• 29/11/2021 00:00

La injusticia epistémica del 'gaslitghting' médico

“A medida que una condición rara se hace más común […], es natural que nuevas generaciones de médicos se vayan familiarizando con la presentación clínica y tengan menor tendencia a incurrir en ese “gaslighting” médico […]”

El término “gaslighting”, que en español vendría a ser algo así como “dar luz de gas”, se refiere a un método de manipulación psicológica en el que la víctima es llevada a pensar que su percepción de la realidad está fallando, y la persona comienza a cuestionarse su propia salud mental. El término viene de la obra de teatro “Gaslight” de 1938, que fue llevada al cine en 1944 con Ingrid Bergman como protagonista. Ambientada en la década de 1880 en Londres, cuando la iluminación artificial era provista por lámparas que quemaban gas distribuido a través de redes de tuberías subterráneas, Gregory, el marido de Paula (Bergman), la manipula de diversas maneras, incluyendo el reducir el flujo de gas de tal modo que las lámparas de la casa iluminen con menor intensidad, mientras le ha hecho creer que él está fuera de casa.

El “gaslighting”, como método de manipulación, es quizás más conocido en el contexto de relaciones de pareja, en que una de las partes hace cosas que luego niega a su pareja, a pesar de que sea obvio que las hizo. Ese negar lo evidente, ese negar la experiencia real y palpable de la víctima, hace que esta gradualmente se cuestione su propia salud mental.

En Medicina, lamentablemente, esta forma de abuso psicológico se observa muchísimo, en particular victimizando a mujeres. Históricamente, la Medicina ha tratado a las mujeres con mucho paternalismo. El paternalismo médico, nefasto contra quien se manifieste, tradicionalmente, ha sido considerablemente más sufrido por mujeres, sin menospreciar la experiencia de los varones que también lo experimentan. Un ejemplo típico se da cuando una persona tiene alguna dolencia, va donde el médico y luego de una batería de exámenes de laboratorio, este le dice al paciente “no tienes nada, todo está en tu mente”. El calificativo de hipocondríaco ha sido abusado en estas situaciones, y con mayor frecuencia en mujeres que en varones. Con muchísima frecuencia, lo que sigue es una referencia médica a un profesional de salud mental. La premisa fundamental del médico que así piensa es que los exámenes de laboratorio y de imagenología son capaces de captar absolutamente todo, y, como las páginas amarillas, lo que no sale allí no existe.

El “gaslighting” médico constituye una forma de lo que la filósofa británica Miranda Fricker ha denominado injusticia epistémica. El médico en esencia no le cree al paciente, cuando concluye que “todo está en su mente”. De allí que lo único que a partir de allí considera útil es referirla a un profesional de la salud mental. Muchísimas personas que han experimentado este “gaslighting” optan por buscar segunda opinión de otro médico. Y luego tercera opinión. Y cuarta, y quinta. Muchísimas personas se ven obligadas a recorrer muchísimos consultorios de médicos de diversas especialidades, y ser sometidas a múltiples baterías de exámenes, buscando respuesta, y con demasiada frecuencia la respuesta que reciben es “todo está en tu mente” o, peor aún, “estás buscando llamar la atención”. Lógicamente, muchas personas terminan concluyendo que, en efecto, todo estaba en su mente. Pero también hay otras personas que no se dan por vencidas hasta encontrar alguien donde le escuchen con empatía y respeto, y le crean. Esto no garantiza que la persona vaya a encontrar la causa de su mal y pueda encontrar un tratamiento adecuado, pero es un primer paso.

Está bien que el profesional de la salud reconozca sus propias limitaciones y diga “lo que sea que tienes, escapa de mi conocimiento médico”. Eso es honestidad y humildad, y el paciente lo apreciará. Lo que no está bien es que el médico asuma que, si no ha podido encontrar la causa del mal del que se queja el paciente, ello signifique que el paciente se está inventando sus dolencias reportadas.

Muchas personas que sufren de condiciones como fibromialgia, celiaquía y otras muchas enfermedades raras, han pasado por la experiencia aquí descrita de ser víctimas de “gaslighting” médico. A medida que una condición rara se hace más común en la población o más visible, es natural que nuevas generaciones de médicos se vayan familiarizando con la presentación clínica y tengan menor tendencia a incurrir en ese “gaslighting” médico hacia sus pacientes. Sin embargo, el problema persiste, sobre todo en enfermedades relativamente raras.

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