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- 23/11/2020 00:00
Dimensiones que no se alinean
Creo que vivo en otra dimensión y casi, casi monotemático. Y me atrevo a señalar que no soy el único que vivo en esa dimensión que sabe que hay que resolver el tema de la corrupción. La RAE define “dimensión” como: “relativo a cada una de las magnitudes fundamentales, tiempo, longitud, masa y carga eléctrica, con que se expresa una variable física”). No entiendo lo del Diálogo Nacional convocado por el Ejecutivo que iniciará esta semana. La nota de prensa señala que: “El Pacto del Bicentenario “Cerrando Brechas” es una iniciativa del presidente de la República, Laurentino Cortizo Cohen, con la finalidad de lograr acuerdos nacionales en materia de salud, seguridad social, educación, economía, seguridad y servicios básicos, para sentar las bases de un mejor Panamá…”.
Para no ser repetitivo les copio el enlace de mi columna titulada “El elefante en la pantalla de Zoom”, publicado en este espacio el pasado lunes 28 de septiembre. (https://www.laestrella.com.pa/opinion/columnistas/200928/elefante-pantalla-zoom).
No entiendo por qué no estamos discutiendo el tema principal que nos tiene en el lugar en donde estamos. Discutir para resolver. Esta sociedad está perdida, si no resolvemos ese problema. Si seguimos evitándolo en foros de este nivel y de esta naturaleza. Los cinco puntos para discutir han sido violentados por décadas y décadas por los corruptos y esas violaciones han amenazado el bienestar de los más necesitados.
Estamos perdidos, si no hacemos lo responsable. Casi por hora aprendemos de lo mal que estamos. Así no se puede pensar ni trabajar como sociedad en metas de desarrollo ni futuro compartido… ni en el codiciado bien común. Los temas planteados son de máxima prioridad y la necesidad de que todos los sectores productivos de la sociedad los discutan y lleguen a acuerdos consensuados, sería muy positivo para el futuro inmediato y a largo plazo del país.
Pero ninguno de esos temas escapa del tema superior, el que los ha malogrado, el que los ha debilitado a tal punto que, por ejemplo, construir un sistema educativo digno del siglo XXI, en tiempos sin pandemia, ya sabíamos que nos tomaría aproximadamente dos generaciones. Esa desventaja para un país en “supuesto crecimiento” es producto de la corrupción reinante que ha carcomido todo el sistema educativo: el público y el privado.
El viernes pasado, La Estrella de Panamá publicó la entrevista que la periodista Adelita Coriat le hiciera a la Dra. Paulina Franceschi, en donde la doctora señaló que: “… vivimos con unos niveles de desconfianza entre todos, (…) lógicamente un proceso de diálogo va a tener muy presente que hay que construir confianza, será exitoso en la medida en que haya confianza, sea transparente, que haya rendición de cuentas del proceso periódicamente”.
Algunos sectores honestamente preocupados por lo que el país atraviesa en materia de corrupción y degradación social, se preguntan ¿qué hacer? Pero buscan la respuesta dentro del marco actual de funcionamiento de la sociedad y creo que allí ya no se puede hacer nada convincente.
Los temas expuestos para la discusión sí hay que discutirlos en el marco y los planteamientos esbozados por la doctora Fransceschi, pero en un contexto en donde la corrupción no es un factor determinante en el deterioro de la institucionalidad y en donde haya certeza del castigo.
Debemos seriamente provocar cambios sustantivos en el proceso educativo. No solo me refiero al sistema oficial de enseñanza y aprendizaje, sino en proveer los mecanismos necesarios para que la sociedad busque el conocimiento científico y se aleje de lo que ofrecen los charlatanes y los cultos de veneración a lo desconocido que los tiene cada día más sumidos en la ignorancia. La pandemia ha hecho más visible en algunos casos este fenómeno y ha resultado ser muy peligroso para atender a los diferentes segmentos vulnerables de la sociedad.
El escritor italiano Nuccio Ordine alguna vez señaló que: “En una sociedad corrompida por la dictadura del beneficio, el conocimiento es la única forma de resistencia. Porque con el dinero se puede comprar cualquier cosa: parlamentarios, políticos, jueces, el éxito, la vida erótica. Solo hay una cosa que no se compra con dinero: el conocimiento”. Una educación visionaria, hará posible la construcción de un nuevo ser humano: productivo en la creación de conocimiento para el desarrollo. Pero primero salgamos del problema fundamental para cerrar la brecha entre las dimensiones que nos mantienen desunidos.