• 19/09/2022 00:00

El ataúd de la reina y la otra mirada

Hoy, finalmente, es el sepelio de la Reina Isabel II. No tengo que gastar espacio aclarando quién es o de dónde es. El mundo entero lo sabe.

Hoy, finalmente, es el sepelio de la Reina Isabel II. No tengo que gastar espacio aclarando quién es o de dónde es. El mundo entero lo sabe. Su ataúd ha paseado por todo el Reino Unido desde su muerte el pasado 8 de septiembre. Muchos cientos de millones de personas alrededor del mundo, a pesar de su avanzada edad a la hora de su fallecimiento (96 años), han lamentado con tristeza su partida. De esos cientos de miles que sufren y lloran, muchos son de nuestros países del tercer mundo.

En el artículo publicado la semana pasada en el Daily Maverick titulado: “The death of Queen Elizabeth II, and the uses (and abuses) of royalty” (La muerte de la reina Isabel II y los usos (y abusos) de la realeza), escrita por J. Brooks Spector, subraya lo que ha quedado en evidencia notoria en las últimas dos semanas. Dice Spector que: “Aunque la idea de la monarquía se ha alejado del centro de la mayoría de las discusiones sobre casi todo lo importante, también es cierto que la humanidad siempre ha estado intrigada por las ideas de los reinos, los monarcas, la realeza y los gobernantes hereditarios. Siempre nos ha gustado contar las historias de esas figuras, reales o legendarias, a veces incluso imbuyéndolas de poderes sobrenaturales o mezclando sus historias con el funcionamiento de los dioses”.

Esa fascinación no ha cambiado y a mi parecer, desde los tiempos de la “Princesa” Diana, se han intensificado, dado el hecho de la conducta de Diana, contraria, en muchos sentidos, a las exigencias y restricciones de la Corona. Su desafortunada muerte intensificó de manera negativa la mirada del mundo sobre la monarquía inglesa cuando sucedió.

La muerte de la Reina Isabel, ahora 25 años después de la de Diana, ha dejado en evidencia que las críticas y rechazos a la monarquía británica, es menor que en esos tiempos. Pese a eso, durante estos 11 días después de la muerte de Isabel II, han circulado constantemente las razones históricas que muchos arguyen contra la monarquía en términos generales. Para muchos, entre ellos me incluyo, encontramos inconcebible, en pleno siglo XXI, la existencia de estas familias en un mundo repleto de amenazas, retos y circunstancias adversas que atentan contra el bienestar colectivo.

Brooks Spector trata de “tirarle la toalla” (como decimos coloquialmente en Panamá) al tema de las responsabilidades históricas de la monarquía, señala en el artículo que: “Algunos ya están trabajando duro para claramente cargar sobre la Familia Real, la culpa de todos los pecados que Gran Bretaña cometió desde el comienzo de su conquista de Irlanda hace casi mil años y durante la época de la colonización, a pesar del hecho obvio de que un británico contemporáneo, el monarca, reina en lugar de gobernar”.

Lo del “británico contemporáneo” en alguna medida podrá ser cierto, pero la responsabilidad histórica no se lo pueden sacudir así por así sin una autocrítica o valoración justa sobre el papel de la corona en estos eventos históricos en donde se cometieron abusos ignominiosos. Más cuando se pasan la corona de generación en generación y se vanaglorian orgullosamente de sus antepasados y de su historia.

Anteriormente, me referí a La novelista y escritora nigeriana Chimamanda Adichie, quien en su brillante disertación titulada: “the danger of a single story” (El peligro de una sola historia) nos advierte sobre el peligro de manejarnos desde la singularidad de una sola visión de las cosas. Los medios de comunicación, alrededor del Fallecimiento de la Reina Isabel II, nos han vendido esa historia de incuestionable sublimidad real, en muchos aspectos, sobre la Reina y la historia de la realeza; construyendo y cimentando un ambiente de sublimidad y superioridad universal.

De muchas enseñanzas que debemos rescatar y analizar de estos 11 días, la educación histórica desde la mirada y el pensamiento crítica es necesario. Ya sabemos que existen problemas en los sistemas, procesos y programas educativos, particularmente en nuestros países tercermundistas. Pero las historias y las reacciones ante la muerte de la Reina Isabel II y la fascinación que existe por las monarquías es un asunto que los procesos educativos deben examinar y no dejarlos pasar como si nada en un mundo tan complejo y desigual en donde todos, construyendo el futuro, debemos aspirar a ser iguales.

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