• 01/01/2022 00:00

Minería metálica a cielo abierto: ¿la necesitamos?

Al momento de escribir esta glosa, el Gobierno Nacional y la empresa canadiense First Quantum se encuentran reunidos con la esperanza de llegar a un acuerdo beneficioso para ambas partes sobre el proyecto Cobre Panamá, en Donoso, provincia de Colón.

Al momento de escribir esta glosa, el Gobierno Nacional y la empresa canadiense First Quantum se encuentran reunidos con la esperanza de llegar a un acuerdo beneficioso para ambas partes sobre el proyecto Cobre Panamá, en Donoso, provincia de Colón. Sobre este asunto, los panameños debemos exigirle al gobierno que nos mantengan informados del avance de las negociaciones, así que no se tome ninguna decisión definitiva sin antes someter a nuestro escrutinio y aprobación los posibles acuerdos.

En ese contexto, aceptando que los ingresos producto de la minería son necesarios para el cofinanciamiento de nuestro desarrollo integral, hay por lo menos tres condiciones que son indispensables para que ratifiquemos un nuevo contrato con la empresa. Me refiero a ellas a continuación.

Lo primero es que la empresa debe garantizarnos por lo menos el 20% de las regalías —porque somos los dueños del patrimonio— y no el 2% que más parece una limosna. Dicho porcentaje nos aseguraría un aporte anual mínimo cercano a los 600 millones de balboas, siempre que los ingresos de la empresa se mantengan en los 3,000 millones que han venido usufructuando cada año. Y es obligatorio investigar si en estos más de 20 años no se han extraído —sin reportarnos y pagarnos— otros metales preciosos.

No menos importante es el aseguramiento de una presencia y participación transparente y efectiva de los funcionarios públicos que hagan falta para: supervisar la buena gestión de los diferentes procesos administrativos, garantizando el cumplimiento con los compromisos laborales y de seguridad social; la formación de nuestros recursos humanos para no depender a perpetuidad de las empresas mineras foráneas; la vigilancia de la salud del ambiente y de las personas, tanto de los empleados, como de las comunidades circunvecinas a las obras.

Dicho lo anterior, nos queda por analizar el impacto en la salud humana y ambiental que tiene la minería metálica a cielo abierto, pues, de acuerdo con la abundante bibliografía nacional e internacional, esta práctica genera efectos nocivos e irreversibles al medio ambiente y a las comunidades aledañas a las zonas donde se lleva a cabo.

Y no podría ser de otro modo, pues este tipo de explotaciones mineras se desarrollan en la superficie del terreno donde se encuentran los depósitos comercialmente útiles de metales buscados, y para remover los terrenos que recubren o rodean la formación geológica que forma al yacimiento se emplean medios mecánicos o explosivos.

Pero ahí no termina el proceso, pues para eliminar los sedimentos y obtener los minerales que se desea extraer de la tierra, hay que aplicar químicos, lo que se llama la lixiviación del terreno para extraer minerales valiosos. Los químicos que se aplican —suelen ser sustancias altamente tóxicas— se encargan de disolver los compuestos indeseados. Esto se ejecuta en extensas áreas de terreno, creándose cráteres de grandes diámetros y profundizando a medida que se avanza en el proceso, afectando considerablemente y de forma irreversible las extensiones territoriales que son intervenidas, dejando atrás un lastre de destrucción ecológica, impacto sobre cuencas hidrográficas, todo lo cual tiene un claro impacto negativo en la salud pública.

A pesar de la información disponible, los defensores de la minería metálica a cielo abierto en Panamá y otras latitudes afirman que, la minería bien administrada no causará mayor impacto ambiental, ni afectará la salud de trabajadores, indígenas, campesinos y población en general. No me sorprende esta declaración, pues estamos hablando de una empresa que —luego de una inversión importante que hay que recuperar— genera billonarios dividendos año tras año. Adicionalmente, como también se señala, la minería a cielo abierto puede llegar a representar para el país el 1% del PIB, subrayándose además que es un empleador importante, que genera miles de empleos directos e indirectos, con beneficios colaterales a cientos de proveedores panameños que brindan sus bienes y servicios.

En todo caso, antes de aprobar un nuevo proyecto de extracción de materiales, deberemos revisar y actualizar el estudio de Impacto Ambiental que debe existir; a fin de establecer las medidas de restauración, recuperación, sostenimiento y mantenimiento para amortiguar el impacto ambiental de la actividad extractiva.

Tampoco podemos, bajo ningún motivo, obviar, como subraya con sobrada razón, la sociedad panameña de salubristas que, la contaminación y los consecuentes daños a la salud ponen en riesgo a nuestra población de sufrir una deteriorada calidad de vida, discapacidad y mortalidad precoz.

Al final, es innegable que la minería metálica a cielo abierto representa un importante ingreso para el país. Pero provoca enormes daños permanentes a la salud humana, la flora, la fauna, el agua y todo el ambiente. Entonces… si detenemos la minería a cielo abierto, las preguntas obligatorias son: ¿Cómo recuperamos y sanamos el ambiente devastado por la minería?, ¿Cuál es la inversión suplementaria para mantener esos miles de empleos que genera esta empresa?, ¿Cuál debe ser el rol de la empresa privada y el gobierno en esa generación de empleos? Debe ser parte obligatoria en el debate.

Médico, exrepresentante de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
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