• 17/03/2021 00:00

Retos para un nuevo escenario

“Hay múltiples problemas que se encierran aquí, desde aquellos rincones donde es necesario subir a un cerro a buscar la señal, hasta el acceso individual y familiar […]”

Nicole, una niña que cursa el tercer nivel de la educación primaria, explicaba sus primeras experiencias en el uso de la modalidad virtual para aprender. “Cancelaron las clases en la escuela para protegernos, pero siguen con una modalidad que se llama 'teams' que funciona como si estuviéramos en el salón, tiene un micrófono que se prende y apaga y se levanta la mano o se oprime una, que está en la pantalla”.

Detallaba que eran como 26 compañeros en el grupo. “La maestra viene y te llama o pasa lista. Todos tienen que apagar los micrófonos; ella da la clase y tenemos que estar atentos cuando llama. Los estudiantes se quedan viendo para cuando los llamen y los padres están por ahí cerca para saber que están poniendo atención. La maestra está sentada y pone un power point y también sube videos para verlos antes o cuando están las clases”.

“Me gusta más ir al salón a dar clases, porque es obligatorio, no puedes faltar y si te sientes mal, puedes ver los videos. Uno debe entrar unos minutos antes que llegue la maestra y conversar con los compañeros, aunque no se pueden hacer reuniones si ella no está”. Es definitivamente una nueva manera de hacer funcionar la actividad de enseñanza-aprendizaje y que empieza a dejar saldos disímiles; esta pequeña se adaptó y acostumbró a la novedad.

Hay que imaginar un cerebro infantil que empieza a conocer la realidad que le circunda y, de pronto, sin mucha información, le dicen que todo está cerrado; hay que quedarse en casa y cuando ella reacciona, le han cambiado la estructura, el modelo de la actividad escolar y ahora no requiere salir -porque nadie puede- y desde su vivienda, debe utilizar una herramienta tecnológica para modificar su tradicional manera de adquirir el conocimiento.

Si esta contingencia se une con el estado que por tradición ha tenido la educación panameña, se encuentran circunstancias específicas. Hace unos días, una funcionaria del ministerio respectivo hacía el balance en una entrevista de televisión. “…la entidad contabilizó una cifra de deserción escolar (de) 10,900 estudiantes, lo que indica que, pese a las dificultades de conectividad, se reflejó una baja en las cifras de deserción”, según el noticiero.

La fuente institucional hizo también un balance de años precedentes e indicó que, por lo general, existe una fuga de alrededor de 14,000 jóvenes que abandonan los centros educativos en cada período. Agregó que, “la pandemia fue algo que agarró por sorpresa a todo el mundo y, por ende, el sistema educativo no contaba con una plataforma que permitiera mantener una adecuada conectividad entre los educadores y los estudiantes.”

Se indica que en 2021 se contará con una mayor capacidad de integrar a la población con estos adelantos. Sin embargo, se debe garantizar la inserción a los cambios con un conjunto de indicadores personales que endosen el éxito del salto y no constituya un retroceso. Hay deficiencias técnicas (equipos, ingreso a plataformas, conexión), sociales (pobreza, disponibilidad familiar, inaccesibilidad rural), de infraestructura y hasta de conducta.

Un aspecto a considerar es el incremento de la audiencia que acude al aula virtual. Según la televisora que hizo la entrevista a la representante ministerial, en 2020, hubo una participación de 399,539 alumnos en tres plataformas (Office 365, Titán y Edmodo). Esto representa casi un 50 % del total de quienes asisten a los niveles de primaria, pre media y media.

Hay múltiples problemas que se encierran aquí, desde aquellos rincones donde es necesario subir a un cerro a buscar la señal, hasta el acceso individual y familiar, obligatorio de superar para alcanzar un fortalecido sistema, que, pese a las adversidades de la pandemia, sea capaz de formar integralmente a esa generación de mi pequeña interlocutora, Nicole.

Periodista
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