• 18/07/2022 00:00

Estado oligárquico: Aunque quiera, no puede

El Estado panameño, ha tenido desde su nacimiento un carácter “oligárquico”, esto es, el compuesto por “clanes económicos” de vocación “Rentista” y proclive a la “sumisión colonial” o neocolonial.

El Estado panameño, ha tenido desde su nacimiento un carácter “oligárquico”, esto es, el compuesto por “clanes económicos” de vocación “Rentista” y proclive a la “sumisión colonial” o neocolonial.

Su carácter rentista, proviene de su vocación muy poco dada a convertir al Estado en un motor del desarrollo económico del país. Esto se manifiesta en actividades tales como los servicios a las empresas transnacionales, la importación de productos agrícolas e industriales que inhiben el desarrollo productivo nacional, la reexportación de lo que otros producen, el control de los circuitos de la distribución de los alimentos, la distribución de la energía y combustibles.

En prácticamente todas estas actividades comerciales y de servicios, el Estado es puesto a servirles en calidad de comprador. La distribución de productos farmacéuticos y de combustibles, son dos de los negocios que, sin la intervención del Estado, sus ganancias no serían tan abundantes. Una de las compañías distribuidoras de combustibles (de propiedad de connotados dueños de televisoras, aseguradoras, bancos, distribuidoras farmacéuticas entre otros negocios) obtuvo el año pasado 43% más de ganancias millonarias que las que adquirió incluso sin pandemia en el 2019, en buena medida, gracias a la permisividad del Estado para vender a precios más caros.

Las reducidas veces que fomentan actividades no comerciales ni de servicios, se las dejan a “inversionistas extranjeros”, para aprovecharse de los servicios y comercios vinculados a dichas actividades. Esto es el caso de la actividad minera, del enclave bananero y otras. A la postre, estos lazos comerciales terminan creando conductas de sometimiento neocoloniales con dichas corporaciones y sus Estados protectores, alineándose geopolíticamente con los intereses de tales Estados, más no con los de nuestro país.

Estas actividades en las que se insertan los clanes oligárquicos no admiten grandes espacios, por lo que está vedada la mal llamada “libre competencia”, es decir, la mayor parte del mercado local está controlado por sus negocios, esto es, hay poquísima cabida para “competidores”. Aquí provienen las pugnas por el control del Estado, sea para establecer leyes que favorezcan sus actividades, sea a través de las concesiones y proyectos públicos, etc.. Esto es el fondo de las pugnas entre clanes económicos, como el encabezado por Ricardo Martinelli contra otros clanes oligárquicos ya forjados desde inicios del siglo XX, los cuales están detrás de prácticamente todos los partidos políticos. El Martinellismo, como diría mi colega Enoch Adames, es un clan económico que llegó tarde a la repartición de los mercados en Panamá y que su modus operandi es abrirse paso a la brava en la disputa con estos clanes más poderosos, pero para hacer lo mismo de lo que estos han hecho del Estado durante la mayor parte de nuestra historia republicana: servirse del Estado para el enriquecimiento privado a costa de las riquezas del pueblo.

Ante la existencia de un Estado con el carácter oligárquico descrito, surge la pregunta en la coyuntura actual ¿Por qué si las causas y responsables de las crisis como la que sufrimos hoy tiene que ver con este carácter, los movimientos de protesta social se ensañan contra los gobiernos de turno, que solo sirven a las élites económicas para que se enriquezcan gracias a la gestión estatal? Siguiendo a Noam Chomsky, la respuesta es simple: los verdaderos causantes de las crisis han logrado hábilmente que los pueblos dirijan su mirada hacia cada gobierno, porque estos se pueden cambiar con otros políticos que les sigan sirviendo a sus intereses, aunque sean de distintos partidos políticos. Mientras, ponen un velo para que nadie dirija sus protestas hacia el carácter del Estado, organizado para servir a las élites poderosas. Así, salvo algunos grupos sindicales con cierto desarrollo del pensamiento crítico, la mayoría de los gremios profesionales de docentes, de salud, trabajadores independientes, de productores, protestantes de la calle, “analistas políticos”, revelan caer en esta trampa a la que se refiere Chomsky. ¿El resultado? Las opciones de transformación social se anulan totalmente, las crisis no se resuelven, porque, aunque los que gobiernan el Estado quisieran, no pueden aplicar medidas populares; su lealtad hacia las élites se los dificulta. Las medidas tomadas por los gobernantes actuales ante las protestas nacionales, lo evidencia. Es necesario apuntar hacia el cambio de las reglas políticas privilegiadoras de las élites económicas.

Sociólogo y docente investigador en la Universidad de Panamá
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