• 02/07/2022 00:00

¡Vamos Colombia!

La derecha colombiana tiene dos caminos: convertirse en el gran obstáculo o contribuir a fortalecer al país

Claro que, para Colombia, el triunfo de Gustavo Petro como presidente representa un gran logro, sobre todo por la forma como hasta ahora se había venido dirimiendo este tipo de decisiones: en el periodo que va desde Jorge Eliécer Gaitán hasta el mismo Petro, fueron asesinados los candidatos Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, de izquierda, y Luis Carlos Galán del Partido Liberal, y muchos hombres y mujeres que trataron de llegar a instancias de poder mediante métodos democráticos.Así que la preocupación de que Petro o su vicepresidenta fueran asesinados, que no ha sido superada aun, era una carta sobre la mesa que había que considerar.

Por encima de la celebración, lo real es que la victoria del nuevo presidente es, como dijera el general Omar Torrijos en su momento, un milímetro de avance en el sentido correcto, porque la posibilidad de construir una nueva Colombia es la tarea que comienza ahora, larga y difícil, y que va a depender, no solo del esfuerzo de Petro y su equipo, sino de un conjunto de fuerzas verdaderamente interesadas en avanzar hacia un país de paz, productivo y talentoso como lo es Colombia.

El solo reconocimiento del triunfo Petro puede interpretarse como una contribución importante en ese sentido, en una Colombia cansada de 200 años de guerra continua, millones de muertos, bombas y secuestros, y polarizada a la que pareciera que solo le queda dos alternativas, la guerra civil o la reconciliación, por lo que no sería inexacto considerar que la elección de Petro es una oportunidad que ese país se da así mismo.

Guardada las proporciones, es una realidad similar a la vivida en los años 90 del siglo pasado por Sudáfrica que, inmersa en la crisis que dejaba el insostenible apartheid, buscó por todos los medios una salida pacífica al conflicto, y la dirección blanca de ese país recordó que tenía en las mazmorras de la isla Robertson a Nelson Mandela, el único hombre con la influencia suficiente como para detener la sangría que hubiera significado una confrontación entre 22 millones de negros y seis millones de blanco.

El cese del apartheid y el respeto a los derechos democráticos de todos los ciudadanos de ese país sin importar el color de su piel fue la piedra angular que evitó lo que hubiera sido el gran desastre.Colombia, con más de 20 millones de pobres y una significativa parte de su clase media, especialmente su juventud, busca oportunidades, respeto a sus derechos democráticos, pan y paz, no las puertas cerradas a las que ha tenido que tocar por tanto tiempo. Con el triunfo de Petro ha llegado a la Casa de Nariño, la Colombia profunda, la desconocida, la que ha buscado su sustento diario de mil maneras, y en igual cantidad de luchas y protestas, que no se podían seguir desconociendo por mas tiempo.Esa oportunidad que se da así misma, y que el presidente Petro ha llamado “camino hacia la reconciliación” pueda asemejarse a una agenda de muchos puntos en cuya materialización deben sumarse todas las fuerzas políticas de ese país, y Petro parece entenderlo perfectamente bien, cuando ha llamado a diálogo al expresidente Álvaro Uribe Vélez, jefe político de un sector importante de la sociedad colombiana, que tiene enfoques distintos, y por lo mismo propuestas diferentes, ante la realidad de la Nación suramericana. ¡Y que bueno que l expresidente Uribe ha aceptado!

En noviembre de 1987, cuando en el marco de la tregua que abrieron las negociaciones de Paz entre las extintas FARC y el gobierno del presidente Virgilio Barco, entrevisté a Jacobo Arenas, el jefe de ideológico de la organización guerrillera me dijo: “la política se hace hablando”, y a eso es a lo que Petro ha llamado a Uribe. Ojalá que, franco y abierto, ese dialogo abra puertas hacia el futuro, a la paz, y no agriete la de por sí maltrecha realidad política colombiana.

Así porque la derecha colombiana tiene dos caminos: o convertirse en el gran obstáculo para el camino que se abre a Colombia, impidiéndole a Petro gobernar como debe hacerlo, tal cual está pasando en Perú, o contribuir a fortalecerla, aportando desde sus posiciones, porque el día en que una Colombia en paz emerja con fuerza económica y política, con seguridad se convertirá en uno de los países más influyentes de la región y el mundo. Ojalá ayude ese diálogo, que podría ser el primero de muchos, porque Colombia no puede seguir siendo un cántaro roto por donde siga manando la sangre generosa de su pueblo.

Periodista
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