• 28/12/2021 00:00

Enfermedades y narrativas históricas

“[…], hemos obviado la más importante de las estrategias para la conservación de la vida: el equilibrio ecológico, […]”

Sobre las enfermedades en la historia del Nuevo Mundo que han afectado a la sociedad, desde la época antes de la llegada de los españoles, encontramos publicaciones de interés entre las que destaca el libro titulado “Las enfermedades en las condiciones de vida prehispánica de Colombia”, de la autoría de Rodríguez Cuenca, José Vicente. En uno de sus capítulos plantea que “Hoy día, se sabe que en el Nuevo Mundo existían la tuberculosis, treponematosis (sífilis, pinta, yaws), hepatitis, tripanosomiasis, leishmaniasis (uta), fiebre oroya, verruga peruana, infecciones por estafilococos y estreptococos, gastroenteritis, infecciones por hongos, enfermedades gastrointestinales, infecciones respiratorias y posiblemente la artritis reumatoidea adulta. Hay dudas sobre la presencia prehispánica de la poliomielitis. No existían las siguientes enfermedades: viruela, sarampión, rubeola, difteria, tracoma, viruelas locas, parotiditis, gripe, cólera, plaga bubónica, tifus, disentería, dengue, encefalitis, escarlatina, tosferina, amigdalitis, meningitis, ictericia, fiebre amarilla, lepra, disentería amébica, malaria -al menos la falcípara- y un número de infecciones helmínticas”.

Las enfermedades contagiosas, la prevención y control de las mismas son una constante histórica, una preocupación de larga duración en la cual la adopción de medidas más comunes para contrarrestarlas, independiente de los contextos sociales, culturales, históricos y cosmovisión de los grupos afectados, son mantener distancias físicas y la aplicación de vacunas (el doctor Edward Jenner, en el año de 1796, fue el primero en utilizar la ciencia para la creación de una vacuna como medida de prevención de la enfermedad de la viruela).

En el caso de Panamá, el Acuerdo N.° 10 de 20 de octubre sobre salubridad pública, emitido por el Concejo Municipal, indica que en 1901 fuimos atacados por la viruela, una enfermedad de rápida propagación. El Acuerdo estableció “Que es preciso tomar medidas enérgicas que tiendan a minorar los males que viene causando tan terrible plaga. Por tal motivo fueron redactados una serie de artículos entre estos: Art. 1: Diez días después de promulgado este Acuerdo, todo el que no esté vacunado pagará una multa de dos pesos ($ 2.00), y quedará obligado á vacunarse en el término de cinco días; y si no lo hiciere, pagará cinco pesos ($ 5.00) de multa y la autoridad respectiva lo hará vacunar, haciendo uso de la fuerza, si fuera necesario; Art. 2. En la casa en que hubiere uno ó más casos de viruela será colocada, en la parte exterior, una banderola amarilla, con el fin de que las autoridades y el público tengan conocimiento del hecho y puedan tomar las precauciones necesarias; Art. 5. Cuando ocurra un caso de muerte por la viruela es obligatorio dar sepultura al cadáver á más tardar dos horas después de ocurrida la defunción. El cadáver será cubierto con una capa de cal viva, y después será herméticamente cerrado. Las ropas y camas que hubiere usado un virulento serán en todo caso, conducidas por un carro cerrado, destinado … al Crematorio, donde inmediatamente serán incineradas; Art. 6. Los médicos darán cuenta a la Policía de cada caso de viruela… El que infrinja este artículo será penado con multa de cinco pesos ($ 5.000) á diez pesos (10.00); Art. 8. Las personas que hubiere sido atacada de viruela permanecerá sin salir hasta que se haya sanado y en ningún caso antes de cuarenta días después del brote de la enfermedad. Para cumplir con lo establecido se creó un cuerpo de Policía de Salubridad.

Para hacer viable la aplicación de vacunas las autoridades crearon el cargo de vacunador, entre uno de los puestos públicos a ejercer (Archivo Nacional de Panamá, 13 de abril de 1901). Todo parece indicar que los vacunadores eran asignados por barrios: Barrio de San Felipe, Santa Ana y Calidonia. Si bien es cierto que las vacunas contribuyen a prevenir y evitar la propagación de las enfermedades, no obstante, hemos obviado la más importante de las estrategias para la conservación de la vida: el equilibrio ecológico, una tarea aún pendiente.

Profesora en la Universidad de Panamá.
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