• 08/06/2020 00:00

La realidad educativa frente al COVID-19

El tema de la educación se ha venido discutiendo sobremanera en los últimos años; no solo eso, sino que es un asunto que ya tiene más de 35 años de estar en el tapete, por diversos motivos, si nos remontamos a la huelga de 1979 y a los años subsiguientes.

El tema de la educación se ha venido discutiendo sobremanera en los últimos años; no solo eso, sino que es un asunto que ya tiene más de 35 años de estar en el tapete, por diversos motivos, si nos remontamos a la huelga de 1979 y a los años subsiguientes. En la última década, hemos discutido y nos hemos avergonzado por las espantosas deficiencias y los resultados trasladados a la pobrísima calidad de enseñanza, a todos los niveles.

Pero para darle contexto, es de suponer que la población estudiantil de hoy es la que se insertará en el proceso de desarrollo y construcción de la Nación en pocos años. Deberá reemplazar a las capas productivas que irán abandonando paulatinamente los centros de producción y tendrá entonces que asumir la responsabilidad de seguir impulsando al país hacia mejores condiciones sociales. Como andábamos en materia educativa, el futuro ya era bastante cuestionable antes de la llegada del COVID-19.

Con la discusión sobre ¿qué hacer?, había voces que sugerían medidas un poco más retadoras para atender las deficiencias de la educación nacional que, al parecer, todos los Gobiernos no se atrevían a implementar por el costo político inmediato. En un artículo titulado “El factor educación” que publiqué hace más de una década, escribí que: “Desafortunadamente, no recuerdo a quién escuché proponer la idea de que era hora –con el sentido de urgencia debida– de suspender todo el sistema educativo oficial por un año. ¿Drástico? No del todo. Cuando nos aqueja una grave enfermedad debemos dejarlo todo y dedicarnos a un periodo necesario de atención, bajo el cuidado de nuestros médicos y planes puntuales de recuperación”.

Los indicadores, año tras año, nos ofrecen el estado del paciente: el sistema está gravemente enfermo y requiere de acciones radicales para salvarle la vida. Esa vida es el futuro y el desarrollo exitoso de la Nación. Cada Gobierno viene con sus expertos y genios que a lo sumo han calmado la “fiebre” que nos aqueja. Pero, si el paciente estuviera curado, no estaríamos discutiendo temas sociales y culturales como: la pobreza, el embarazo infantil, las enfermedades de trasmisión sexual en menores y el segmento joven de la población, el analfabetismo funcional, la falta de mano de obra capacitada para atender los nuevos retos de producción y desarrollo, el bajo nivel educativo de los que hacen el intento de ingresar a las universidades locales, etc.

Con la cuarentena impuesta para combatir la expansión del COVID-19, las clases presenciales se tuvieron que suspender por razones que amenazan la vida (un sistema educativo fallido no necesariamente causa tantas muertes inmediatas ni visibles). Vivimos una experiencia tan cercana –suspender el año lectivo– a la sugerida en párrafos anteriores por las deficiencias históricas.

La cuarentena y suspensión dio paso a la experiencia de impartir clases de manera virtual, aprovechando las bondades de la tecnología moderna, pero, al no estar preparados tecnológicamente y con programas bien establecidos para toda la población estudiantil a nivel nacional, se han abierto nuevos retos de desigualdad y de calidad de la enseñanza que quedan por evaluar. Si los programas presenciales eran deficientes, los virtuales han creado muchas dudas. Es materia de análisis para los que apuestan a esa nueva modalidad.

El paciente –el sistema educativo nacional– no puede seguir así: no estamos logrando absolutamente nada. Conozco varios becados internacionales a quienes las instituciones que los becaron les han reprogramado su ingreso para el año 2021. Es de visionarios reconocer que, muchas veces hay que dar uno o varios pasos para atrás para poder avanzar con nuevos bríos. El suspender un año escolar da paso a establecer los programas de educación virtual, incorporado a un programa presencial. Mientras tanto, se debe invertir en modernos centros educativos y la adecuada reparación de los existentes con tecnología de punta, para cuando todos los muchachos puedan regresar a las aulas de clases a desempeñarse de manera segura por el futuro del país.

Así tendremos un sistema educativo que propicie el mejor clima posible para el desarrollo personal, extensivo en todas las regiones poblacionales del país y que garantizará oportunidades para todos. Un ambiente educacional adecuado y justo permitirá un desarrollo humano más acorde con lo que se vislumbra deba alcanzar este país. Así le salvaremos la vida al paciente.

Comunicador social.
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