• 16/11/2021 00:00

Antonio 'Toñito' Vargas en el Mes la Patria

“Me pidieron no divulgarlo, pero se inició un movimiento para una estatua del gran Toñito Vargas en Pocrí de Aguadulce”

Toñito Vargas, la voz protesta de América Latina, el Jilguero de La Miel, la mejor voz de la décima panameña para las grabaciones en discos, el intelectual, el caballero… A sus 74 años fue más llorado y sentido por su lamentable deceso en Pocrí de Aguadulce que en cualquier otro lugar de la geografía nacional, incluyendo el despoblado corregimiento de La Miel (260 habitantes), distrito de las Tablas provincia de los Santos, en donde vio la luz del mundo.

Este año del bicentenario en que Panamá dejó al absolutismo español (1821-2021), y que se ha despertado un interés general por la patria tanto en fuentes oficiales como no gubernamentales, el “Jilguero de La Miel” (que en paz descanse), ha sido comentario obligatorio de sus éxitos en casi todas las conversaciones de la gente mayor, por lo menos en estas zonas de las cordilleras del Guacamaya, Membrillo y Ventorrillo del distrito de la Pintada de Coclé. Sobre todo, se recuerda con añoranza, nostalgia y cariño aquella mañana, cargada de neblina, del 15 de mayo de 2018, en que Toñito Vargas llegó por primera vez a Piedras Blancas, programado para escenas de aproximaciones teatrales del fusilamiento de Victoriano Lorenzo, suceso acaecido el 15 de mayo de 1903 y que se ha devaluado año tras año en los diferentes municipios, dada la falta de voluntad patria que sucumbe ante el dinero y la rebusca en casi todo.

Piedras Blancas de La Pintada de Coclé se preparó, al advertir que uno de los cantadores emblemáticos de la décima panameña estaría en el pueblo por primera vez en horas de la mañana brindando, ante la juventud y el pueblo en general, sus salomas y décimas -500 estudiantes provincianos de Coclé, vestidos en su mayoría de guerrilleros (Guerra de Los Mil Días), otros de jueces y autoridades colombianas que escenificarían el espectáculo teatral con algunas batallas de la Guerra de Los Mil Días, el juicio y el fusilamiento del cholo. Cada escena fue presentada con el canto de un pie de décima por el genial Antonio “Toñito” Vargas.

Pero, fíjense los recuerdos de esta gente campesina (algunos de plata) de tan noble e histórico cantador panameño se centraron en una parte desconocida por mí mismo. Miren, Toñito no vino solo, ¡qué va! se hizo acompañar de un perrito chihuahua, que apretaba sobre su pecho con más ternura que una mona con un hijo enfermo. Tanto así que, Toñito, cuando fue sorprendido, al igual que el público, por el estallido de mil tiros de escopetas grabados con computadora en la marica de los uveros por uno de los técnicos que atienden las mejores discotecas en donde “se mete pichi”, la gente salió huyendo, pero Toñito corrió hacia su “galloper” a proteger a su perrito Goliat y regresó “ipso facto” a terminar el pie de verso.

Pero el realismo que provocaron los utileros cuando las huestes tuberculosas de Victoriano regresaban tropezados de la batalla de Puerto Gago, pero victoriosos gritando “La pelea es peleando”. Otro de los utileros, por estar viendo una de las escenas terminales en donde actuaban tres de sus hijas, venidas desde la escuela primaria de Cañaveral, prendió equivocadamente un cartucho con paja para echar humo dejando unos fuegos artificiales cerca. Por fortuna, todo se programó a distancia, pero otra vez Toñito corrió como un despavorido conservador a proteger a su perrito Goliat del humo. DS tenga en la gloria a este amigo. Me pidieron no divulgarlo, pero se inició un movimiento para una estatua del gran Toñito Vargas en Pocrí de Aguadulce.

Economista, escritor costumbrista.
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