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Julio César Caicedo Mendieta
¡Eh!... COVID-19: 'A DS rogando y con el mazo dando'
He buscado y rebuscado por todos los vericuetos del Internet y nadie sabe a ciencia cierta cuándo y cómo nos libraremos de la inmovilidad causada por esta pandemia.
He buscado y rebuscado por todos los vericuetos del Internet y nadie sabe a ciencia cierta cuándo y cómo nos libraremos de la inmovilidad causada por esta pandemia. “No soy médico ni ingeniero ni tampoco abogado”, pero casi todo en mi increíble vida de 72 años, tanto venturas como desventuras, las he resuelto con un temor inconmensurable a DS, y a trueco de ese respeto idolatra he recibido misteriosamente mensajes de refranes populares de acuerdo a cada caso y no me ha ido mal, porque cada vez soy más millonario en conformidad y hasta me burlo de mí mismo.
Todos sabemos que tanto el Gobierno como los especialistas se aferran al aislamiento, a muchos de contagiarse en lo que ellos denominan la primera ola grande, logrando de esa manera a que el sistema de salud no se complique tanto con la falta de camas, médicos y enfermeras, pero en esta playa que me estoy imaginando por esta pandemia son ocho olas: siete pequeñas y una grandota y así hasta que llegue algún día la marea seca.
Los especialistas no van a cambiar sus posiciones científicas, arriesgan sus vidas trabajando y pensando en lo que está sucediendo hoy y están compenetrados en lo que vendrá: más contagiados, más muertos. Pero el 95 % de los contagiados en el mundo se recuperará hasta que se aplaque la pandemia, más aún que se está utilizando con éxito en algunos países CLOROQUINA, medicamento contra la malaria que están utilizando en pacientes con COVID-19 con resultados fabulosos, porque la gente queda respirando, tragándose todo el aire y sin dolor en el pecho. Este ataque viral dice que no desaparecerá, así como no se han ido los virus de los resfriados quebrantahuesos y mataviejos. Entonces, yo aplicaría el refrán: “Barco para'o no gana flete”.
Miren, muchachos nuevos: las guerras, los paros laborales, las huelgas de brazos caídos, los confinamientos generales prolongados, son mortales, no solo para Panamá, el planeta entero, más temprano que tarde, reaccionará, sencillamente porque esta inmovilidad es malísima: Para la economía, la salud mental, la educación, la vida misma.
Regulemos entonces todo lo posible, pero no nos obliguen a morir de hambre, como dijo el cordobés en su lecho, gravemente herido por un toro: “Duelen más las cornas de hambre”. Ah, y no es que yo piense que al que le toca le toca, o sálvese quien pueda, ¡no! Tratemos de salvarnos todos, siguiendo las recomendaciones del Minsa, mientras se busca el remedio. No nos pase como al viejo de blonda cabellera que le ofreció la vida al diablo y cuando llegó el día y la hora se depiló la cabeza para engañar al diablo y, entre miles de cocobolos que estaban viendo un juego de beis en Chitré, dijo el maligno: “Mijo, venga conmigo”, y se lo llevó por pendejo.
Economista, escritor costumbrista.
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