• 18/06/2020 00:00

Ludwig y Rosa toman té

Es el otoño de 1902. Ludwig von Mises y Rosa Luxemburgo conversaban sonreídos. A las 4 p. m. , solos en un restaurante de la calle Niederdorf, Zurich, la plática inició así:.

Es el otoño de 1902. Ludwig von Mises y Rosa Luxemburgo conversaban sonreídos. A las 4 p. m., solos en un restaurante de la calle Niederdorf, Zurich, la plática inició así:

–¿Deseas que le ponga azúcar o leche?

–Gracias Rosa. Leche, por favor.

–Este es un avance enorme, Luis. ¿Cierto?

–Lo es.

–¿Aunque sea solo para tomar té?

–¡Sí, porque no vinimos a descalificarnos, sino para construir con base en lo que nos une!

Jamás ocurrió aquella reunión entre el economista libertario y la energética marxista. Los uso para plantear mi ilusión de reconciliar ideologías opuestas.

Por un lado, Mises asegura que cada uno sabe lo que le conviene y nadie debe dictárselo. Afirmó que la intervención del Gobierno trunca nuestra libertad y esta no es gratuita. Su precio es ser responsables. Eso requiere de un esfuerzo poco común en los países tropicales. Somos perezosos.

Por otro lado, el sistema comunista que defendió Rosa carece del mecanismo de precios que debería lograr la distribución óptima de recursos. Pero la realidad no se limita a ecuaciones. La vida también incluye otras cosas. Por ejemplo, la compasión. Nos importan los demás. ¿Cierto?

Siete de cada diez panameños, consideran inútil debatir sobre el mejor modo de crear riqueza y su reparto. Les comprendo. Tienen certeza de que sus urgencias cotidianas no dejan espacio para eso ¿Quiénes son?

Por ejemplo, un extrabajador de la construcción. Ya no repella a una velocidad productiva. Sobrevive manejando un taxi que conduce bestialmente para aruñar la cuota.

Por ejemplo, una empleada doméstica. Limpia la casa de su patrona y al volver a la propia, tolera la violencia verbal de su esposo, mientras resuelve tareas escolares con su hija adolescente entre malabares para disuadirla de caer en un embarazo precoz.

Las ideologías son útiles. Otros panameños con acceso a diversos tipos de poder lo saben y toman decisiones que moldean la cotidianidad del taxista y de la doméstica.

Mises murió a los 92 años. Finalizó su existencia tranquilo, en el Hospital San Vicente de Nueva York. Rosa vivió la mitad de los años de Mises. Su fin no fue plácido. Víctima de un femicidio político, fue asesinada con violencia horrenda por paramilitares derechistas. Primero, destrozaron su cráneo y rostro a culatazos. Luego un tiro en la nuca, antes de tirarla al río Esprea en Berlín.

Si Mises pudiera observar hoy al mundo naufragando en el mar de la peste sanitaria que inmoviliza la economía, ¿qué opinaría sobre la paradoja de que ahora todos, sin distinciones ideológicas, esperamos que el Estado nos ayude lanzando al agua salvavidas?

La deliciosa velada que compartieron Ludwig y Rosa, no se limitó a conversación ligera sobre la belleza de la vajilla. Terminado el té, redactaron un documento de doce puntos.

1) El ego no importa. Dejémoslo a un lado para dar importancia a ideas que estén al servicio de lo cotidiano, ejecutadas por talentosos que implementan lo que realmente funciona.

2) Sin ego, observamos que el capitalismo requiere una visión fresca. Lo bautizamos hoy “Capitalismo Compasivo”.

3) Gracias a la compasión, reconocemos que tanto el leseferismo fanático de la derecha como el estatismo recalcitrante de la izquierda son propensos a fracasar.

4) La economía es un ecosistema de gente, no una máquina de engranajes.

5) El Capitalismo Compasivo comprende que, a través de la cooperación académica, la tecnología de punta y el diálogo social participativo se resuelven necesidades.

6) El objetivo del diálogo social participativo, será contestar una pregunta clave: ¿qué es prosperidad?

7) La respuesta podría incluir factores que mitigan la desigualdad, como la inclusión digital y el respeto al ambiente.

8) La respuesta también podría destronar a la rapacidad, como la reina de lo que algunos consideran una virtud empresarial.

9) Reconocemos que es importante ser precavido con las distorsiones (monopolios, sindicalismo insensato e impuestos expoliantes).

10) “El mercado” es simplemente la gente y, aunque es magnífico para propiciar la innovación y la efectividad, no lo es siempre para la eficiencia. La gente puede ser irracional. Por tanto, el evangelio de que el precio siempre refleja el valor dejará de ser dogma de aceptación obligatoria.

11) Desechamos el PIB como la medida adecuada para conocer la salud económica. Desde ahora se diseñará otra medida que sí identifique la capacidad de resolver problemas cotidianos.

12) El Gobierno no tiene que ser enemigo de “el mercado”. Ideemos una cultura que permita que en el sector público se fomente la experimentación, riesgos y fracasos que hacen exitoso a los emprendedores perseverantes.

Al atardecer, lloviznaba en la capital suiza. Ludwig y Rosa sujetaron sus paraguas al despedirse, haciéndose la advertencia mutua de que sus recomendaciones requieren tolerancia y respeto, con líderes que actúen fuera de pensamientos criollos, egoístas y rígidos.

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