• 30/10/2020 00:00

Sin familia no hay nación

Debemos tener presente que hemos nacido de la relación sexual entre un hombre y una mujer. De una relación que bien pudo ser realizada con el sentimiento más profundo de amor; o, de una relación condicionada o apegada a las pasiones más aberrantes.

Debemos tener presente que hemos nacido de la relación sexual entre un hombre y una mujer. De una relación que bien pudo ser realizada con el sentimiento más profundo de amor; o, de una relación condicionada o apegada a las pasiones más aberrantes. En la forma en que lo veamos, no se puede negar la existencia del ser humano a través del hombre y la mujer. De otra manera sería negar la existencia de la humanidad, sería negar la existencia de las futuras generaciones y, sin generaciones, no hay familia, no hay nación, no hay Patria.

La unión del hombre y la mujer en matrimonio es un compromiso personal y de elección libre que asegura a cada uno estabilidad en garantía de dicha y equilibrio al bien de la pareja y educación de su descendencia. El vínculo familiar surge de las relaciones humanas conectadas entre sí, que expresan la verdad e identidad de cada uno de nosotros. De esta forma es que se construye el modelo originario de familia que, aunque ha permanecido en las distintas épocas y culturas con diversos modelos sociológicos, permite la realización plena del hombre y su misión humanizadora en el mundo.

La calidad de las familias condiciona la calidad moral de quienes forman un país. Por eso, es urgente adoptar políticas familiares que constituyan la manera ética y transparente de resolver las crisis de las sociedades y de garantizar la democracia. La promoción y la ayuda de la familia en el seno de la sociedad ayudan grandemente a mejorar y de asegurar el progreso del desarrollo social.

Pero ¿qué sucede desde el punto de vista económico y educativo cuando se imponen graves obligaciones a las familias debido a los grandes cambios en la economía y en la educación? Estas grandes transformaciones hacen que la familia limite su calidad de vida. Nuevamente insisto en que se debe dar paso a una auténtica política familiar, no solo como medidas de asistencia, sino que se consiga transformar en sentido humano el desarrollo económico y del sistema educativo, es la única manera de contribuir a la soberanía de las naciones y en la promoción de los derechos del ser humano.

Virginia Satir, psicóloga y estudiosa de la familia indica: “La familia produce elementos que determinan estados en el individuo de salud y fuerza, o bien de enfermedad psíquica y emocional y que afectan a una nación”. La falta de vivencias y educación, aunado a los problemas de hoy, con una juventud apática e indiferente, y el desinterés en las situaciones más elementales dentro del hogar, son instrumentos eficaces para la deshumanización y despersonalización de una nación. Máxime, si la gestión gubernamental refleja una política económica, jurídica y de seguridad negligente, elementos susceptibles para el desempleo, la pobreza y las transgresiones. Son realidades penosas que se agravan aún más, si dentro del hogar subsisten factores psicosociales, como el antagonismo, la devaluación de la misma persona, la soledad, el engaño y el dolor.

Los ataques a la familia son muchos: relaciones sexuales promiscuas, infidelidad, alcohol y drogadicción, distanciamiento en la pareja y en los hijos, la violencia y el maltrato físico y psicológico, programas televisivos negativos y peligrosos, embarazos precoces, abortos, malas amistades que te llevan a la cárcel, al hospital o a la muerte, y, mucho más. Pero, también son muchos los valores y virtudes que se adquieren en el seno familiar y, sobre todo, cuando se comienza a honrar a Dios (para los creyentes), que después se manifiestan en la vida social que constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad y de la fraternidad.

Mientras hay quienes apoyan a las familias, también los hay quienes quieren verla destruida. No podemos callar ante las mentes retorcidas que sólo perviven en encontrar la manera de degradar el matrimonio y la familia. Existe un silencio cobarde que nace del miedo a las consecuencias, del temor a comprometerse y que dejan a un lado situaciones que debieron ser resueltas en su momento. Para eso estamos los que creemos en la unión de dos seres -hombre y mujer- en matrimonio eclesiástico o civil, los que creemos en la familia, aunque sea producto de una unión libre, o de niños y niñas que crecen bajo la tutela de padres solteros o madres solteras, o de algún otro familiar que los abrace con amor y tolerancia.

Psicóloga clínica.
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