• 29/10/2025 00:00

1972: una Constitución impuesta (II parte)

Leopoldo Aragón antes del golpe de Estado de 1968 denuncio haber visto un documento de la inteligencia norteamericana acantonada en la Zona del Canal, donde Torrijos ofrecía a Estados Unidos firmar la cláusula de intervención en unos nuevos tratados “si me dejan llegar al poder”, contrario a lo que dijo el coronel Boris Martínez a dos funcionarios de la embajada de Estados Unidos que llegaron al cuartel central la noche del golpe y le ofrecieron firmar un nuevo tratado y su respuesta fue: “no puedo firmar un nuevo tratado, porque este es un gobierno de facto”. Boris sería traicionado después por Torrijos.

Es decir, la lucha de generaciones y de los mártires del 9 de enero sería traicionada por Torrijos. El nefasto artículo 136 de la Constitución de 1904 sería nuevamente resucitado por nuestros negociadores en los llamados Tratados Torrijos-Carter de 1977 que da el derecho a Estados Unidos a intervenir, y que ese país invocó para invadir a Panamá en 1989. El 1 de septiembre de 1977 Leopoldo Aragón, en Estocolmo, advirtió “de la traición que el Bunau Varrilla panameño firmaría, y que da derecho a intervenir” inmolándose frente a la embajada de Estados Unidos, en Estocolmo. El coronel Amado Sanjur, en publicaciones en La Estrella de Panamá, siempre dijo que los panameños (él estaba en el exilio) nunca le prestaron atención a aquella frase funesta de Torrijos: “Y, seguimos bajo el paraguas del Pentágono”.

Sobre el artículo 277, el Dr. César Quintero lo analizó y dijo: “El presidente no pasaba de ser un jefe de Estado con funciones puramente nominales y ornamentales. El poder real correspondía por mandato de la Constitución a la persona del general Omar Torrijos Herrera. De acuerdo con el último artículo de dicha Carta, el 277, todas las funciones ejecutivas, atribuidas en principio al presidente de la República, debían ser ejercidas por el general Torrijos durante el término de seis años. Sin embargo, impuso la fórmula que hemos visto, porque acertadamente estimó que seis años sería el periodo requerido para negociar, firmar y ratificar los nuevos tratados canaleros.”

Por eso, para Quintero, “de allí nace la Constitución de 1972 que fue una Constitución ad hoc porque solo era para los tratados. Le dio poderes amplios al general Omar Torrijos para llevar adelante esos tratados”.

También la voz de Gabriel Lewis Galindo, cuando señala que la noche del 22 de septiembre de 1977, recibió una llamada de Torrijos y con su anuencia encendió la grabadora y le vertió un caudal de angustias, entre las que se leen: “yo no quiero salirme de la línea que ellos [el gobierno de Carter] me trazan, porque yo soy un buen socio [...] un socio muy leal”; “que me digan ellos qué debo hacer [...] ... Yo no voy a pelear con ellos...”, que me digan qué debo hacer..., qué debo hacer... qué debo hacer...” (Páginas 114, 115, 116. Gabriel Lewis Galindo: Hasta la última gota, escrita por María Mercedes de la Guardia de Corro).

Ningún gobierno post invasión se atrevió a plantear la necesidad de una nueva Constitución, solamente el actual gobierno del presidente Mulino; y ninguno ha planteado sentar a Estados Unidos a renegociar un nuevo tratado que elimine el derecho a intervenir, que es una espada de Damocles. Pero hoy han comenzado a salir los “fugitivos de la Constitución y los gatopardistas” que ayer pedían una nueva Constitución, y hoy dicen que la de 1972, que resucitó el derecho a la intervención, no está vigente; ya que en 1983 nació una nueva Constitución y no hay que reformarla y no se puede hacer una nueva, porque hay un camarón de última hora llamada Paralela (artículo 314 de la Constitución Nacional) que lo impide, pero se les olvida que existe el artículo 2 de la misma Constitución de 1972. ¿Saben en qué oficina se metió el camarón?

Al cumplirse 53 años de la Constitución militarista impuesta necesitamos una nueva Constitución Originaria para un nuevo país y este es el momento.

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