• 25/08/2021 00:00

Hacia la economía circular

“La circularidad implica no finalizar en un punto, sino volver con capacidades renovadas, que en la estrategia creativa lleva a no desechar, sino establecer un continuo […]”

Los autores clásicos de la economía enseñan que ella es un conjunto de actividades en que se crea la riqueza a través de la producción de determinados bienes, servicios y otros elementos que tienen un determinado valor. Este se convierte en una ganancia, que se replica siempre, con el objetivo de crecer, reproducir y crear una base, que luego va a ser la plataforma alrededor de la que se establece un grupo, sector o nación.

La teoría expone diferentes fases que intervienen, relaciones y niveles (micro y macro, por ejemplo) y, además, tiene bien claro cuáles son sus componentes. Pero hay un factor que no se toma en cuenta y que, por lo general, no entra en las operaciones de este proceso. Las categorías de precio y ganancia no asumen lo que ocurre con los residuos, con la chatarra, aquello que sobra; esto, por lo general, queda a un lado y allí termina.

Es como una ecuación a la que le falta un elemento, y con la particularidad de que eso, que se deja por fuera, supone una pérdida para los saldos que se espera lograr. Así es como surge el concepto de economía circular: una estrategia que disminuye la entrada de materiales vírgenes en los ciclos productivos, con la finalidad de que salga menor cantidad de desechos. Por tanto, se reducen estos desvíos y los conflictos ecológicos.

No es solo formular una fase para el tratamiento de la basura o residuos “al final del tubo”, como dicen algunos; sino que es pensar en la forma de disminuir esas etapas posteriores y que terminan en un lugar físico, donde se trate lo que sobra (basurero, crematorio) con todas las deficiencias que un país poco desarrollado puede tener. El modelo se aprecia por doquier con montones de cerritos de envoltorios, cajas, latas y lo que está de más en la cotidianidad.

Eso que “queda afuera” debe ser integrado en el esquema; no al final, sino en medio del proceso, de manera menos obvia o notoria para que se pueda recuperar y constituirse en materia prima para ser reutilizada. Esto supone su reentrada al sistema productivo y así se abre una nueva ventana con perspectivas sociales, porque se apunta a la sostenibilidad y prolongación del mercado.

Hace unos días, se realizó un foro mundial de economía circular, promovido por un entusiasta alcalde de la ciudad de Córdoba, Argentina, su comuna, una organización no gubernamental y la Universidad Nacional de Córdoba. Allí, durante dos jornadas, hubo conferencias, paneles y mesas redondas para presentar experiencias en diversas partes del planeta en torno a iniciativas y sus opciones para llegar a otras soluciones.

Municipios, empresas y Gobiernos, a través de astutas propuestas, han logrado explicar qué han hecho y cómo han alcanzado un resultado innovador e imaginativo. El propio regente de la urbe organizadora es cabeza de un proceso de transformación local; gracias a una alcaldía que sustenta sus propósitos. Esto incluye respuestas como el microbasural, las escuelas jardín, un sistema de turismo urbano, un plan de bacheo y un sanitario municipal.

Algunos asistentes internacionales opinan sobre estas tendencias. “Las ventajas son la independencia hídrica, la independencia alimentaria, el acceso a minerales y materias primas que de otra forma no tendríamos, la independencia energética, la reforestación y el empleo local”, comentó Laura Iturría, de un club en Singapur. Diego Berger, de Israel, opina: “Hay países en donde se necesitó empezar a usar la economía circular, porque se empezaron a utilizar los pocos recursos que teníamos…”.

La circularidad implica no finalizar en un punto, sino volver con capacidades renovadas, que en la estrategia creativa lleva a no desechar, sino establecer un continuo, adquirir fuerzas adicionales e ingresar igualmente a otros segmentos de la población para compartir ganancias. Hay que atreverse; ¿estaremos dispuestos?

Periodista
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