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- 12/07/2021 00:00
La eugenesia y la vacunación obligatoria son hermanas
“El principio sobre el que se sostiene la vacunación obligatoria es suficientemente amplio para cortar las trompas de Falopio”. Así sentencia Oliver Wendell Holmes, desde la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos de América (SCOTUS), la apelación en el caso Buck v. Bell (1927). La SCOTUS en dicha sentencia, ratificó la decisión de declarar perfectamente legítima la orden de esterilizar a una mujer, Carrie Buck, en contra de su voluntad, pues esta había sido considerada “débil mental”. Buck era hija de otra mujer así mismo calificada, y madre de un niño también así calificado. “Tres generaciones de imbéciles son suficientes”, expresó Wendell Holmes en la sentencia.
La eugenesia, hace 100 años era paradigma dominante entre las élites en Europa y Norteamérica (y de Latinoamérica). La eugenesia era, pues, el “consenso científico” hace 100 años. Y al que se oponía por razones éticas, lo tachaban de “anticiencia”. Estaba ligado al llamado darwinismo social (término desafortunado, por ser una muy mala interpretación de la teoría de la evolución de Charles Darwin), forma esta de ver el mundo por el que las élites se veían a sí mismas como las elegidas y con derecho a imponer criterios de selección artificial para, según ellos, asegurar la mejora continua de la especie humana. El darwinismo social era para las élites la versión cientificista (que no científica) de lo que la doctrina del derecho divino había sido para las monarquías. Les permitía a las élites defender su elitismo mediante un razonamiento circular: “los que ya estamos arriba somos los más aptos, y la prueba de que somos los más aptos es que estamos arriba”.
La única razón por la que la eugenesia cayó en desprestigio fue que uno de sus fieles exponentes, que usaba un extraño bigote, llegó al poder en una potencia europea y llevó la práctica de la eugenesia a sus extremos lógicos. En Mein Kampf (1925), Hitler elogiaba el que en EUA se había legislado para restringir el acceso de personas de ciertas razas a la ciudadanía. Dentro de EUA, el estado de California fue el que probablemente llevó las cosas lo más lejos en ese sentido. En 1909 fue uno de los primeros estados en aprobar legislación de esterilización forzada de los “indeseables”. Todo esto, promovido con la idea de que era necesario para que las personas “deficientes” no se constituyeran en una carga para el resto de la sociedad. En la sentencia afirmatoria de la SCOTUS arriba mencionada, Oliver Wendell Holmes expresó en defensa de la esterilización forzosa de los “indeseables”, que “sería mejor para todo el mundo, si en lugar de esperar para tener que ejecutar prole degenerada por crímenes [cometidos], o dejarlos morir de inanición por su imbecilidad, la sociedad pudiese impedir que aquellos manifiestamente inaptos, [se reproduzcan y] continúen los de su clase”.
Esa ley de esterilización forzada de 1909 aprobada en California, fue precedida por una sentencia de la SCOTUS que respaldó las leyes de vacunación obligatoria. En Jacobson vs. Massachussets (1905), un inmigrante sueco objetó la multa de $5 que se le impuso por negarse a colocarse la vacuna contra la viruela (Jacobson había recibido dicha vacuna en su Suecia natal, de niño, y había sufrido secuelas importantes de la vacuna), que se había hecho obligatoria por una legislación de 1901 en el estado de Massachussets. La SCOTUS afirmó la validez de la obligatoriedad de la vacunación. Dicha sentencia dio pie a la serie de legislaciones estatales que vinieron después, y que establecieron la esterilización forzada de los “indeseables” (retrasados mentales, criminales, entre otros). La decisión de la misma SCOTUS en 1927 de Buck v. Bell, no deja lugar a dudas al respecto. De aquellos polvos, estos lodos.
El debate sobre la obligatoriedad de la vacunación no es un debate científico, sino un debate ético. No se trata de si las vacunas son efectivas o no, sino de si es válido violentar la autonomía de la persona bajo la bandera del bien común. Si los derechos humanos están supeditados a la particular interpretación de “bien común” que mantenga la élite en un momento dado, entonces no son derechos humanos, sino meras concesiones que la élite puede revocar a placer.
La única fuente de legitimidad de los gobernantes es el consentimiento de los gobernados. “Tener la razón” o creer que la tienen con respecto a una intervención, no legitima a nadie para imponer intervenciones médicas en contra de la voluntad de las personas. La persuasión es el único mecanismo válido de promoción de intervenciones médicas. Si un médico o Gobierno no logran persuadir a una persona sobre la conveniencia de someterse a una intervención médica, no tienen legitimidad para imponerse sobre dicha persona aduciendo que el médico o el Gobierno saben mejor que esta lo que le conviene, ni el “bienestar colectivo” justifica violentar la autonomía de la persona.
Violentar derechos humanos en el nombre del “bienestar colectivo”, tiene una larguísima tradición histórica de conducir a crímenes y atropellos sistemáticamente cometidos contra minorías y personas en desventaja. En sistemas humanos, la coerción no da buenos frutos, y la coerción ilustrada sigue siendo coerción.