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- 15/03/2021 00:00
Educación: entre ingenuidades y opresión social
Bernard de Mandeville, una especie de respetable gurú en Inglaterra, pero nacido en Holanda, decía, respecto del desarrollo de los países en el siglo XVIII, que: “para hacer feliz a la sociedad (…) y para contentar al pueblo aun en su mísera situación, es necesario que la gran mayoría siga siendo tan ignorante como pobre” (Mandeville, The Fable of the Bees, 1728).
Hoy, el estribillo retórico, tanto de políticos y empresarios como de líderes gremiales y sindicales que abordan el tema del desarrollo del país y nuestro pueblo, es en lo formal, contrario a la tesis de Mandeville. Todos dicen que la educación es “la estrella del Gobierno”, la “única vía de salir de la pobreza”; es decir, que la educación no puede ser privilegio de élites… Lo cierto es que la realidad nos dice que la tesis de este ilustrado holandés-inglés, está conduciendo la política educativa de nuestro país, al menos en los 40 años recientes. Aquí, no podemos eximir a los gremios docentes de las décadas de 1970 y 1980, que se prestaron a los propósitos del empresariado conservador para liquidar la única propuesta integral de reforma educativa que se conoce en los últimos 70 años.
Este esfuerzo reformista estuvo orientado -aun con los defectos políticos que podían ser perfectamente subsanados- a superar el escenario de inequidad social que se ha vuelto cada vez más insostenible, llevando al sistema escolarizado de tumbo en tumbo, desde que sucedió la aniquilación de dicha reforma, misma que incluso algunos colegios privados de élite la acogieron y la implantaron en sus planes. Hoy, estas escuelas que incorporaron las líneas pedagógicas -de avanzada para esa época- están entre las 10 de mayor nivel pedagógico y educativo del país.
Gobierno tras Gobierno, por su parte, han mostrado cuál es su interés real y no el cosmético que nos venden a la ciudadanía. Solo examinando la escuálida asignación de recursos, se saca la conclusión de que la tesis de Mandeville guía las políticas gubernamentales reales; lo irónico es que los burócratas no son conscientes de esto.
Ahora bien, no es que en todo Estado capitalista se pretende que todos los que no son de las élites estén sumidos en el analfabetismo académico, funcional o tecnológico. Esto último ocurre en el modelo neoliberal de corte conservador, para quienes las tesis de Mandeville guían su práctica, pero no por razonamiento teórico “per se”, sino que en su mayoría estas élites generan sus riquezas en actividades económicas que no requieren mayor cualificación de la mano de obra, lo cual es la tónica en Panamá.
En la estructura productiva panameña, la proporción de personal cualificado no ha superado al 20 % del total de los puestos de trabajo disponibles. Además, no hay visos de que en los próximos años esto cambie sustantivamente. Nuestra flamante clase empresaria, en buena medida heredera del conservadurismo decimonónico, solo requiere trabajadores poco cualificados… los muy cualificados prefiere importarlos, porque le sale “más barato”. La trampa está en que exista un ejército de reserva laboral (desocupados) del que pueda ofrecer salarios deprimidos y poco dignos. Mientras, hace lo necesario, a través de sus burócratas en el Estado, para que tampoco se fomente una educación en la que egrese población escolar con aprendizajes de calidad. De allí que no le interese la educación pública superior, a menos que se promuevan trabajadores sumisos, que no se les ocurra estar reivindicando derechos sociales ni tengan identidad de su clase social.
En este sentido, la educación virtual les ha venido a bien a las clases empresariales, en tanto que han mostrado su efectividad elevando la cantidad de estudiantes con aprendizajes de menor cualidad.
Por lo antes dicho, no tiene sentido seguir con la engañosa y perniciosa educación virtual. Los gremios docentes mostrarían ser consecuentes con las clases trabajadoras a las que pertenecen, si en vez de demandar conectividad universal para seguir en la virtualidad, demandan ser vacunados a la brevedad y volver gradualmente al aula física. Todos los estudios científicos realizados en Asia, África, Europa y Latinoamérica, donde se ha incurrido en la vuelta gradual a la presencialidad escolar, revelan que no ha habido brote significativo alguno de la infección. Los estragos de la no presencialidad, en la profundización de la inequidad social son inconmensurables. Dejémonos de ingenuidades y no caigamos en las celadas de los Mandeville contemporáneos.