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- 12/05/2022 00:00
Las redes antisociales
En un reciente artículo de la revista Atlantic sobre las redes sociales y su impacto en nuestras vidas, Jonathan Haidt, un reconocido profesor de sicología moral que se pregunta: ¿por qué la gente buena está siendo segmentada por la política y la religión?, destaca el nivel actual de división y desorientación de la sociedad estadounidense, a pesar de vivir en un mismo territorio, tener una misma constitución, unas mismas leyes y un mismo sistema económico. La preocupación de Haidt, con algunos ajustes menores, bien pudiera trasladarse a Panamá.
Haidt, en su análisis, hace algunas preguntas iniciales. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué esa fracturación social? cuando antes había mayor disposición a cooperar, a ponernos de acuerdo, ya fuera para hacer o lograr cambios y transformaciones en beneficio de la comunidad.
El autor hace un análisis de las redes sociales a partir del internet en la década de los 90's, y cómo, en los primeros años del siglo XXI, las plataformas que dieron vida a dichas redes, Myspace, Friendster, Facebook, cuya misión original era abrir y conectar al mundo, pero que hoy con Twitter e Instagram, se han convertido en las redes “antisociales”, con peligros para nuestra convivencia más allá de lo que se pudiera prever o anticipar.
Con un optimismo de cambios sociales promovidos por “la primavera árabe”, el movimiento “ocupar” en Wall Street, las manifestaciones de los “indignados” en los años 2010 y 2011, todos basados en el uso de nuevas tecnologías de la comunicación, el profesor Haidt concluye que estas expresiones sociales en el fondo carecían de liderazgo, estructura y propuestas, por lo que se desvanecieron sin mayores logros para quienes con mucho entusiasmo las impulsaron o participaron en ellas.
Los científicos sociales identifican al menos tres pilares que sustentan a las democracias exitosas: un capital social, definido como una red social extensiva con altos niveles de confianza, instituciones fuertes y efectivas, y, por último, historias para contar y compartir. Según Haidt, las redes sociales han atacado y debilitado estos tres pilares.
Según el autor, las redes sociales han dejado de ser un instrumento de relacionamiento entre amigos, para convertirse en tarimas de espectáculos públicos, donde lo más importante es crear, mantener y promover una imagen individual para impresionar a desconocidos (otros), donde las emociones y la moralidad son los elementos usuales que definen el contenido de las comunicaciones, que sirven para reproducir la animosidad y la rabia de quienes participan en ellas.
El profesor Haidt señala en su análisis que las redes sociales no son intrínsicamente malas y por ello se concentra en su arquitectura para resaltar que, desde que se introdujeron las funciones de compartir (share), retuitear (retweet), y me gusta (like), y posteriormente los algoritmos que definen y anticipan las preferencias de las personas, las redes sociales cambiaron la manera como la gente propaga y consume información. Tal como están estructuradas, las redes sociales incentivan de manera exponencial la dinámica de grupos para introducir las emociones, reducir a niveles peligrosos nuestra capacidad para reflexionar y abrir una puerta para promover la trivialidad, la deshonestidad y los linchamientos sociales.
El resultado del mal uso de las redes sociales explica la explosiva y continua erosión de la confianza entre la gente; el permanente cuestionamiento a la legitimidad de las autoridades electas, las leyes, las normas y las instituciones; la amplificación de la polarización política y social; el fomento del populismo y la creación y difusión de información falsa (fakenews).
Finalmente, dice Haidt, cuando la gente pierde la confianza en las instituciones, también pierde la confianza en las historias que cuentan esas instituciones, y por ello, al no haber nada que contar y compartir, se termina por no creer en nadie.
En esta fragmentación hostil, muchas veces bajo el anonimato, donde el exceso es la clave para que un tema sea exitoso y obtenga un nivel “viral”, las redes sociales se han convertido en una plataforma para provocadores, donde las minorías extremas, tanto de izquierda como de derecha, logran acallar a las mayorías moderadas.
Según Haidt, en las redes sociales cualquiera puede administrar justicia sin aplicar el debido proceso, lo que indefectiblemente termina por generar una sociedad que ignora el contexto, la proporcionalidad, la misericordia y la verdad de las cosas.
En una sociedad donde existe una mayoría exhausta, cansada de la pelea irracional entre los diferentes grupos de interés, de la corrupción, de la incompetencia, de la incapacidad para escuchar a los “otros” y llegar a acuerdos y compromisos, tal vez es el momento oportuno para poner atención a las redes sociales en Panamá, antes de que sea muy tarde.