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- 03/07/2020 00:00
El agradecimiento muta en corrupción
El primer año en la U, me tocó quedarme en pie en la mayoría de las horas de clases, no me afectó mi trabajo de “borriguero”, pues las paredes de fondo fueron un agradable descanso para mi espalda y, al no ocupar silla, nunca distraje mi atención por darle el puesto a las damas que siempre llegaban tarde, no tomaba apuntes, la palabra de los profesores eran suficientes, menos con uno: Chinchorro Carles, el más temido en la escuela de Economía, de quien por primera vez escuché hablar del padre de la economía moderna, Adam Smith, de sus obras, La riqueza de las naciones y de la teoría de los sentimientos.
La teoría de los sentimientos de Adam Smith solo fue mencionada para lectura en la UP y no fue tocada por mí en los subsiguientes 7 años de carrera ni en los casi 50 que llevo como historiador motetero y solo ahora, después de pasar agachado los infaustos tiempos de la tuberculosis, la malaria, las balas del nueve de enero, las bombas de la invasión, y el sida ¡sin resfriarme!, me la topo. Hace dos días, aprovechando la inacción de la covid, me dispuse a revisar apuntes viejos para botarlos y me encontré con La teoría de los sentimientos del economista y filósofo escocés Adam Smith, referido por Chinchorro Carles. “¡Leanla, léanla!”, decía el enérgico profesor, con su voz de hormigón exiliado.
La Teoría de los sentimientos toca profundamente la moral del agradecimiento y el punto a tratar mío es cómo los políticos han estafado a los pueblos ingenuos e incultos valiéndose del agradecimiento, como si fuera una deuda divina que hay que pagar por sobre todas las cosas. Cuando es todo lo contrario. En el caso panameño, los estratos sociales, caen en deuda con los partidos políticos al aceptar subsidios, chécheres, materiales, becas, inclusión en planillas, más un etcétera grande, tanto así, que en parte de las barriadas marginales (bien dicho por uno de mis fanáticos) se escucha: “¡Yo voto por fulano porque me pone mi jamón de Navidad!”.
Y entonces con esta psicosis general, el político no hace, no cumple mientras el país se sume en un atraso corrupto intratable y no apto para un diálogo nacional; mas, sí para un “diágolo”, como decía la finada María Carter.
Miren, Panamá está corrupta desde el cura para abajo y nuestro pueblo cree que “alcanzar por fin la victoria” significa que hay que hacerle todo, desde cogerle las goteras del techo, hasta repararle la tubería del séptico.