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- 27/11/2022 00:00
El discurso que necesita escuchar el país
Los panameños necesitamos escuchar un discurso que marque un hito y le ponga sello de urgencia a nuestro compromiso nacional de acabar con la proliferación de enfermedades crónicas causadas por una alimentación deficiente. Un discurso que sirva de plataforma de lanzamiento para el inicio de un nuevo plan, más decidido y concertado, y que ayude a reducir la mala nutrición que se deriva de la ignorancia o la inadvertencia de los consumidores y del juegavivo de los productores y fabricantes.
Hasta este momento de nuestra historia, la pregunta central fue si nosotros como sociedad aceptaríamos el problema de la mala alimentación como una responsabilidad nacional. Pero ese momento ya es pasado. Ahora es la ocasión propicia de actuar y señalar que las enfermedades crónicas son una mortificación nacional, porque son las principales causas de muertes prevenibles en el país. Somos un país que debiera preocuparse por su gente, no solo porque se están muriendo, sino porque existe un imperativo moral y nuestra conciencia lo exige así. No podemos continuar viviendo impávidos, sabiendo que todos los años miles de panameños mueren y sufren por enfermedades causadas por una dieta inadecuada.
Iniciemos por aceptar que un niño mal alimentado no puede aprender y un trabajador mal alimentado no puede producir. Cada día es más alto el costo de la atención médica relacionada con las enfermedades crónicas. Nadie ha calculado exactamente el enorme costo de la educación que se pierde cuando miles y miles de estudiantes aprenden con deficiencia y lentitud por la dieta que consumen en las escuelas. Pero les aseguro que estamos hablando de una monumental pérdida del potencial productivo y de una pesada carga económica para la sociedad en su conjunto.
La pregunta central, entonces, es: ¿qué vamos a hacer? Y lo primero es comenzar a llamar las cosas por su nombre. El Censo de Salud 2019 es una llamada de alerta sobre el alto riesgo que existe en la población de desnutrición, mal nutrición y obesidad. Sabemos con exactitud cuántos tienen realmente hambre y cuántos sufren de obesidad, y es claro que muchos panameños no están comiendo nada bien para mantener la salud. Con lo cual, la prioridad es crear con urgencia políticas públicas de salud que aseguren una dieta saludables para todos los panameños.
Algunos ingenuamente responderán que el ingrediente mágico aquí es el dinero, y el dinero ciertamente es un ingrediente y uno muy importante. Sin embargo, los más de $2 mil millones que se gastan anualmente en subsidios sociales demuestran que el dinero no lo es todo; de hecho, el dinero no ha servido para mucho. Entre los cientos de millones en becas, bonos solidarios y ángeles guardianes, todavía no se ha construido un buen huerto comunitario que ayude a mejorar la alimentación en varios sitios del país. ¡Ni uno!
Algunos también podrán señalar que estas políticas públicas son necesarias y que algunas personas necesitan ayuda, incluso hasta para tomar sus propias decisiones y que, por lo tanto, el Gobierno debe repartir alimentos, medicinas y ropa de acuerdo con las necesidades de la gente. Pero yo les rebatiría que esto no ha trabajado ni trabajará en ninguna parte. Es una pérdida de tiempo, sobre todo si nuestro Gobierno nacional ha confirmado, en más de una ocasión, su incapacidad de atender este problema. Su tarea no es tomar decisiones por nadie; al contrario, es facilitar para que las decisiones que tomamos por nosotros mismos se puedan ejecutar sin obstáculos. La clave aquí es no darle dinero a nadie para que coma, sino invertir en educación para que cada ciudadano tenga los conocimientos y las habilidades para acceder de una manera informada a la consecución de alimentos saludables.
Corresponde, entonces, a cada uno preguntarse si, individualmente, podemos responder a las siguientes preguntas: ¿se pueden etiquetar mejor los alimentos?, ¿se pueden hacer más nutritivos?, ¿se pueden fortificar con los aditivos disponibles?, ¿puede la industria, las escuelas, el Gobierno y los ciudadanos unirse individualmente de manera efectiva en un programa de educación pública?, ¿se pueden mejorar los alimentos en los kioscos y comedores escolares, ¿pueden los programas del MIDA, Minsa y Meduca enseñar a la gente qué comer, para cerrar las brechas del hambre y del conocimiento?
Los panameños históricamente hemos demostrado tener capacidad de ingeniarnos cuando nos confronta un problema crítico o corremos el riesgo de entrar en un espiral fatal. Falta solo que el Gobierno nos sorprenda con un buen discurso y alinee su aparato para buscar las mejores soluciones como país. Por ahora, lo esencial es producir alimentos saludables y proporcionar mecanismos para comer una dieta adecuada. Pero necesitamos encontrar el liderazgo efectivo que permita hacer todo esto de manera consistente y sostenible.