Así lo confirmó el viceminsitro de Finanzas, Fausto Fernández, a La Estrella de Panamá
- 10/08/2022 00:00
Irracionalidad económica
Desde 2009 los diferentes gobiernos han hecho un mal uso de las finanzas del Estado, por medio de un alto endeudamiento y el continuo aumento del tamaño de la burocracia. El cortoplacismo político ha ocasionado un debilitamiento de la institucionalidad, llevando a Panamá por la senda del populismo, y el vicio del endeudamiento.
El mercantilismo imperante, junto con el excesivo tamaño del Estado, han dado origen a grupos de presión que usan las leyes y el Estado para crear monopolios privados, obteniendo privilegios que favorecen sus sectores económicos. Promoviendo barreras de entrada y proteccionismo terminan deprimiendo la actividad económica y productiva del país. Estas formas de actuar han asentado la debilidad de las instituciones y el endeudamiento excesivo del Estado como medio para generar inversiones. De esta forma, le imponen al Estado los riesgos de las perdidas empresariales.
Viendo como la clase política y empresarial se benefician del monopolio creado por ley, muchos grupos civiles, gremios y sindicatos buscan ser parte del saqueo institucional y promover la “distribución de la riqueza”, para sacar provecho y obtener privilegios que le permitan vivir a costa de una parte de la sociedad que produce, cargándole el peso de la deuda. Subsidios, controles de precios, proteccionismos, son algunas de las formas en cómo la sociedad aporta al debilitando la institucionalidad del país.
Entendemos ahora cómo Panamá ha llegado a la situación en la cual se encuentra, y es que básicamente ha sido producto de una degeneración de las leyes, las instituciones y el aumento del Estado como medio para obtener beneficios, derechos y privilegios a costa de la minoría de la sociedad.
2020 fue un detonante de la situación a la que indudablemente tenía que llegar el país. Muchas personas advirtieron que las acciones tomadas por el gobierno ante la pandemia iban a desembocar en una situación económica, política y social mucho peor de la que nos encontrábamos. Así como había que preservar la vida, la economía parte fundamental de la acción humana debía ser preservada y no ignorada.
Las manifestaciones de los últimos días son la reacción de años de pensar que se podía vivir a costa del Estado, sin asumir ninguna consecuencia. Años de patear la pelota de temas importantes, como la educación, la seguridad social, la excesiva intervención gubernamental en la economía, y el buen uso de las finanzas del Estado fueron pateadas esperando que próximos gobiernos se encargaran de ella y evitarse costos tanto el ciudadano, el político y el empresario.
Lo que vemos en la “mesa del diálogo” debe prender las alarmas, en aquellos que vemos el mal rumbo que ha tomado el país, y que pese a la crisis en la que estamos hundidos, los planteamientos que ahí se tratan pueden terminar llevándonos a una situación mucho peor.
La irracionalidad económica que predomina, síntoma de la incertidumbre, desesperación y miedo de la sociedad ante el alza de la vida. Producto de una desmedida creación de dinero por parte de los bancos centrales de Estados Unidos y Europa principalmente, la interrupción de la cadena de suministro primero por los confinamientos, y ahora la guerra Rusia – Ucrania, están empujando a buscar al gobierno compromisos irresponsables.
Las políticas antieconómicas de fijar precios y ganancias. La implementación de este tipo de controles, nunca han sido exitosas y dan como resultado siempre una situación peor a la que se tenía antes de ser implementados. Los intelectuales y grupos de presión quieren llevar al gobierno a ejecutar dichas medidas llenas de buenas intenciones y privilegios disfrazados.
Los controles de precios terminan siempre generando resultados contrarios al perseguido. En este caso, producen una serie de consecuencia como: desincentivo a producir, peor calidad de los productos, escasez, mercados negros, corrupción, pobreza y debilitamiento de las instituciones que permiten prosperar las ideas populistas y mesías.
La incoherencia y el desconocimiento del origen de fenómenos como la corrupción cuando en vez de limitar la discrecionalidad del funcionario y los incentivos equivocados que permiten a la sociedad obtener privilegios. Impulsan propuesta que terminan creando mayor corrupción.
Estas medidas antieconómicas requieren del endeudamiento del Estado, y tener que desviar recursos que son destinados a funciones esenciales del Estado como salud, educación, seguridad y justicia para terminar, destinándolo a un gasto improductivo. Implementar un control de precios a 72 productos elevará la deuda la cual representa el 69 por ciento sobre el PIB, niveles muy peligrosos que ponen nerviosos a los organismos internacionales, y genera incertidumbre a los inversionistas privados.
Los controles de precio nunca son temporales y terminan volviéndose permanentes, es así como durante el gobierno de Varela se aplicó el control de precio a una serie de productos que, hasta el día de hoy continúan bajo ese régimen, teniendo que aplicar otras políticas para incentivar al productor dado los efectos negativos de los controles de precios, aumentando en mayor medida el gasto improductivo del Estado.
Estamos en una situación compleja, donde no existen medidas “fáciles” para salir de la misma. Serán los ciudadanos con un alto nivel de endeudamiento, un presupuesto insignificante, precarización de servicios públicos, escasez, estancamiento económico, desempleo y subidas de impuestos los que tendrán que cargar con esas malas decisiones económicas.
Para la coyuntura actual, solo queda afrontarla bajo la realidad en la que nos encontramos, entendiendo que deberemos asumir mayores esfuerzos para hacer los cambios necesarios. Reducir el Estado y la discrecionalidad de los gobernantes, nos permiten hacer frente a la corrupción, fortalecer las instituciones, y sanear las leyes. Palear la situación económica, la alta inflación y la posibilidad de una nueva crisis económica, solo puede lograrse abriendo el mercado, eliminando proteccionismo, facilitar la empresarialidad bajo reglas iguales y claras para todos, dejar al mercado coordinarse por medio de los precios, permitiendo así ver las oportunidades empresariales para elevar la productividad y competitividad, por medio de mejores empleos y salarios.