• 14/01/2021 00:00

De estornudos en EE. UU.

“[…] mucho de lo que vemos en versión ampliada en los EE. UU. tiene similitudes en nuestras tierras, vale la pena reflexionar sobre ello y ponernos la mascarilla a tiempo, porque no es época de estar expuestos a estornudos”

“Cuando Estados Unidos estornuda, a América Latina le da neumonía”. Una expresión que puede tener más de un siglo de utilizarse, no solo para América Latina, en una época para Europa y se adapta según el orden mundial varía. Con el pasar de los años adquiere mayor o menor relevancia. Incluso para Panamá, con la relación especial que tiene con EE. UU., no posee el mismo peso que hace cuarenta o cincuenta años. La frase entraña una explicación sencilla a una realidad geopolítica compleja.

Si tenemos en cuenta lo anterior, sería iluso pensar que lo ocurrido recientemente en los EE. UU. no tendrá consecuencias para la región, las tendrá y serán importantes.

Preciso que al refirme a lo ocurrido en EE. UU. no me circunscribo a la marcha del 6 de enero, arengada por el presidente Donald Trump y que culminó con el ataque al Congreso; sino a todo el deterioro de la institucionalidad que ha sufrido ese país a lo largo de cuatro años.

El presidente Trump es, a no dudarlo, un factor que ha agravado una realidad por sí misma complicada. No obstante, en pocos días -sea condenado o no-, por sus propios pies, va camino al basurero de la historia. Sin embargo, un sistema profundamente deteriorado, en el que los anticuerpos democráticos se muestran débiles para hacer su trabajo, deja al descubierto una realidad crítica y preocupante, mucho más allá de la administración que termina.

Una radiografía rápida deja ver: una sociedad polarizada y en la que todo tema polariza -ejemplo la pandemia-; extremos que crecen borrando los puntos de encuentro (tradicionales “common ground”); el avivamiento de un nacionalismo mal entendido y denigratorio del inmigrante; el doble estándar que tanto se ha mencionado ante el contraste sobre cómo fueron enfrentadas por las autoridades las protestas del movimiento “Black Lives Matter” y el ataque al Congreso -pero que vienen de mucho antes-; las desigualdades; el menoscabo de los políticos y, peor, de la política y la salida a la luz de falencias en un sistema electoral en muchos aspectos anacrónico.

En el centro de todo lo que sucede en EE. UU. o tal vez como resultado directo de todo lo anterior, los ciudadanos se están desenamorando de la democracia. Fenómeno evidente y que algunos estudiosos vienen planteando hace algún tiempo.

Ante los brotes de protestas y descontento en varios países latinoamericanos, queda claro que esta tendencia no es exclusiva de los EE. UU. En países con larga tradición democrática o en aquellos que han vivido experiencias autoritarias en los últimos cincuenta años, se observa el mismo desapego.

Ese desapego o desencanto con la democracia no solo abre la puerta a opciones autoritarias, sino que empieza a plantearlas como salida a los problemas irresolutos de los sistemas democráticos.

En estricto rigor, habría que preguntar: ¿el señor Trump, que termina su periodo en unos días, es muy distinto del que ganó las elecciones en 2016? Claramente, no. Es más bien, la consecuencia de lo que marcaban las encuestas hace cuatro años, que consistentemente aumentaba la creencia en los ciudadanos que un líder fuerte, que no estuviera tan sometido al Congreso, podía resolver sus problemas (¿populismo?).

Por otra parte, cada vez más los jóvenes expresan su minusvaloración por la democracia. Encuestas revelan que para el 60 % de los nacidos en las décadas de 1940, 1950 y hasta 1960 es importante vivir en democracia; sin embargo, para los nacidos a partir de 1980 desciende ese porcentaje dramáticamente, hasta llegar a menos de un tercio, que a fin de cuentas considera que no es “esencial” vivir en un sistema democrático.

Un paréntesis, de allí que cada vez que tengo la oportunidad de hablarle de la importancia de la democracia a un “millennial” y a los que siguen, me entusiasmo en hacerlo.

En fin, mucho de lo que vemos en versión ampliada en los EE. UU. tiene similitudes en nuestras tierras, vale la pena reflexionar sobre ello y ponernos la mascarilla a tiempo, porque no es época de estar expuestos a estornudos.

Abogado, presidente del Grupo Editorial El Siglo - La Estrella de Panamá, GESE.
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