• 31/03/2020 04:00

Valoremos el Servicio Público

La muerte por coronavirus de un miembro de la Policía Nacional demuestra el espíritu de servicio que debe tener un ser humano para ofrendar su vida por el bien de los demás.

La muerte por coronavirus de un miembro de la Policía Nacional demuestra el espíritu de servicio que debe tener un ser humano para ofrendar su vida por el bien de los demás. Es lo mismo que a diario hacen los médicos, enfermeras, técnicos de laboratorio y todos aquellos que en centros públicos y privados están atendiendo a las víctimas de la terrible pandemia. Desatienden a sus familias para prestar un servicio ciudadano. Desafortunadamente, ello no siempre es valorado en su justa dimensión.

Días pasados fuimos testigos de un nuevo caso de un diputado que, haciendo ostentación de su cargo, retó a pelear a un policía que lo había detenido por no portar placa y manejar a exceso de velocidad. Imagínense lo que hubiese ocurrido si uno de los policías que lo pararon se le hubiese ocurrido intentar detenerlo. De repente, con la desfachatez que lo caracteriza, hubiese desenfundado un arma causando daño al policía. Ejemplos como este se dan con relativa frecuencia donde la gente desatiende los llamados policiales e inclusive físicamente los enfrenta. A veces pienso que hay algunos que, por su soberbia y prepotencia, alientan que los policías se rebelen por la impunidad que observan de quienes deberían dar el ejemplo, como son los diputados y otras autoridades que ostenten algún cargo de poder.

Hemos visto cómo en otros países, como Italia y China, ya han muerto médicos y enfermeras. Donde hay cientos de infectados entre quienes realizan labores de salubridad pública, por el simple hecho de estar en permanente contacto con pacientes con el mortal virus. Ese trabajo lo debemos valorar, porque, cuando se llega al Gobierno, si no es a punta de protestas y permanentes reclamos no se ajustan los salarios y beneficios de los servidores públicos, mientras se continúa con la odiosa práctica de nombrar a amiguitos, copartidarios y parientes, sin mayor experiencia y capacidad, con el doble o el triple de los salarios de los profesionales subalternos que por esos contactos les toca ser sus jefes.

Igual ocurre en materia presupuestaria, cuando se trata de recortar lo solicitado por entidades que, como el Instituto Conmemorativo Gorgas, tanto hacen en la presente crisis, pero que podrían estar haciendo mucho más de haber tenido óptica de estadistas quienes se encargan de distribuir los recursos del Estado y preparar el Presupuesto General del Estado. Hemos visto recortes en estas entidades esenciales, porque la Asamblea Nacional los recorta para su propio beneficio.

La crisis que afrontamos nos debe llevar a producir cambios sustanciales en el concepto que tenemos de lo que un Gobierno debe hacer. Debemos propiciar políticas públicas que antepongan, sobre cualquier otro interés, el mejoramiento sustancial del sistema de salud y de la educación. Que los gobernantes se impongan con valentía y coraje sobre sus insaciables seguidores y pongan un punto final al clientelismo que tanto daño ha hecho y hace a la convivencia del país.

Durante esta crisis hemos visto que hasta contratos chimbos han tenido que cancelar, porque hay funcionarios que, a pesar de la magnitud de lo que vivimos, siguen buscando fórmulas para apropiarse de lo que nos pertenece a todos.

¿Podrá hacerlo el presidente Cortizo?

De no cambiar el rumbo que ha llevado la mayoría de los Gobiernos después de 1989, podremos concluir que no aprovechamos en nada lo que nos ha debido enseñar lo que estamos viviendo junto con el resto del mundo.

Abogado
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