• 11/12/2019 00:00

La ciudad que se resiste a morir

“[...] sin que medie justificación alguna, el diputado Héctor Brands ha presentado el Proyecto de Ley Nº 134 que propone establecer reglas generales para los patronatos que reciben fondos del Estado. Con esta iniciativa el recién estrenado Ministerio de Cultura, pasaría a ser el administrador del Patronato de Panamá Viejo [...]”

La ciudad originaria Nuestra Señora de la Asunción de Panamá, fue la primera ciudad fundada por europeos en la Costa Pacífica del continente americano por Pedrarias Dávila en 1519, que hoy conocemos como Panamá Viejo. Es el sitio arqueológico donde su ubican las ruinas y restos urbanos de la ciudad primada. Hoy solo queda un terreno libre de 28 hectáreas, menos de la mitad de su área original, en un sitio estrangulado entre Río Abajo y Río Algarrobo y frente a los manglares a lo largo de las sucias playas del océano Pacífico. El sitio está rodeado en todo su perímetro por una comunidad de casitas construidas en total desorden urbano.

Dentro del terreno que aún conserva el sitio monumental, se conservan los restos de edificaciones con gran valor patrimonial, como son las Torre de la Catedral, la Plaza Mayor, el Hospital San Juan de Dios, el Fortín de la Natividad, los Puentes del Rey y del Matadero, los Conventos de la Concepción, de la Merced, de la Compañía de Jesús y el de San Juan de Dios. Todas estas ruinas guardan en silencio la historia que le dio origen a nuestra ciudad capital, a nuestra nacionalidad e inclusive al nombre de Panamá.

La celebración de los 500 años de la ciudad, ha sido propicia para revisar y recordar la cruda y difícil historia que la abatió y que con estoicismo se resiste a desaparecer. Durante sus primeras décadas sufrió tres voraces incendios y un terremoto en 1621 que destruyó gran parte de la ciudad construida. En 1673 la ciudad fue atacada y asaltada por los corsarios del pirata Sir Henry Morgan y durante su defensa el gobernador Juan Pérez de Guzmán y Gonzaga ordenó quemarla y explotar los polvorines, dejando la ciudad totalmente destruida e inhabitable. Luego vino el periodo de la canibalización del sitio, cuando los sobrevivientes del ataque decidieron reubicar la ciudad en las faldas del cerro Ancón en 1673, y usaron los restos de la ciudad vieja como cantera para construir la ciudad nueva (Casco Viejo), degradándola a su mínima expresión. Abandonada por siglos, la naturaleza reclamó su espacio y el bosque se tragó las ruinas. En el siglo XX los capitalinos volvimos a recordar el sitio de Panamá Viejo y lo usábamos como lugar de excursión. Visitar la Torre de la Catedral era una verdadera odisea, se llegaba al sitio por un camino para caballos construido en 1910.

A finales de 1950, Panamá Viejo era depositario de todo tipo de instalaciones discordantes e indignas, como cuarteles de policía, depósitos inflamables, caballerizas y más adelante una terminal de buses. En la década de 1960 el Municipio de Panamá, al cual la Asamblea Nacional le había encomendado por ley el cuidado del sitio, lo utiliza como un parquecito dominical, ridícula opción para tan importante “monumento público”, como se le había elevado en 1912.

En el año 1953 el presidente José Remón Cantera construyó la carretera para conmemorar el Cincuentenario, dentro de los terrenos del sitio, pasando la calle de cuatro carriles a escasos metros de la Torre de la Catedral, poniendo en peligro la integridad y estabilidad de los edificios. Durante los años de la dictadura, las medidas populistas del régimen promovieron la invasión de sus terrenos. Miles entraron a construir sus casas brujas en lo que hoy se conoce como los barrios de Panamá Vieja y Puente del Rey, cercando el sitio arqueológico en todo su perímetro e inclusive apropiándose de sitios donde existían ruinas muy importantes. En la década de 1970 una gran sección del sitio fue cerrada al público para ser utilizada como parte de los cuarteles de la Guardia Nacional.

En 1982 la administración del conjunto monumental fue delegada al IPAT para intentar sacarlo de la inepta administración municipal, pero la gestión no pasó de ser más que una agenda de 10 puntos que poco le resolvió a Panamá Viejo. Nada logra sacar al sitio de su pésima situación de abandono público y de la codicia de los invasores de tierra urbana que seguían aprovechando para robarle terreno ante la total indiferencia del sector público. Para colmo de males, la diputada Olivia Pomares promueve el relleno de manglares, recibiendo basura y caliche sin restricciones, llegando a ocupar los terrenos hasta frente a los restos de las Casas Reales.

Cerrando el siglo XX Panamá Viejo agonizaba, pero todo cambia cuando en 1995 el presidente de la República, Dr. Ernesto Pérez Balladares, crea el Patronato de Panamá Viejo, una organización sin fines de lucro y de régimen mixto formada en ese momento por el INAC, el IPAT, el Banco del Istmo y el Club Kiwanis, para su conservación, protección, promoción, desarrollo y la puesta en valor del conjunto monumental y su transformación en un parque arqueológico e histórico.

El Patronato de Panamá Viejo es un grupo de hombres y mujeres comprometidos con su mandato, que en 25 años de trabajo arduo y perseverante han cambiado los 500 años de destrucción de la ciudad primada, por una recuperación exitosa basada en un Plan Maestro científico, comprobando que esta organización mixta, entre el sector público y privado, es la fórmula ideal para poner en valor el sitio, recuperar su dignidad y memoria histórica.

Los logros más importantes y notorios han sido: desligar la vía Cincuentenario del interior del sitio arqueológico y la estabilización y recuperación de todas las ruinas, en particular la Torre de la Catedral que estuvo en riesgo de caerse. El Patronato logra que el sitio de Panamá Viejo sea elevado y reconocido por Unesco como monumento y patrimonio universal. Panamá Viejo ha pasado de ser un sitio abandonado a un lugar de estudios técnicos con laboratorios arqueológicos de primer nivel, una biblioteca y museo histórico de altura, un sitio recreativo bello para el gozo de los ciudadanos y los turistas que nos visitan.

Pero cuando todo parece ser ideal, de la nada y sin que medie justificación alguna, el diputado Héctor Brands ha presentado el Proyecto de Ley Nº 134 que propone establecer reglas generales para los patronatos que reciben fondos del Estado. Con esta iniciativa el recién estrenado Ministerio de Cultura, pasaría a ser el administrador del Patronato de Panamá Viejo, eliminando así su composición mixta actual, para someterla nuevamente a un régimen público.

Es importante recordar que durante los 25 años que el Patronato de Panamá Viejo administró con éxito el sitio monumental, el INAC se vio forzado a cerrar el Teatro Nacional dos veces, porque estaba en pésimo estado de deterioro, no logró reabrir el Museo Antropológico Reina Torres de Araúz, y los sitios patrimoniales de San Lorenzo y Portobello por su pésima administración, llegaron a estar en la lista en peligro de extinción de la Unesco. Esto pone en clara evidencia la diferencia entre el fracaso de la administración pública vs. el éxito de la administración mixta (público - privada).

La cultura concebida como tal no debe ser un tema de ideologías, como parece ser la razón que más pesa en el Proyecto de Ley Nº 134.

La cultura debe ser un mecanismo catalizador de desarrollo social y económico, donde tenemos cupo para participar todos los panameños, incluyendo el sector privado, para no dejarlo exclusivamente a la discreción del sector público.

Los resultados del Patronato de Panamá Viejo son la mejor razón para probar que no hay ninguna justificación que pueda promover un cambio en la gestión del monumento histórico, solo para complacer ambiciones políticas y luchas ideológicas alejadas de los verdaderos intereses nacionales.

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