• 06/10/2020 00:00

La infamia de Berruecos

“Armando Barona Mesa, […], acusa a José María Obando como el ejecutor intelectual del crimen de Berruecos en la obra El magnicidio de Sucre. Juicio de responsabilidad penal”

El 25 de septiembre de 1828 se da el atentado de los santanderistas contra Bolívar. Manuelita Sáenz, la panameña-ecuatoriana, se enfrenta a Carujo y los conjurados y le da tiempo al Libertador de escapar por una ventana. Manuelita salva a Colombia de la ignominia histórica. Ese día marca la infamia del magnicidio de Berruecos del mariscal Antonio José de Sucre, la cual ocurre el 4 de junio de 1830. Sucre es el natural sucesor del Buen Ciudadano para mantener el sueño de la Patria Grande que tiene como núcleo a la Gran Colombia. Sucre es el obstáculo del caudillismo que aflora con la codicia por el poder personal ya en Venezuela con Páez y Flores en el Ecuador. Y en Colombia están los López y los Obando con su líder Santander.

Armando Barona Mesa, abogado penalista e historiador, con rigurosa imparcialidad y con las pruebas judiciales correspondientes, acusa a José María Obando como el ejecutor intelectual del crimen de Berruecos en la obra El magnicidio de Sucre. Juicio de responsabilidad penal.

Bolívar, abatido por las enfermedades y lleno de desengaños, decide dejar el mando y viajar a Europa. En carta a Obando, su enemigo, le dice: “Yo he muerto políticamente, dirija sus quejas al presidente Caicedo. El largo camino hacia el Caribe colombiano es el viacrucis de un estadista que es consciente que aré en el mar y edifiqué en el viento”. Gabriel García Márquez en El general en su laberinto es patético al narrar el duro acontecer del hombre de las dificultades.

El atentado de la noche septembrina afecta la vida afectiva de Bolívar. La conspiración de los santanderistas es permanente. El crimen de Sucre lo asesina moralmente, con la alevosía de Caín, Judas y Brutus le dan el jaque mate final, solo que ignoran que hacen de Colombia la tierra de los violentos. Bolívar lo advierte en el Congreso Admirable: “No seáis los asesinos de la patria y vuestros propios verdugos”. García Márquez no se engaña se muda a México, muere allí y pide que sus restos sean sepultados en el país de los aztecas.

Barona Mesa traza un perfil puntual sobre Manuelita Sáez, una mujer que rompe los paradigmas de la época. Bolívar la ama volcánicamente, la sabe imprudente, impulsiva y valiente, participa en los combates al lado del Libertador, culta y contestataria. Heroína en el Perú. Santander la odia y la destierra a Paita, en el Perú. Allí es visitada por Guiseppe Garibaldi, Herman Melville y Simón Rodríguez. Concha Peña tiene una novela sobre esa mujer irrepetible. Manuelita vive en cada mujer rebelde y Santander está en el despeñadero de la historia.

Armando Barona asedia las personalidades de contrapunto de Tomás Cipriano de Mosquera y José María Obando, antípodas en la praxis política. Obando, hombre sin escrúpulos, confiado en el poder y la fuerza, muere trágicamente tal como vivió, Abel se vengó de Caín. El duelo histórico entre Mosquera y Obando es narrado puntualmente por Barona Mesa. Falla Obando y Mosquera lo humilla disparando al aire.

La emboscada contra Sucre es un crimen institucional, son muchos los involucrados, Caicedo lo envía a Ecuador para impedir un conflicto con Flores, le insiste que viaje por tierra. Una pequeña escolta acompaña al héroe de Ayacucho. El indio José Erazo, ente delictivo y protegido de Obando, con el coronel Apolinar Morillo, preparan el asesinato, Juan Gregorio Sarria y Antonio Mariano Álvarez, amanuenses de Obando, dan el apoyo logístico. Sucre es herido mortalmente en el corazón y en la cabeza. La escolta se acobarda y lo abandona. La traición reina en Colombia. Se realizan dos juicios, a Obando se le dan todas las facilidades para su defensa, recibe todo el apoyo oficial. Obando es un hábil político y Colombia vive una parodia por el poder. Las pruebas desaparecen, todo es un artificio.

El segundo juicio surge ante nuevas pruebas contra Obando. El general Mosquera aporta nuevas evidencias que involucran a Erazo y Desideria su mujer. Apolinar Morillo, hombre vicioso, confiesa su crimen. Erazo relata cómo se perpetró el gran delito y aporta carta de Obando, todo se descubre de una manera inesperada. Erazo, el taimado bandido, es condenado a la prisión del Chagres, donde muere por las fiebres del trópico. Morillo es fusilado. Obando es intocable. De nada valen las pruebas judiciales y de cargo, la sentencia es condenatoria. Consentir un crimen es cometerlo. La ley del encaje demuestra que la justicia está muerta. Obando se levanta contra el Gobierno en la Revuelta de los Supremos y evita afrontar su responsabilidad. La justicia es corrupción, inequidad y ruindades.

El historiador panameño Juan Pérez y Soto, que se opone a la separación de Panamá de Colombia, edita una obra que compromete a Obando, el caso del general caucano despierta todas las pasiones en distintas épocas. Antonio José de Irrisari, guatemalteco, publica también un libro contra Obando: Historia crítica del asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho.

Tomás Herrera, santanderista, muere al entrar triunfante en Bogotá, las fuerzas de Melo lo abaten. Abel está presente…

Colombia es la historia del conflicto eterno. Primero santanderistas vs. bolivarianos, luego conservadores vs. liberales, después las Farc vs. sectores institucionales y ahora todos contra todos. Opinión de un panameño que estudió en Bogotá. Colombia es la patria de Caín, Judas y Brutus.

Dedicado a José Álvaro y Olmedo Beluche, siempre contestatarios.
Historiador, docente, escritor.
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