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- 31/01/2022 00:00
Juan Fidel Macías Cerezo: un imprescindible
Hay hombres trascendentes, que se hacen imprescindibles y por ello, virtuosos y dignos. Son los que enaltecen una sociedad. A esa clase perteneció el maestro Juan Fidel Macías Cerezo. Apenas hace unos meses, terminó su existencia en este mundo terrenal, todavía lúcido y también comprometido con su Colón y el país.
Desde los primeros años de su juventud, despuntó lo que iba a ser, un extraordinario ser. Se recibió a fines de la década de los 60 del siglo pasado como maestro de primera enseñanza.
Fue un estudioso a tiempo completo, convencido de que la superación es posible por la educación. Se licenció en Derecho y Ciencias Políticas. No obstante, su mayor consagración fue en el campo educativo. Llegó a formar parte del Primer Programa de alumnos-maestros que llevó justamente un maestro a lo más recóndito del país. Dejó en su hacer construida una escuela en Río Diego, distrito de Donoso. Transitó por todos los niveles del sistema educativo panameño como docente, para terminar su exitoso peregrinar en el Universidad de Panamá, Centro Regional Universitario de Colón, como gestor de la Licenciatura en Derecho en esta unidad académica, como docente por más de tres décadas y finalmente como director. La muerte lo sorprendió cuando después de medio siglo en el ejercicio docente, se preparaba para su retiro.
Hombre a carta cabal, serio y respetuoso, se movió también exitosamente en la administración pública: secretario en un Juzgado Civil, alcalde del distrito, gobernador, juez nocturno de Policía, juez de Trabajo, abogado de la Autoridad Portuaria, subgerente de la Zona Libre de Colón, diputado suplente del Parlacen, notario público.
Su caminar por este mundo fue de compromiso. No hubo desaliento alguno frente a los retos planteados. No optó por la perfección, porque al decir del pensador Bernard Shaw: ella irrita a los dioses. Entendió que no solo basta ser un humano, sino que se debe ser humano. Cultivó la amistad y nunca jamás renegó su origen, colonense raigal, costeño y chagreño en profundidad, supo ser solidario y virtuoso en la gratitud. Tuvo una gran capacidad para conciliar y no para confrontar, bondad para ayudar, para identificarse con las causas nobles, para construir amigos y para ser solidario con su familia.
Bien decía el finado Prof. Sebastián Aguilar que: “Hay que vivir de tal manera que a la hora de la muerte y a la hora de enterrarnos hasta los sepultureros nos lloren”. Con Juan Fidel Macías Cerezo se cumplió esto. Vivió de tal manera que, a la hora de su muerte, todos lamentamos su partida.
Y como también sentenciara el mencionado Prof. S. Aguilar: “Muertos no son aquellos que en paz descansan en tumba fría, muerto son aquellos que tienen el alma muerta y bien todavía”.
La sociedad colonense y la educación perdieron físicamente un hijo, pero presente quedará el legado de realizaciones de quien como maestro y hombre público llevó luz donde hubo obscuridad. Que su vida sea ejemplo para las presentes y futuras generaciones.