• 27/05/2020 00:00

Pérdidas irreparables en el arte

El periodista Gil Blas Tejeira tenía una tarea permanente en sus columnas de los diarios en que escribió. Se involucraba en batallas por el pensamiento profundo, a pesar de ser consciente de que su discurso iba destinado a la comunidad que lo leía y buscaba una orientación lúcida para interpretar la realidad local.

El periodista Gil Blas Tejeira tenía una tarea permanente en sus columnas de los diarios en que escribió. Se involucraba en batallas por el pensamiento profundo, a pesar de ser consciente de que su discurso iba destinado a la comunidad que lo leía y buscaba una orientación lúcida para interpretar la realidad local. Una vez propuso que hubiera una biblioteca básica en cada provincia y seleccionó las obras clásicas que consideraba debía consultar el público.

Logró conseguir apoyo de algunos lectores de su espacio periódico y se dedicó a mandar la colección de libros a varias ciudades y pueblos del interior. En esa época eran pocos los que alcanzaban a tener una educación más allá del certificado de primaria y los colegios secundarios existían solo en las cabeceras de provincia. El autor de Pueblos perdidos procuró mandar la mayor cantidad de paquetes con esta muestra diversa de literatura.

Su hija Isis al parecer heredó tal entusiasmo por las letras y en especial por la representación teatral. Luego de regresar de hacer estudios doctorales en España se involucró en la enseñanza, y en la Universidad de Panamá impulsó la actividad teatral; no solo desde su cátedra, sino además como una iniciativa para que los estudiantes percibieran la importancia y proyección de esta escenificación industriosa.

Pero ella tenía también otras virtudes asociadas a su vocación de enseñanza. Argumentaba con una tranquilidad y sonrisa, que se transformaba en un alegato sutil y terminaba como un juicio certero, aplomado y que quizás estaba sustentado en el amplio conocimiento que tenía de la retórica clásica y sus fuentes dramáticas Esquilo, Sófocles y Eurípides. Esa doble capacidad le dio una atmósfera especial a la enseñanza de la lengua en la casa de estudios.

Mayo Hassán estudió dibujo y pintura con los maestros de la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Prefirió un primitivismo como medio de expresión gráfica y pronto consolidó una imagen de mujeres ataviadas con la pollera y que se alzaban con sus largos cuellos en un colorido entorno, propio de los poblados rurales. Se esforzó por formalizar un gremio que acogiera a sus pares y puso sus destrezas a disposición de jóvenes atraídos por el lienzo.

Tejeira y Hassán tuvieron la oportunidad de vivir en medio de grandes conmociones en el país, que buscaba un sentido de identidad en todas las manifestaciones de la cultura. Esto quiere decir que hubo que crear conceptos, escenarios en medio de la exploración de un destino que definiera a la nación y en esto, el arte jugó un papel fundamental. La estética debió alimentarse de enfoques basados en prácticas sociales y en un espíritu nacionalista.

Hubo productos de ambos, tras el proscenio y en las telas que dejaron constancia de la seriedad como encaraban sus compromisos. Probablemente no fueron conscientes de la importancia de las huellas que imprimían con cada muestra de su esfuerzo; sin embargo, comprendieron que el trabajo diario implicaba seguir, recalcar y sembrar en los demás la idea de una misión por ser cumplida.

Esgrimieron herramientas diversas para reproducir una visión frente a la que se asomaron. Reflejar el alma de un pueblo es una construcción que no acaba. Con cada puesta en escena se aborda parcialmente y cada cuadro expone un detalle. Revisar su legado obliga a dar un sentido global al contenido de su lenguaje verbal y pictórico que constituye un aporte para armar el rompecabezas psicosocial de este pequeño istmo en que nos ha tocado vivir.

Ellos dos fallecieron en fecha reciente como signo de una generación que se acaba. Es necesario afianzar tal riqueza con nuevas mentes que comprendan la enorme responsabilidad que implica ser vanguardia intelectual de una sociedad que requiere, ahora más que nunca, de orientación sensata.

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