Y todavía hoy me persiguen colegas mal informados, tras muchos años, entre otras razones por haber publicado “USA vs general Noriega (¿amigo o enemigo?)”. Libro este que pude publicar después de haber participado en el juicio de siete meses contra el general Noriega en Miami. Proceso penal en el cual mi exsocio, Dr. Julio E. Linares, entonces ministro de Relaciones Exteriores, me designó representante de la República, con la expresa aprobación del presidente Guillermo Endara.

Se trata, en todo caso, de personas jóvenes que desconocen mi larga y exitosa actuación profesional, dentro y fuera del país, y siempre apegada al ideal de Confucio de constante observación de la Ley.

Nos preguntamos, a este respecto, si la escandalosa corrupción en años recientes, con los millones en sobornos, los hubiese impedido cualquier Constitución Nacional. El problema, más que legal y constitucional, es de moral política. ¿Y qué decir de la ética ante el trabajo? ¿O de la intolerancia en las ideas? ¿O de la frecuente falta de disciplina y de orden en general?

¿No sería acaso preferible empezar por señalar nuestros mayores y sobre todo tradicionales problemas? Y tal vez, entonces, buscar institucionalmente los mejores remedios a nuestros males de siempre. ¿O qué decir de nuestras limitaciones de mercado para el desarrollo y el acercamiento y unidad del subcontinente a base de tratados de libre comercio, por ejemplo?

¿Por cuánto tiempo seguiremos culpando de nuestros males a quienes comenzaron su colonización europea más de cien años después de nosotros, pero se mantuvieron unidos desde esos tiempos coloniales?

Y, en las generaciones más jóvenes, ¿cuántos seguirán tras el carro, que ya viene de regreso, en donde se implantó una economía totalmente en manos del Estado desde comienzos del siglo pasado?

Pensamos, pues, que nuestro problema es más de moral política y de ética en general y a diversos niveles, que de disposiciones generales sobre la organización de los tres Poderes u Órganos del Estado, o de principios igualmente tan generales que poco significan en verdad.

Pudiese estar equivocado, por supuesto, ya que bien sabemos que “errare humanum est”.

¡Ante la confusión general, ya experimentada en cinco ocasiones en un término de 116 años de vida Republicana, tal vez la enfermedad no esté en la sábana, como bien dice la sabiduría popular!

Ricardo Lasso Guevara, graduado con Honores en la Universidad de Panamá y con posgrado académico en Derecho en Inglaterra.

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