• 26/07/2020 00:00

¿Más médicos?

Al momento de escribir estas líneas sobre el coronavirus Panamá, con relación al continente americano, amanece tercero en casos por millón de habitantes; está en la posición 24 en tasa de letalidad; octavo en muertes por millón de habitantes y en el lugar número 22 en tasa de recuperación.

Al momento de escribir estas líneas sobre el coronavirus Panamá, con relación al continente americano, amanece tercero en casos por millón de habitantes; está en la posición 24 en tasa de letalidad; octavo en muertes por millón de habitantes y en el lugar número 22 en tasa de recuperación. Leo en los diarios que el Gobierno se apresta a la contratación masiva de personal de Salud con énfasis en profesionales de la Medicina. El objetivo específico de esta iniciativa es atender la actual pandemia provocada por la COVID-19. No puedo dudar de que exista esa necesidad, pero ¿hasta qué punto este requerimiento lo exacerba cierta actitud y conducta de muchos sanitarios y administrativos, ya sea por acción u omisión en el ejercicio de sus funciones?

Existen honrosas muestras de administrativos y profesionales de la salud que, con honestidad, ética y profesionalismo, han mostrado lo mejor de su carácter, además de su empatía y humanidad ante esta tragedia. Sin embargo, la gravedad de la enfermedad hace que pase desapercibido ese otro espectro del Sector Salud que, con su desidia y oportunismo, ensombrecen el bello martirologio de sus pares.

Me di a la tarea, a raíz de la noticia de la inminente contratación, de pedir opinión a un número importante de miembros de esta actividad. He aquí una pequeña muestra:

a. “Te pongo un pequeño ejemplo. ¡El jefe en donde trabajo está jubilado y se fue huyendo apenas esto comenzó! Regresó. Se le terminó todo el tiempo en fondo que tenía. ¡En la actualidad no hace nada de nada; su neumólogo le dijo que era peligroso para él! Tenemos 2 secretarias y apenas esto comenzó las pusieron a trabajar solo 4 horas en vez de 8; ellas no tienen contacto directo con pacientes y se viven incapacitando. ¡Hace poco no fue ninguna a trabajar y nada pasó!” (Testimonio de un médico general).

b. “Hay gran cantidad de colegas dizque enfermos. ¡Allá en el Gobierno no ven a nadie, pero vuelan para la privada! Tengo una que aquí no hace nada y el jefe se lo permite; pero también trabaja en otro lugar a tiempo completo; ¡te podrás imaginar cómo lo resuelve!” (Testimonio de radióloga).

c. “… Deciden que los odontólogos tomemos las muestras en hisopado y los médicos generales, por arte de magia, desaparecieron, asignándoseles tan solo un día de trabajo en esta área. Asimismo, pasa con los demás especialistas. Los únicos que se mantienen atentos y pendientes son los infectólogos y epidemiólogos” (testimonio de odontóloga).

d. “Hay demasiados pacientes y no hay control adecuado. A una persona se le perdió el papá en el hospital y cuando lo encontró había muerto. El cadáver que le entregaron no correspondía a su padre. Es simple: no hay visitas. El paciente ingresa y luego queda inconsciente. Los familiares no pueden verlo. Por el exceso de pacientes se confunden las identidades y surgen estos errores impresionantes” (Testimonio de una asistente administrativa).

e. “En un hospital lleno de COVID, la gran mayoría trabaja a lo mínimo y los que se fajan duro son los residentes y los internos. No te olvides de los que son de la tercera edad: enfermos, obesos y con la pésima costumbre de trabajar muy poco. Así, no hay tiempo ni espacio para dar la cara al paciente” (Testimonio de una enfermera de sala).

f. “… Especialistas y funcionarios van. Algunos están dos o tres horas por mucho en el hospital y al final quedamos encargados. Ahora con la COVID es peor la cosa. Otros son casi ancianos con patologías. ¡Hablando de esto con una ginecóloga, me dijo simplemente que ella se hizo especialista para trabajar menos y ganar lo mismo!” (Testimonio de un residente).

g. “Estamos cansados. Mire que nos han mandado a hoteles para así no tener que ir a la casa, pues como solo vemos COVID, tenemos que prevenir el contagio de la familia. La cosa es que a veces debemos decidir procedimientos y el funcionario no aparece. Es mucha responsabilidad y estrés” (Testimonio de un interno).

Estos son solo algunos de los lamentos. Al escuchar estos testimonios me pregunto entonces: ¿quién orientará a ese nuevo personal en su mayoría novato que entrará al campo de batalla y por lo visto en la primera línea frente a la COVID-19? Si no se corrige la distorsión que, en estas líneas, denuncio: es muy probable que esta medida, en vez de ayudar, empeorará más el panorama.

Lo digo alto y claro. No es este asunto el que nos tiene como estamos, pero de alguna forma lo tensiona. Tenemos ejemplos dignos de quienes cumplen con su responsabilidad y misión. Más que un llamado, clamo a ese sector que ha podido caer en estas prácticas, para que tome conciencia de que lo que está en juego y sin exageraciones lo digo, es la sobrevivencia misma de nuestra sociedad. Luego no tendrían autoridad moral para pedir ni exigir nada. También sé que cumpliendo con su deber se juegan literalmente la vida. No puedo juzgar a quien decida no hacer frente. Pero al menos se ha de tener el decoro de hacerse a un lado y no recargar el sistema administrativa y económicamente.

Termino citando al Dr. Jonathan Smith, profesor de Epidemiología de Enfermedades Infecciosas y Salud Global en la Universidad de Yale: “Lo que quiero es ayudar a la gente a enfrentar el impacto. Hay que mantenerse firme y solidario, con la certeza absoluta de que lo que hacemos salva vidas, incluso si hay gente que se enferma y muere. Uno puede sentir la tentación de rendirse. No lo haga”.

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