• 21/05/2021 00:00

Memoria de un contenido vital en los cuentos de Eyra Harbar

“[…] Eyra Harbar no es una cuentista tradicional: rompe moldes, se atreve. Al relatar desde el meollo mismo del suceso, a menudo se sale por la tangente al auscultar realidades y darles un sentido”

El cuento siempre ha sido en Panamá un género literario abundante y afortunado. Desde el primer libro de cuentos escrito por autor panameño, “Horas lejanas” (Buenos Aires, Argentina, 1903), los hacedores de ficciones breves han ocupado un sitio relevante en el desarrollo de nuestras mejores letras. Eyra Harbar (Almirante, Bocas del Toro, 1972), con “No está de más” (Foro/taller Sagitario Ediciones, 2018), su primer libro de ficciones, viene a sumarse a un número importante de escritoras de cuentos que en años recientes han venido enriqueciendo la narrativa breve en Panamá. Con propuestas y estilos claramente diferenciados, cada una nos ofrece una visión de mundo muy personal y humanamente estimulante. Se trata de autoras emergentes que en poco tiempo ya ocupan un sitio relevante en la bibliografía literaria nacional, si bien su estudio y difusión deja todavía mucho que desear.

Más que construir personajes o narrar situaciones en las que nos intrigan la acción y sus conflictos, como suele ocurrir en los cuentos tradicionales, ocurre que los textos ficcionales de esta autora destacan por el papel relevante de la naturaleza, de los ambientes a menudo convertidos en pujantes atmósferas, o bien de las intensas situaciones apremiantes e inevitables -a menudo trágicas- que vemos desatarse frente a nuestros ojos con una fluidez tan dinámica y elocuente que uno termina aceptando que difícilmente las cosas hubieran podido ser de otra manera. En otras palabras, esta destacada poeta ha resultado ser con su primer libro de cuentos una narradora de impresionante oficio literario.

Así, la prosa de Eyra Harbar, henchida de una sugestiva imaginación cuyas coordenadas paradójicamente se tornan realistas por la fuerza de su contundente expresividad, es de la misma estirpe literaria y humana que la de otro gran cuentista bocatoreño que nos dejó poca obra publicada, y sin embargo mucha fuerza expresivo: José María Sánchez (1918-1973). Un cotejo cuidadoso de la obra de ambos autores sin duda demostraría la existencia de vínculos conceptuales, estéticos y raizales innegables, aunque la semejanza estilística de la prosa narrativa de la segunda con la del primero probablemente no haya sido consciente. A mi juicio, si en general la escritura narrativa de José María Sánchez es expresionista, la de Eyra Harbar se da mañas para ser, al mismo tiempo, expresionista e impresionista: fenómeno lingüístico de difícil logro. Y eso solo lo puede hacer un gran poeta.

En alguna ocasión dije de los cuentos de Sánchez: “… difícilmente pueden ser superados en cuanto a la fuerza de esa mezcla perfecta, estéticamente hibridizada, entre la vivencia humana y el latir de la selva, el campo y el mar como avasallador asidero irrenunciable del hombre bocatoreño que habita sus historias. Todo esto dentro de un permanente clima de marginación social y económica en el que la fuerza telúrica del medio, así como el influjo de mitos y leyendas, de una u otra manera siempre está presente cincelando vidas.” De alguna manera siento que Eyra Harbar es su más cercana heredera, posiblemente la única, en tanto recurre a parámetros similares de construcción semántica; pero de igual manera debo señalar con firmeza que las narraciones de esta autora resultan absolutamente inseparables de su noción poética de la vida, sobre todo en su aspecto trágico y avasallante.

A excepción de un cuento de extensión mediana, como “Los remedios de Miss Harrington” (pletórico de una gran humanidad en la forma de ser e interactuar de sus personajes) y de algún otro como “Viaje prometido”, las ficciones que Eyra Harbar reúne en este libro no suelen pasar de una página, y a menudo solo tienen un párrafo de ceñida y muy cincelada extensión. Cada palabra, cada frase, cada manera de describirnos un hecho, un entorno o un conflicto en ciernes o desarrollándose arrollador hasta alcanzar su desenlace, posee una magia poderosa que al igual que pone en movimiento lo que a menudo es estático por naturaleza, en la forma cautivante de lo expuesto hace vibrar al lector por esa su fuerza intrínseca inaudita. De hecho, podría decirse que en no pocos de estos textos la naturaleza, el entorno, la atmósfera o los sucesos mismos, a menudo ligados a lo telúrico o a lo sobrenatural imprevisible, fungen como los verdaderos protagonistas de las historias.

Afirmo que Eyra Harbar no es una cuentista tradicional: rompe moldes, se atreve. Al relatar desde el meollo mismo del suceso, a menudo se sale por la tangente al auscultar realidades y darles un sentido. Por otra parte, no está de más insistir -válgase la deliberada redundancia- en que esta obra singular que la escritora bocatoreña ha titulado precisamente “No está de más”, representa, por las razones antes expuestas un nuevo aporte estético importante a la literatura de ficción breve que se produce en el Panamá de los conflictivos tiempos que corren.

Cuentista, poeta, ensayista, promotor cultural.
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