• 06/04/2021 00:00

La salud no tiene ideologías

“Con el virus que nos azota, cuando un enfermo asustado llega a un hospital, no hace distingos ni pregunta: “Oye, fulano, ¿tú eres de derecha o de izquierda?”; […]”

La llegada de “una brigada” de médicos y técnicos cubanos a Panamá, de ambos sexos, terminó, según leí en medios, con la partida hacia su patria del contingente. Mudarse, al menos temporalmente a otro país -y no siempre bien comprendidos y atendidos- “por el pecado de su ideología” -dejando sus hogares y familias para enfrentar una crisis sanitaria e ir a atender y exponer su propia salud y vida en tierra que no es la suya, me parece un gesto de extraordinario valor y desprendimiento personal y profesional.

Me parece que Panamá, su Gobierno y su pueblo han sido muy poco agradecidos y, además, muy poco demostrativos de su supuesto cristianismo prevalente, ya que al salir por Tocumen hacia su Isla -según las noticias y espero no sean completas- se marcó “que fueron despedidos por la señora embajadora de Cuba en Panamá”; y tal vez algunas personalidades más, pero creo que, al menos, protocolarmente, “debió estar presente, mínimo, el viceministro de Salud”, para dar las gracias formales de parte de los panameños. Según un dato personal de una conocida enfermera que labora en el Hospital Santo Tomás: “Se fajaban muy duro diariamente, exponiéndose sin mostrar miedo”.

Sin demeritar la labor y sacrificio de nuestros doctores, enfermeros, enfermeras y técnicos nacionales, que pusieron víctimas mortales como héroes y heroínas, los más elementales principios de diplomacia y reciprocidad, merecían de sobra, no solo una despedida más formal y agradecida, sino también mejor atención para ese personal cubano en Panamá. Nos da la impresión “de que los tuvieron escondidos, minimizados y mal reconocidos en sus esfuerzos”. ¡Qué gran diferencia -estoy seguro- habría sido que hubiese llegado “un grupo de médicos de New Jersey”! Tal vez se habría ido con la “Orden de Vasco Núñez de Balboa” y lo hubiera despedido en Tocumen el propio presidente.

Los que hemos estado de visita oficial en Cuba sabemos que esos nacionales nos llevan muchos cuerpos -más allá de los logros o vicios de su régimen e ideologías- en materia de atención protocolar y calidez. Un altísimo funcionario de Salud, a nivel personal, me dice hoy: “Los médicos cubanos le dieron tranquilidad y descanso al sistema, sometido a gran presión por mucho tiempo. Los que me tocó tratar eran competentes, especialmente los intensivistas, cardiólogos y anestesiólogos. De mi parte, les agradezco dar su apoyo en momentos críticos, donde los médicos nuestros ya estaban agotados”.

Con el virus que nos azota, cuando un enfermo asustado llega a un hospital, no hace distingos ni pregunta: “Oye, fulano, ¿tú eres de derecha o de izquierda?”; ante la angustia de una enfermedad que te hace pensar en la muerte, seguro estoy de que no pondríamos reparo ni veríamos ninguna diferencia si el/la médico que nos atiende es estadounidense, húngaro o egipcio; lo que rogaríamos es que nos den atención y nos salven la vida.

No pude observar -salvo una entrevista corta y aislada- ninguna atención informática que resaltara en algo la llegada a ayudarnos de esa brigada que dejó su tierra -como ya es política cubana en muchos casos- a fin de ir a otra tierra a coadyuvar con las autoridades de Salud y galenos y técnicos locales, aún a riesgo de retornar en un féretro a su país.

¡Cabe aquí, para nuestras autoridades de Salud y nuestro Gobierno, aquella frase tan conocida del extinto periodista nacional Guillermo Rodolfo Valdés: “Qué poca altura”!

Abogado y coronel retirado.
Lo Nuevo