• 14/04/2021 00:00

Historias detrás de las frases

“Cada máxima o aforismo contiene una experiencia que alguien acuñó y guardó para enriquecer el habla común”

Los abuelos, familiares y amigos tenían la capacidad de explicar lo que sucedía alrededor con atinadas frases que permitían interpretar el clima existente, la anécdota o daban una exégesis del incidente y hacían olvidar el dolor, el rubor o la vergüenza del momento. “Trasero que quiere rejo, solito lo anda buscando”; anuncio o advertencia, que ponía a uno en autos de las posibles consecuencias. Igual, “agua que no has de beber, déjala correr”.

Estudiosos del lenguaje consideran que cada cultura tiene la capacidad de crear los signos, cuya codificación, satisface necesidades de comunicación e intercambio de mensajes, posibilita la comprensión real de las ideas y conforma discursos propios de los grupos humanos. El microcosmos comunitario, la realidad local y cotidianidad son canteras populares de las que surgen estas expresiones que capturan el instante y lo proyectan.

Dicen los chinos: “Antes de ser un dragón, hay que sufrir como una hormiga” y los hebreos: “Tal vez los huevos sean mucho más inteligentes que las gallinas, pero se echan a perder rápido”. En El caballo de la palabra, el cubano Rogelio A. Martínez R., recoge proverbios africanos; allí se encuentra un ejemplo ilustrativo: “Los hombres mezquinos son tan comunes como los árboles en el bosque”.

Detrás de esos refranes está una experiencia real que alguno recogió y ha dejado para la posteridad. Un ejemplo es 'lágrimas de cocodrilo' para dar a entender que quien, no obstante, lo grave que haya actuado, presenta un semblante de falso arrepentimiento. Sin embargo, esta imagen implica dos conductas: esos saurios tienen la costumbre de soltar lágrimas, luego de consumir sus alimentos.

Al mover las mandíbulas, sus glándulas salivales y lacrimales, que están muy cercanas, se estimulan y por eso, da la impresión que lloran. Además, al ver a las madres meter a sus pequeñas crías dentro de sus fauces, parece que se los comen; pero no es así. De esa forma, ellas transportan a los neonatos hacia el río para protegerlos.

Aquel pensamiento que expone: “Mucho ruido y pocas nueces” y que se refiere al hacer demasiado bulla con algo que no tiene mucha importancia, tiene dos orígenes, uno literario, pues se conoce así una comedia de Shakespeare, 'much ado about nothing'.

También se refiere a un incidente bélico entre españoles y franceses en la disputa por el pueblo de Amiens. Los ibéricos mandaron a un grupo disfrazado como naturales del poblado con bultos; entre ellos, uno de nueces que soltaron en la plaza y mientras los defensores se descuidaron en recoger tales frutos, los enemigos lograron apoderarse del lugar.

¿Y 'dar en el clavo'? Proviene de un juego en la antigüedad que consistía en introducir en el suelo un palo o hito al que se lanzaban unas tapas en forma de herraduras y que debían incrustarse en dicho eje. Como en la mayoría de los casos, el objetivo era metálico -grandes clavos-, cuando se acertaba, se decía dar en el clavo. Posteriormente, se aplicó al tener razón con acciones o propuestas.

'Brillar por su ausencia', proviene de la época de los romanos; se tenía la costumbre de exhibir retratos de los antepasados y deudos de los difuntos en sus entierros. En el de Junia, viuda de Casio y hermana de Bruto (asesino de Julio César), los visitantes no encontraron las efigies de los criminales; ellos “brillaban” por su fama. Después se utilizó para resaltar la falta de alguien o algo en una situación determinada.

“A otro perro con ese hueso” se conoce desde los años 50 con los marinos estadounidenses, a quienes no se les podía dar órdenes en contrario a sus convicciones y crearon 'Tell that to the marines” (Anda a contárselo a los marinos).

Cada máxima o aforismo contiene una experiencia que alguien acuñó y guardó para enriquecer el habla común.

Periodista
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